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La paz, nuestra posesión más preciada

David Langness | Jun 22, 2021

PARTE 2 IN SERIES Este único y maravilloso sistema bahá'í

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David Langness | Jun 22, 2021

PARTE 2 IN SERIES Este único y maravilloso sistema bahá'í

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El otro día un amigo me preguntó: «¿Cuál es tu posesión más preciada?». Nunca se me había ocurrido la pregunta, así que le contesté: «Dame un minuto para pensarlo». ¿Cuál es la tuya?

Primero pensé en las posesiones materiales habituales: la casa, el carro, etc. – pero todas son cosas reemplazables, así que la palabra precioso, que significa «de gran valor, querido, apreciado» según el diccionario, no se aplica realmente.

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Pensé en una vieja reliquia que mi familia me ha transmitido -un jarrón de plata de seis lados que Pancho Villa le regaló a mi bisabuelo-, pero eso tampoco se ajustaba exactamente a la descripción.

Luego me vinieron a la mente mis relaciones más preciadas, pero, por supuesto, las personas no pueden ser nunca posesiones.

Finalmente, me di cuenta de que mi posesión más preciada es la paz.

Piénsalo: si vivieras en una zona de guerra, donde reinara el conflicto humano y el salvajismo, probablemente no tendrías nada. Tus posesiones materiales estarían destruidas. Tus relaciones desaparecerían, o al menos serían devastadas por la guerra. Tu estabilidad, tu salud mental, incluso tu capacidad de amar a los demás, podrían quedar destrozadas y perderse para siempre. La guerra puede llevarse todo.

¿Cómo lo sé? Viví una guerra, y la he visto arrebatar todo vestigio de felicidad y dignidad humana.

Este pasaje de los escritos de Abdu’l-Bahá describe acertadamente los costos humanos extremos de luchar entre sí:

…la guerra es destrucción, mientras que la paz universal es construcción; la guerra es muerte, mientras que la paz es vida; la guerra es rapacidad y sed de sangre, mientras que la paz es beneficencia y compasión; la guerra pertenece al mundo de la naturaleza, mientras que la paz es el fundamento de la religión de Dios; la guerra es oscuridad de oscuridades, mientras que la paz es luz celestial; la guerra es el destructor del edificio del género humano, mientras que la paz es la vida sempiterna del mundo de la humanidad; la guerra es como un lobo voraz, mientras que la paz es como los ángeles del cielo; la guerra es la lucha por la existencia, en tanto que la paz es ayuda mutua y cooperación entre los pueblos del mundo y es causa de la complacencia del Verdadero en el dominio celestial.

Hoy en día gran parte del mundo vive en relativa paz, al menos a nivel macro global. Gran parte del mundo ha disfrutado de esa libertad general sin guerras que lo consuman todo durante tres cuartos de siglo. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, las naciones más poderosas del planeta se han enzarzado en múltiples guerras indirectas en lugares como Vietnam, Oriente Medio y América Central, pero esas terribles luchas han seguido siendo, al menos, regionales, en lugar de convertirse en otro incendio que consuma el mundo.

Este periodo de relativa paz no significa que nos hayamos librado del flagelo de la guerra, ni mucho menos. Los actuales «focos de conflicto» del mundo -Siria, Yemen, Afganistán, Irak, Myanmar, Somalia, Sudán del Sur, Ucrania y Libia, entre otros- han sido testigos de los horrores de la guerra desde hace algún tiempo, pero ninguno ha derivado (todavía) en una guerra generalizada a nivel mundial.

A pesar de estas guerras regionales, la mayoría de los que han crecido durante el periodo posterior a 1945 de relativa paz mundial han vivido una experiencia única: una especie de frágil paz menor, en la que al menos tres generaciones sucesivas de la gran mayoría de la población mundial no han tenido que sufrir directamente la destrucción de sus ciudades y naciones. ¿A qué debemos agradecer esta realidad?

Los bahá’ís creen que la revelación de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, ha dado paso a un periodo histórico en el que la humanidad tiene la capacidad, las enseñanzas y las herramientas para construir una paz duradera. Bahá’u’lláh escribió:

Este es el día en que los más excelentes favores de Dios han sido derramados sobre los hombres, Día en que su poderosísima gracia ha sido infundida en todas las cosas creadas. Incumbe a todos los pueblos del mundo reconciliar sus diferencias y, con perfecta unidad y paz, morar bajo la sombra del Árbol de su cuidado y amorosa bondad…

No debe enaltecerse quien ama a su patria, sino quien ama al mundo entero. La tierra es un solo país, y la humanidad sus ciudadanos.

En esa famosa frase «La tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos»– Bahá’u’lláh proclamó previsoramente la unidad de nuestro planeta y de sus gentes. A mediados del siglo XIX, con sus enseñanzas muy adelantadas a su tiempo e incluso inimaginables para la mayoría, los bahá’ís comenzaron a trabajar por la unidad mundial. Desde entonces, tanto la ciencia como la religión han contribuido a que el mundo se reduzca a una vecindad virtual, que depende para seguir existiendo de un pacto internacional en gran medida no escrito, cuyos vagos contornos apenas estamos empezando a percibir y a hacer realidad.

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Nos referimos a ese pacto internacional como «orden global», y ahora domina las relaciones entre las 200 naciones del mundo. Esto nunca había ocurrido antes.

Denominado «orden internacional basado en normas» o «comunidad de naciones», o incluso «cohesión en materia de seguridad», este orden global ha funcionado -a través de organizaciones multilaterales formales, diplomacia, tratados y acuerdos comerciales; y, lo que es igualmente importante, a través de normas informales, viajes de ciudadanos e intercambios entre países- para acercarnos y cimentar lazos de comercio, comunidad y ciudadanía mundial. Aunque este orden global pueda parecer invisible o amorfo para la mayoría, ha contribuido a proporcionarnos una paz menor y limitada que todos deberíamos apreciar como nuestra posesión más preciada.

Hoy, sin embargo, ese orden global está siendo atacado. A pesar de que nos ha traído casi ocho décadas sin guerra mundial, se enfrenta a muchas fuerzas que amenazan con derribarlo: tendencias políticas autoritarias, divisiones raciales y de clase corrosivas, la proliferación de sistemas de armas, la pandemia mortal del coronavirus, la creciente desigualdad de ingresos en el mundo, las presiones del cambio climático, la migración y el deterioro de la cohesión civil que la desinformación y la propaganda basadas en la web han propiciado.

En esta serie de artículos, analizaremos seriamente estas tendencias y hacia dónde podrían llevarnos, con la ayuda de un análisis detallado de los futuristas de las agencias de inteligencia norteamericanas combinadas, y las prescripciones para la paz en la era moderna recomendadas por las enseñanzas bahá’ís.

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