Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las enseñanzas bahá’ís dicen que si realmente deseamos un futuro libre de pobreza para la humanidad, aquella posibilidad está inextricablemente conectada con el establecimiento de la justicia.
Esta particular enseñanza conecta la erradicación de la pobreza y el establecimiento de la justicia como un par inseparable de principios sociales complementarios de la fe bahá’í:
Ley Divina, que otorga igual justicia a todos. Ésta es la única manera de abolir la deplorable futilidad de la riqueza exagerada, así como la miserable, desmoralizante y degradante pobreza. – Abdu’l-Bahá, La sabiduría de Abdu’l-Bahá.
Este principio básico de la estrecha relación entre la justicia y la eliminación de la pobreza viene directamente del profeta y fundador de la fe bahá’í, Bahá’u’lláh. Cuando Bahá’u’lláh escribió sus Tablas a los Reyes y Gobernantes del mundo desde el exilio en Adrianópolis a mediados del siglo XIX, les dijo a esos líderes mundiales que Dios los consideraba los principales responsables de las lamentables condiciones de sus sociedades.
En esas cartas sin precedentes de parte de un exiliado y un prisionero hacia los gobernantes del mundo, Bahá’u’lláh censuró y condenó la avaricia, la guerra y la opresión que perpetraban; e instruyó a los que tenían autoridad y poder civil a instituir un reino de justicia -que Bahá’u’lláh supeditó a la reducción de sus armamentos, el cese de su lucha de guerras innecesarias, y la eliminación de las cargas económicas que suponía su excesivo militarismo para los pueblos empobrecidos que gobernaban:
Dios ha confiado en vuestras manos las riendas del gobierno del pueblo, para que reinéis con justicia sobre ellos, defendáis los derechos de los humillados y castiguéis a los malhechores. Si descuidáis el deber prescrito a vosotros por Dios en Su Libro, vuestros nombres serán contados entre los injustos a Su vista. Grave, ciertamente, será vuestro error. – El llamamiento al señor de las huestes.
Esta primera advertencia de un profeta de Dios y fundador de una importante religión mundial supuso un profundo desafío para esos reyes y gobernantes:
Examinad Nuestra Causa, investigad las cosas que Nos han acaecido, y decidid con justicia entre Nos y Nuestros enemigos y sed de los que obran equitativamente con sus semejantes. Si no detenéis la mano del opresor, si no resguardáis los derechos de los oprimidos, ¿qué justifica entonces que os vanagloriéis ante los hombres? ¿De qué podéis jactaros con derecho? ¿Es de vuestros alimentos o bebidas que os enorgullecéis, de las riquezas que almacenáis en vuestros tesoros, de la diversidad y valor de los ornamentos con que os adornáis? Si la verdadera gloria consistiera en la posesión de esas cosas perecederas, entonces la tierra sobre la cual camináis debería enaltecerse por encima de vosotros, porque os suministra y confiere estas mismas cosas por decreto del Todopoderoso. – Ibid.
Esta cuestión esencial de la justicia y su establecimiento precedió a las órdenes inflexibles de Bahá’u’lláh a los gobernantes del mundo:
¡Oh reyes de la tierra! Vemos que aumentáis vuestros gastos cada año y cargáis su peso sobre vuestros súbditos. Esto, en verdad, es grave y totalmente injusto. Temed los suspiros y las lágrimas de este Agraviado y no impongáis cargas excesivas a vuestros pueblos. No les robéis para erigir palacios para vosotros; más bien, escoged para ellos lo que escogeríais para vosotros mismos…
¡Oh gobernantes de la tierra! Reconciliaos entre vosotros, , para que no necesitéis más armamentos, salvo en la medida que fuere necesaria para resguardar vuestros territorios y dominios. Cuidado, no sea que desatendáis el consejo del Omnisciente, el Fiel…
Estad unidos, oh reyes de la tierra, pues así será apaciguada la tempestad de la discordia entre vosotros y vuestros pueblos hallarán descanso, ojalá fuerais de los que comprenden. – Ibid.
Cuando se produzca esta reconciliación internacional -y las enseñanzas bahá’ís la consideran una necesidad global inevitable y absoluta, como la etapa final del proceso de madurez en curso de la raza humana- puede reducir drásticamente el nivel actual de gasto militar del mundo. Estimado en 2018 en 1,8 billones de dólares americanos por año, este enorme gasto, por sí mismo, podría erradicar completamente el hambre y la pobreza del mundo y educar a todos los niños de la Tierra.
Si reducimos ese gasto masivo en ejércitos y armamento, también podríamos proveer de un hogar seguro a todos los seres humanos.
Imagínenlo – un mundo finalmente libre de luchas, un mundo donde todos los niños van a la escuela, un mundo sin pobreza y sin indigencia:
«El conocimiento no es suficiente. Esperamos que mediante el amor de Dios podamos practicarlo. Para ello es necesario disponer de una Fuerza universal. Las reuniones son buenas para generar la fuerza espiritual. Saber que es posible llegar a un estado de perfección es bueno; avanzar en el sendero es mejor. Sabemos que el socorro a los pobres y el mostrarse caritativo es bueno y agrada a Dios; pero el saberlo no da alimento al hombre que padece hambre, ni puede el pobre, en lo más crudo del invierno, ser abrigado por el conocimiento o las palabras: debemos extender la ayuda práctica del amor generoso». – Abdu’l-Bahá, Abdu’l-Bahá en Londres.
Los bahá’ís de todo el mundo trabajan diariamente por alcanzar esa visión del futuro de la humanidad.
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