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La modernidad: el declive de la empatía y la compasión

Abdu'l-Missagh Ghadirian | Oct 13, 2022

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Abdu'l-Missagh Ghadirian | Oct 13, 2022

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Vivimos en un momento de la historia en el que la civilización material ha eclipsado a la espiritual. La Fe bahá’í pretende reajustar ese desequilibrio.

Con el avance de la ciencia, hemos sido testigos de una explosión de conocimiento y de un progreso tecnológico sin precedentes, incluyendo la comunicación digital y el auge de los medios sociales. Este progreso material ha traído prosperidad, riqueza y modernización a la humanidad, pero no nos hemos vuelto proporcionalmente más felices, empáticos, unidos o solidarios.

Por el contrario, muchas personas se han vuelto materialmente más ricas pero espiritualmente más pobres y decadentes.

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El Dalai Lama dijo: «El amor y la compasión son necesidades, no lujos. Sin ellos la humanidad no puede sobrevivir». Los investigadores han demostrado que los medios de comunicación social y la tecnología digital han tenido un impacto negativo en esos aspectos necesarios de nuestra vida cotidiana, al acortar nuestra capacidad de atención y distraernos de la participación en los aspectos más significativos y esenciales de la vida. 

Como resultado, algunas personas se han vuelto más indiferentes al sufrimiento de los demás debido a una disminución de la empatía y la compasión. La amplia y omnipresente influencia de los medios sociales y la tecnología, por muy importantes que sean, ha afectado negativamente a nuestro deseo y capacidad de expresar empatía y buena voluntad hacia la situación de los marginados, los enfermos y los indigentes. No es de extrañar, entonces, que a pesar de los notables beneficios de la modernidad, experimentemos una creciente soledad, aislamiento, descontento y depresión en muchas partes del mundo. 

Bahá’u’lláh escribió “El propósito por el que los hombres mortales han pasado, desde la nada más absoluta, al reino del ser, es para que puedan trabajar por la mejora del mundo y vivir juntos en concordia y armonía”.

La empatía y la compasión, las características más nobles de la realidad humana, son fundamentales en las relaciones interpersonales. Representan ingredientes esenciales para fomentar la cooperación y crear fraternidad y unidad, especialmente en el campo de la medicina. El papel de la empatía se asemeja a un «puente emocional» que conecta a los individuos entre sí y refuerza su sentido de humanidad.  La médica y escritora Helen Riess, en «La ciencia de la empatía», dijo: «Nuestra capacidad de percibir y resonar con el sufrimiento de los demás nos permite sentir y comprender su dolor. La angustia personal que se experimenta al observar el dolor de los demás nos motiva a menudo a responder con compasión».

Respondiendo con compasión

La definición de compasión, escribió Emma Seppal en «Mente compasiva, cuerpo sano»:

… se confunde a menudo con el de la empatía. La empatía, tal y como la definen los investigadores, es la experiencia visceral o emocional de los sentimientos de otra persona. Es, en cierto sentido, un reflejo automático de la emoción de otro, como llorar ante la tristeza de un amigo. El altruismo es una acción que beneficia a otra persona. Puede ir acompañado o no de empatía o compasión, por ejemplo en el caso de hacer una donación con fines fiscales. Aunque estos términos están relacionados con la compasión, no son idénticos. La compasión suele implicar, por supuesto, una respuesta empática y un comportamiento altruista. Sin embargo, la compasión se define como la respuesta emocional al percibir el sufrimiento.  Hay que tener en cuenta que la compasión está más arraigada en el cerebro que la empatía y que hay un sentido de intencionalidad y motivación asociado a ella.  También existe una diferencia entre la empatía y la simpatía, esta última caracterizada por la comprensión de un sentimiento.  La empatía, en cambio, implica la experiencia de una persona con los sentimientos de otra.  Por último, la compasión, una experiencia más profunda del dolor ajeno, va más allá de la empatía y la simpatía.

