Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
… Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo mira dentro de ti. – Friedrich Nietzsche
Luego de regresar de la guerra de Vietnam, empecé a tener terribles pesadillas.
Después, durante varios años, despertaba sudando y aterrorizado de verme nuevamente en la guerra. En un comienzo los sueños parecían proyectar una mezcla confusa de mis peores experiencias de guerra, y luego, gradualmente se convirtieron en una pesadilla consistente y repetitiva, en la que, a pesar de haber realizado mi tiempo de servicio en el ejército, me veía obligado a volver al combate para siempre.
En mi sueño, dos silenciosos sargentos de la policía militar aparecían en mi puerta y me entregaban el uniforme de campaña y a la fuerza me arrastraban. “¡Esto es un tremendo error!” decía a gritos, “¡Ya cumplí con mi tiempo de servicio! Luego en una milésima de segundo me encontraba nuevamente en la zona de combate, un médico atendía a los heridos ensangrentados, un furioso intercambio de disparos ocurría a mi alrededor, balas, cohetes y metralla volaban por todas partes. Este enorme temor me asaltaba cada noche. A menudo despertaba gritando, bañado en sudor y jadeando, mi corazón latiendo violentamente, sobrecogido por un espantoso pánico. Mis pesadillas me dejaban exhausto, sin embargo, difícilmente podía volver a dormir, mis emociones se elevaban a un punto febril y mi mente maltrataba mi propia psiquis.
Esas horribles y violentas pesadillas me persiguieron casi todas las noches durante varios años. Detestaba ir a dormir porque sabía lo que me esperaba. A medida que mi privación del sueño iba en aumento era cada vez menos capaz de poner en raya las pesadillas y mi resistencia espiritual y sicológica decrecían. Estaba tenso, lleno de ansiedad, cualquier cosa me hacía estallar, y tenía la extraña sensación de estar luchando conmigo mismo: mi conciencia despertaba en paz, pero mi ser interior estaba aun en guerra. Me di cuenta que había dejado la guerra, pero la guerra no me había dejado a mi.
Lo que entonces ignoraba, y de hecho nadie lo sabía pues el término aún no había sido inventado, era que estaba sufriendo de trastorno de estrés postraumático crónico, o PTSD (por sus siglas en inglés).
Este trastorno le ocurre a las personas que experimentan eventos traumáticos en su vida y sobrellevan “temor intenso, horror, e impotencia”, de acuerdo al manual de diagnóstico y estadística siquiátrica. Las personas afectadas por el PTSD pasan por lo que los profesionales llaman “re-experimentación persistente”, que es lo que explica mis pesadillas recurrentes, y también sufren de “síntoma de evitación”, “insensibilidad emocional”, hiperreactividad e hiper-excitación. Su ira va en aumento y sus sobresaltos aumentan. Muchas veces no alcanzan a ver un futuro potencial y generalmente tienen una menor capacidad para sentir las mismas emociones que otros sienten.
Felizmente, en la actualidad contamos con ayuda para el PTSD: tratamientos, protocolos, medicación, terapia conductista cognitiva. Pero en mi tiempo, cuando sufría de las pesadillas, éstas aún no existían. Por lo tanto, empecé con una especie de intervención personal auto-inducida para tratar de dirigir mis sueños y buscar la manera de detener las pesadillas.
En mi intento por aprender todo lo que podía sobre los sueños, investigué y leí con detenimiento muchos libros sobre los sueños y sobre lo que sabemos de ellos. Leí lo que diferentes tradiciones religiosas dicen sobre los sueños, centrándome en los escritos bahá’ís, dónde encontré una gran cantidad de información útil y de inspiración. Estudié la obras de reconocidos expertos en los sueños como Freud, Jung y Perls. Hablé con varios científicos del sueño y de los sueños sobre los estudios que habían emprendido. Por fin, con todos estos antecedentes empecé a entender y a dirigir mis propios sueños.
Durante el curso de este proceso, que eventualmente me llevó a recuperarme del PTSD, hurgué profundamente el mundo de los sueños y gradualmente encontré algo que no esperaba encontrar: una fuente de conocimiento espiritual de mi propia alma. Aprendí, desde una perspectiva bahá’í que nuestras almas no tienen limitaciones y que nuestros sueños reflejan esa realidad:
La mente está circunscrita, el alma es ilimitada. Es con ayuda de sentidos tales como la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto que la mente llega a comprender, en tanto que el alma está libre de todo intermediario. El alma, tal como usted ha observado, ya sea en estado de sueño o de vigilia, se encuentra en movimiento y siempre activa. Es posible que, durante un sueño, desentrañe un problema intrincado al que en estado de vigilia no le encontraba solución. – ‘Abdu’l-Bahá, Tabla a Augusto Forel.
En esta serie de ensayos sobre los sueños nos preguntaremos porqué todos los seres humanos sueñan; daremos una mirada a lo más actual de la ciencia respecto de soñar y los sueños; exploraremos lo que nuestros sueños podrían significar; examinaremos la profunda conexión entre los sueños, la espiritualidad y la religión; y trataré de compartir algunas de las cosas que aprendí sobre el excepcional y místico mundo de los sueños, ese sorprendente lugar que cada uno de nosotros visita cada noche.
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