Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Hace ciento setenta y seis años, un noble persa caminó por el paraíso.
En aquel refugio rebosante de rosas llamado Ridván (‘paraíso’ en árabe), Bahá’u’lláh acababa de revelar algo que aquellos cercanos a Él ya sabían, o al menos sospechaban: él era el Prometido anunciado por todas las grandes tradiciones religiosas y el anhelo más profundo de muchas culturas.
Luego de una estadía de doce días en los jardines del Ridván, la familia de Bahá’u’lláh y un grupo de creyentes escogidos lo acompañó en su siguiente destierro, aún más lejos de “la cuna de la civilización”. Después de diez años lejos de su tierra natal Teherán, ahora en Bagdad, cerca de la confluencia de los ríos Tigris y Éufrates, el imperio Otomano desterraba a Bahá’u’lláh una vez más.
Los Bahá’ís conocen la historia, pero si es que tú no la conoces, BahaiTeachings.org cuenta con artículos para el primer, el noveno y el duodécimo día de los doce días de la Festividad del Ridván. Esencialmente, se reduce a esto: Bahá’u’lláh, quien nació en la aristocracia persa, había sido despojado de todas sus posesiones y privilegios por haber abrazado la Fe Babi. Al exiliarlo de su tierra natal, las autoridades intentaban extinguir la revolución espiritual anunciada por un joven conocido como el Báb (que significa La Puerta). Sin embargo, los diez años de su estancia en Bagdad, en ese entonces el bastión del imperio turco, solo había hecho crecer el prestigio de Bahá’u’lláh y la reverencia que tenía el pueblo sobre Él. Esto alarmó a los líderes del entonces imperio persa en declive, quienes querían desterrarlo aún más lejos para que su influencia no se extienda aún más. Los turcos accedieron e “invitaron” a Bahá’u’lláh a viajar hacia el oeste hasta Constantinopla (actual Estambul), el centro del poderío turco. Los doce días de Ridván marcaban su partida, la cual ocasionaba evidente sufrimiento en muchos de los ciudadanos de Bagdad, especialmente la comunidad babí.
A primera vista, se ve como un panorama desolador. Podrías pensar “¿qué les pasa a los Bahá’ís? ¿A esto llaman Festividad? ¿Lo llaman paraíso?
Sí, pero no solo eso: Bahá’u’lláh llamó a este siguiente destierro como “La Primavera Divina”, el “el Día de la felicidad suprema”, “el Rey de las Festividades”. Los Bahá’ís celebran este periodo como uno de los más grandes ejemplos de la historia de cómo una desgracia puede ser trasmutada en victoria, la degradación convertida en gloria. (Para cualquier persona de origen cristiano, como yo, otro ejemplo épico es la transformación del martirio de Cristo a la alegría de la Semana Santa de la victoria de su Causa). ¿Cómo es que esto sucede? ¿Por qué es tan especial el Ridván entre todas las importantes fechas del calendario Bahá’í?
Después de todo, los Bahá’ís tienen maravillosos días sagrados. Por ejemplo, un mes antes del Ridván, los Bahá’ís en todo el globo celebran el Naw-Ruz (“Nuevo Día”) como el comienzo de un nuevo año, dando la bienvenida a la primavera en el hemisferio norte y, probablemente, ¡una buena razón para vestirse elegante!
Los Bahá’ís aman al día sagrado Bahá’í conocido como la Declaración del Báb, historia tan trágica y bien relatada, ya que esa resplandeciente tarde fue el inicio de todo lo que los Bahá’ís estiman: 1844, el inicio, la primera escena de una gran historia espiritual.
En el 2017, celebramos los doscientos años del nacimiento de Bahá’u’lláh, este fue un gran acontecimiento para la comunidad global Bahá’í. En el año 2019, celebraremos los doscientos años del nacimiento del Báb. Los Bahá’ís desean aprender a venerar de la forma más digna estos aniversarios para honrar las vidas y grandes obras de Siyyid Ali Muhammad (El Báb) y Mirza Husayn Ali (Bahá’u’lláh). Estos son grandiosos acontecimientos, pero, a diferencia del cristianismo, los nacimientos de nuestros fundadores, aun cuando son evidentemente muy importantes, no son las fechas más importantes en el calendario anual.
En lugar de eso, el Ridván es la “Más Grande Festividad” para los Bahá’ís. Muchos de nosotros tomamos el día libre en los tres días especiales del Ridván, el primer día, que conmemora la entrada de Bahá’u’lláh al jardín, una proclamación que convirtió la amarga agua del exilio en vino de celebración; el noveno día, cuando la familia de Bahá’u’lláh llegó al jardín; y el duodécimo día, cuando Bahá’u’lláh y su séquito abandonaron Bagdad para embarcarse en un duro viaje de cuatro meses a través de un caluroso verano hacia Constantinopla, ahora conocida como Estambul.
Durante estos días especiales, los Bahá’ís organizan sus celebraciones y festejos, y amamos las rosas, estas se han convertido en un símbolo de aquel perfumado jardín donde Bahá’u’lláh declaró su misión. Pero escuchen: entre todas las cosas que podemos aprender sobre el mensaje de Bahá’u’lláh y cómo se aplica al mundo, seguramente uno de los más importantes elementos es el entendimiento de por qué Bahá’u’lláh designó estos doce días como la más grande festividad. Él ilustremente aconsejó:
“Ten cuidado y no dejes que nada te impida ensalzar la grandeza de este Día: Día en que el Dedo de majestad y su fuerza ha abierto el sello del Vino de la Reunión y llamado a todos los que están en el cielo y a todos los que están en la tierra” – Bahá’u’lláh, Pasaje de los Escritos de Bahá’u’lláh, p. 20.
Así que regresando a la pregunta original: ¿Por qué el Festival del Ridván es tan especial? ¿Qué hace que este sea el día más sagrado para los Bahá’ís? Para responder esta pregunta, el siguiente ensayo tratará de explicarlo un poco más.
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