La compasión, una auténtica respuesta emocional a la pena y el sufrimiento humanos, se produce sin esperar un beneficio o una recompensa. Se trata de un fenómeno multidimensional que a menudo se desencadena por el sufrimiento de los demás y que también puede ir acompañado de un sentimiento de perdón, aunque no siempre es así.  La compasión puede hacer que una persona se levante para ayudar a los demás, incluso en situaciones que ponen en peligro la vida, como incendios, tormentas y terremotos.

Los socorristas compasivos que se apresuran a ayudar y salvar vidas lo arriesgan todo. Durante los primeros meses de la pandemia de COVID-19, por ejemplo, sin tratamiento ni vacuna aún disponibles, millones de profesionales de la salud, como médicos y enfermeras, arriesgaron sus propias vidas para salvar las de sus pacientes. Algunos de ellos perecieron en acto de servicio.

Enseñando la compasión

¿Tenemos todos la capacidad de ser compasivos? Las enseñanzas bahá’ís dicen que sí. En su libro Contestaciones a unas preguntas, Abdu’l-Bahá dijo: «La capacidad es de dos tipos: innata y adquirida». A menudo, los investigadores han descubierto que la compasión es un fenómeno que ha evolucionado y se ha adaptado en aras de la supervivencia humana. Sin embargo, también es una capacidad espiritual que puede ser enseñada a los niños por los padres, por referentes y por educadores. 

La empatía es un constructo complejo que consta de dos componentes: uno es un reconocimiento cognitivo o intelectual de la existencia de otro ser. El otro es un componente emocional, una capacidad que permite a una persona percibir y resonar con los sentimientos emocionales de los demás.  Aunque en el pasado se suponía que la empatía era un rasgo innato, estudios recientes demuestran que también es probable que sea un comportamiento aprendido. También existe un fenómeno llamado «autoempatía», que se refiere a la capacidad de ocuparse del propio bienestar. Si un profesional de la salud descuida su bienestar personal, por ejemplo, puede ser incapaz de empatizar con los pacientes o con los demás.

El concepto de empatía y su significado fue introducido por primera vez en el siglo XIX en Europa por los esteticistas. En alemán se llamó «Einfrühlung», que significa el «conocimiento emocional» de una obra de arte desde dentro por la resonancia emocional que emana de ella. Más tarde, el psicólogo Theodore Lipps amplió este concepto para significar «sentirse dentro de la experiencia de otro». Según Helen Reiss, el renombrado filósofo Martin Buber añadió una textura más profunda al concepto de empatía, aclarándolo como una preocupación humana por los sentimientos de otros individuos.

Cuando la compasión es inmerecida

Sin embargo, aunque la empatía y la compasión son cualidades humanas dignas de elogio, existen circunstancias en las que tratar a las personas con compasión no está justificado e incluso puede tener consecuencias peligrosas.  Cuando un adversario es un agresor despiadado con un historial de brutalidad y violencia, ofrecer compasión sería como echar leña al fuego alentando el comportamiento destructivo de esa persona. Este es el lado negativo de la empatía y la compasión. Durante las guerras entre naciones y la violencia entre individuos, la empatía y la compasión entre los que luchan disminuyen al nivel más bajo, y un sinnúmero de personas inocentes son asesinadas o lisiadas a causa de la lucha política y la agresión. Abdu’l-Bahá escribió:

 El Reino de Dios se basa en la equidad y la justicia, y también en la misericordia, la compasión y la bondad para con toda alma viviente. Entonces, con todo el corazón, esforzaos por tratar compasivamente a todo el género humano, a excepción de aquellos que tienen algún motivo egoísta y oculto o alguna enfermedad del alma. No se puede mostrar bondad al tirano, al embustero ni al ladrón, pues, lejos de hacerles ver el error de su forma de actuar, les hace seguir con su perversidad como hasta entonces.

Es así que Abdu’l-Bahá nos recuerda: “Sois los frutos de un solo árbol y las hojas de una misma rama; sed compasivos y bondadosos con toda la raza humana”. También él dice: “la compasión que se demuestre a las bestias salvajes y voraces es crueldad para con los animales pacíficos, por lo que hay que tratar a los dañinos como corresponde”.

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