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La libertad de no hablar

V. M. Gopaul | Mar 5, 2020

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V. M. Gopaul | Mar 5, 2020

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Todos hemos experimentado ira, frustración e indignación, emociones que nos hacen arremeter verbalmente contra otra persona. ¿Te ha pasado eso alguna vez? Más tarde, ¿hubieras deseado poder retirar tus palabras?

La mayoría de nosotros nos hemos sentido así más de una vez. Nos enojamos, usamos un lenguaje duro, grosero o desconsiderado, y esas palabras hieren a los demás. En retrospectiva, lamentamos el daño que hemos causado, pero sólo podemos disculparnos, lo que no quita el aguijón inicial de esas palabras hirientes. Una vez que las has pronunciado, no pueden ser eliminadas.

Por otro lado, el tacto, la sabiduría y la empatía pueden actuar como un contrapeso en las interacciones tensas y conflictivas. Esos rasgos de carácter aprendidos – el resultado de la práctica y el entrenamiento espiritual – se consiguen cuando hacemos un esfuerzo consciente por refinar nuestras almas. Las enseñanzas bahá’ís señalan que solo el refinamiento de nuestro carácter espiritual interno y el consiguiente desarrollo de un corazón puro puede ayudarnos en última instancia a moderar nuestro discurso:

La palabra humana es una esencia que aspira a ejercer su influencia y necesita moderación. En cuanto a su influencia, está condicionada al refinamiento, que a su vez depende de que los corazones sean desprendidos y puros. En cuanto a su moderación, ésta tiene que estar combinada con el tacto y la sabiduría… – Bahá’u’lláh, Las tablas de Bahá’u’lláh, pág. 171.

En la sociedad contemporánea, todavía nos falta un largo camino por recorrer antes de que podamos aprender y comprender plenamente esa sabiduría. No sólo tenemos libertad de expresión, parecía decir Bahá’u’lláh, también tenemos la libertad de no hablar, y la sabiduría para saber la diferencia.

Hoy en día, los desacuerdos se producen a menudo en la política y en la religión – dos temas muy polémicos de nuestro tiempo. Pierre Trudeau, el difunto primer ministro de Canadá, le dio un gran consejo a su hijo. Dijo, «Justin, nunca ataques al individuo. Podemos estar en total desacuerdo con alguien sin denigrarlo como consecuencia”.

«El silencio es oro» es un cliché, pero posee un gran valor. No decir nada, a veces, es un signo de autodisciplina y sabiduría. La reserva debe ser ejercida por fuerza, no por debilidad. Las palabras no siempre son oportunas ni adecuadas para el oyente. Cuando se trata de contenernos a nosotros mismos y a las palabras que usamos, Bahá’u’lláh escribió:

No todo lo que se sabe se puede expresar, ni todo lo que se pueda expresar ha de considerarse oportuno, ni tampoco puede toda expresión oportuna estimarse adecuada a la capacidad de quienes la oyen. – Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh.

Pero en esta era de Twitter, Instagram y Facebook, la libertad de expresión puede convertirse en un arma de destrucción masiva. Tenemos a nuestra disposición una plataforma de expresión instantánea y universal que no existía hace sólo unas décadas. Una publicación en Facebook o un solo tweet puede llegar fácilmente a cientos de millones de espectadores en cuestión de segundos. Podemos usar estas herramientas para cualquier propósito, incluyendo el acoso, el ciberacoso, la destrucción de una reputación, empujar a alguien al suicidio y la humillación. Con cada mensaje despectivo, el civismo baja un nivel.

Entonces, ¿deberíamos dejar de lado la vulgaridad? ¿Deberíamos censurar el discurso potencialmente hiriente? No, si queremos preservar el sagrado derecho a la libertad de expresión. Una forma de combatir esta tendencia es que los ciudadanos preocupados no participen en la atmósfera insultante de Internet o en los duros ataques tan comunes en la política partidista, y así ayudar a que regrese la civilidad.

En nuestra era moderna, aunque la educación y la tecnología han creado un terreno fértil para la expresión, también han creado culturas tribales de ciertas creencias. Las guerras tribales se libran entre los creyentes del cambio climático y los que lo niegan, los afiliados de la extrema derecha y la extrema izquierda del espectro político, los globalistas y los populistas, etc. Es bueno un saludable choque de opiniones, del que surgirá una chispa de verdad. El punto de peligro llega cuando estas creencias alcanzan un fervor fanático. El respeto es la clave.

Uno de mis amigos cree que la Tierra es plana, otro está convencido de que la vida en la Tierra desaparecerá a finales de este siglo, y otro apuesta por la reencarnación. No estoy de acuerdo con ninguno de ellos. Sin embargo, en nuestra conversación, nunca quemamos el muro de la civilidad. El amor y el respeto son siempre los factores primordiales.

Aquí hay otro ejemplo: un hombre vino a nuestra casa para hacer la plomería durante la renovación de un baño. Durante su conversación, no dejaba de arrojar una grosería con cada palabra. Pronto se dio cuenta de que mi esposa y yo no le respondíamos de la misma manera vulgar. Su elección de palabras cambió, y después de un par de horas interactuando con él, mejoró completamente la calidad de su discurso. Por lo demás, fue amable e hizo un buen trabajo. Sin prejuicios, se lo recomendé a mi hija para que arreglara una fuga en su bañera.

¿Qué tiene que ver la libertad de expresión con la unidad de la humanidad? Cuando podemos expresar libremente nuestras aspiraciones, problemas, injusticias, miedos, logros e ideas de manera franca y amistosa, sin importar las afiliaciones políticas, el género, la orientación sexual y las creencias religiosas, esto se convierte en una receta segura para unir a toda la humanidad. En contraste, en este mismo momento, las garras de la división están desgarrando a la humanidad.

Antes de que este ideal pueda alcanzarse, debemos reconocer que la libertad de expresión es nuestro derecho humano básico y que todo ser humano debe tener las mismas oportunidades. Ser escuchado es una de las más bellas experiencias humanas.

Sin embargo, a veces la libertad viene con límites, y eso es algo bueno. Por ejemplo, un conductor tiene la libertad de recorrer las calles de Londres donde todos en la carretera obedecen las leyes de tráfico. Sin este entendimiento común, viajar por cualquier ciudad sería imposible. De la misma manera, algunas reglas espirituales, como la disciplina, el tacto, el respeto y el equilibrio, pueden elevar la calidad de nuestras interacciones con los demás. Al hacerlo, ayudamos a crear una sociedad global avanzada en la que podemos disfrutar colectivamente de la paz, encontrar la armonía y reconocer nuestra fuerza al trabajar juntos por un destino común.

La modernidad se transforma a medida que nuestra conciencia se expande. Sí, la oscuridad y la fatalidad llenan los titulares. Pero si examinamos la realidad más profunda bajo estos titulares, las enseñanzas bahá’ís nos dicen, veremos que algunos cambios profundos están ocurriendo:

Los ojos están ahora abiertos a la belleza de la unidad de la humanidad, del amor y de la hermandad. La oscuridad de la opresión desaparecerá y la luz de la unidad resplandecerá. No podemos lograr que el amor y la unidad cobren cuerpo con solo hablar. El conocimiento no es suficiente. La riqueza, la ciencia y la educación son buenas, como bien sabemos; pero también debemos trabajar y estudiar para que el fruto del conocimiento entre en sazón. – Abdu’l-Bahá, Abdu’l-Bahá en Londres, pág. 17.

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