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A lo largo de los Estados Unidos y el mundo, mujeres de diversas edades y orígenes marcharon en solidaridad por los derechos humanos y la justicia el 21 de enero de 2017.
Proclamada la manifestación más grande de la historia, la marcha tuvo como ímpetu una plétora de preocupaciones de derechos humanos, así como una serie de causas de protesta. Un total de 670 marchas alrededor del mundo en un estimado de 30 países ocurrieron en ciudades como Sídney, Berlín, Londres, París, Ciudad de México, Nairobi y Ciudad del Cabo, y por supuesto, en todo Estados Unidos. Incluso en la Antártida ocurrió una marcha pro-paz, pro-medio ambiente. Por primera vez en la historia de la humanidad, activistas, defensores y gente regular marcharon en los siete continentes de la Tierra.
En Sídney, Australia, un jovencito sostenía un letrero: «Marcho por mi madre y todas mis amigas que son niñas». Los cantos en las marchas incluían palabras como «Las mujeres unidas nunca serán vencidas». África llevaba pancartas con consignas como «El cambio climático es una preocupación de la mujer». En Roma, se recordaba: «Los derechos de las mujeres son derechos humanos».
En el futuro, el 21 de enero de 2017 puede considerarse un hito histórico en la evolución de la sociedad humana, al igual que la Convención de 1848 sobre los derechos de la mujer en Seneca Falls, Nueva York o la Marcha de Washington de 1963 dirigida por el Dr. Martin Luther King, para mí, el aspecto más significativo de la marcha de las mujeres involucraba a las mujeres para reclamar su igualdad y poder – pacífica, colectiva y proactivamente. Esta cultura trasciende la postura política, raza, edad, condición económica, religión, actitudes morales e incluso género – inclusive hombres y niños participaron. Las mujeres llevaron a sus hijos jóvenes, los hombres trajeron a sus hijas. ¡Al fin! Pensé, mientras observaba las muchas fotos tomadas de todo el mundo de las marchas en varias localidades y me maravillaba.
Los escritos bahá’ís, desde mediados del siglo XIX, han llamado a la igualdad de género. También han señalado la clara relación de la igualdad – y el liderazgo de las mujeres – con la paz mundial:
En épocas pasadas la humanidad fue defectuosa e ineficiente porque estaba incompleta. La guerra y su desolación agotaron al mundo. La educación de la mujer será un paso gigantesco hacia su abolición y fin, ya que la mujer ejercerá toda su influencia contra la guerra. La mujer cría al niño y educa al joven hasta la madurez. Ella rehusará ofrecer sus hijos en sacrifico sobre el campo de batalla. Ciertamente, ella será el factor más importante en el establecimiento de la paz universal y el arbitraje internacional. Es seguro que la mujer abolirá las guerras entre los seres humanos. Por cuanto, la sociedad humana consiste de dos partes, hombres y mujeres, cada uno el complemento del otro, la felicidad y estabilidad de la humanidad no pueden asegurarse a menos que ambos sean perfectos. Por tanto, la norma y posición del hombre y la mujer deben equipararse. – ‘Abdu’l-Bahá, La promulgación de la paz universal, página 124.
… Entre las enseñanzas de Bahá’u’lláh está la igualdad de mujeres y hombres. El mundo de la humanidad tiene dos alas: una es la mujer y la otra es el hombre. Hasta que ambas alas no se hayan desarrollado igualmente, el pájaro no podrá volar. Si un ala permanece débil, el vuelo es imposible. – ‘Abdu’l-Bahá, página 395.
Las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres; en la religión y en la sociedad ellas son elementos muy importantes. Mientras se impida a las mujeres alcanzar sus más elevadas posibilidades, los hombres serán incapaces de lograr la grandeza que podría ser suya. – ‘Abdu’l-Bahá, La sabiduría de ‘Abdu’l-Bahá, página 162.
Hasta que no sea completamente establecida y lograda la realidad de la igualdad entre el hombre y la mujer, no será posible el más alto desarrollo social de la humanidad… En resumen, la suposición de superioridad por parte del hombre continuará siendo depresiva para la ambición de la mujer, como su logro de la igualdad fuese un acto imposible por naturaleza; la aspiración de progreso de la mujer será contrarrestada por ello, y ella gradualmente se desalentará. Por el contrario, debemos declarar que su capacidad es igual, incluso mayor que la del hombre. Esto inspirará en ella esperanza y ambición, y sus sensibilidades para el progreso se incrementarán. – ‘Abdu’l-Bahá, La promulgación de la paz universal, página 94 – 95.
Los bahá’ís creen que debemos permitir que las mujeres tomen su lugar como socias plenas «en todos los campos del quehacer humano:
La emancipación de las mujeres, el logro de la igualdad total entre ambos sexos, es uno de los más importantes requisitos previos para la paz, aunque sea uno de los menos reconocidos. La negación de dicha igualdad perpetra una injusticia contra la mitad de la población del mundo y provoca en los hombres actitudes y costumbres nocivas que se llevan de la familia al trabajo, a la vida política y, por último, a las relaciones internacionales. No existen bases morales, prácticas ni biológicas para justificar tal negación. Sólo en la medida en que las mujeres sean aceptadas con plena igualdad en todos los campos del quehacer humano, se creará el clima moral y psicológico del que puede surgir la paz internacional. – La Casa Universal de Justicia, La promesa de la paz mundial, octubre de 1985, página 15.
A la luz de todas las afirmaciones anteriores, ya podemos ver el significado histórico de la marcha de las mujeres. Cómo y cuándo se logrará la plena igualdad, cómo y cuándo las mujeres guiarán el camino hacia la paz, estas cosas son misteriosas y tal vez más allá de nuestro actual nivel de comprensión. Pero las marchas son seguramente un presagio de las realidades a desplegar.
Los bahá’ís se han comprometido a tener una visión positiva del futuro y un sistema de gobierno que en el futuro será mundial, más consultivo que jerárquico, y preocupado por la protección y el florecimiento de todos los pueblos. Esto significa que, en vez de derribar a las administraciones o gobiernos actuales, la comunidad bahá’í global trabaja para construir un sistema completamente nuevo que haga hincapié en la justicia, la paz y la unidad.
Las mujeres, creen los bahá’ís, jugarán un papel importante en este proceso transformador. Si están unificadas en la visión o no, ya sea representando actitudes que se unen o contrasten entre sí, las mujeres en todo el mundo están despertando a su máximo potencial.
Nos sirve a todos escuchar este clamor colectivo y verlo como un signo esperanzador y evolutivo para la humanidad en nuestro camino hacia una paz duradera y sostenible.
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