Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Cómo podemos conseguir justicia, cuando las injusticias de este mundo son impuestas por el poder material? ¿Cómo encontrar la justicia de Dios en el campo de batalla de la sociedad?
Busqué la respuesta a esas preguntas cuando examiné las diferencias entre cómo juzga el mundo y cómo juzga el Creador.
Si reflexionamos sobre el significado de las enseñanzas de Dios, compartidas por todas las grandes religiones, descubriremos que nos piden sistemáticamente que luchemos contra la tendencia humana a buscar el interés propio excesivo, fruto de una mentalidad inadecuada del mundo humano.
Históricamente, este tipo de interés propio ha llevado a las naciones a ocupar y colonizar el territorio de otros pueblos. La lucha por el territorio, los recursos y los mercados ha provocado muchos de los problemas medioambientales y las guerras a lo largo de la historia de la humanidad. Ese territorialismo también puede manifestarse de forma invisible, como las batallas entre filosofías políticas o sectas y ramas religiosas. Este tipo de conflicto proviene invariablemente del interés personal y la comprensión limitada.
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Si queremos realmente percibir la unidad de la humanidad, tenemos que eliminar todos los prejuicios, esos territorios injustamente colonizados en nuestra conciencia. Pero la raíz del prejuicio es la mentalidad del interés propio, que todas las religiones de Dios, incluidas las enseñanzas bahá’ís, nos aconsejan conquistar. Por ejemplo, en Las Palabras Ocultas, Bahá’u’lláh escribió:
¡OH HIJO DEL HOMBRE! Tú anhelas el oro y Yo deseo liberarte de él. Te consideras rico al poseerlo y Yo reconozco tu riqueza en que te santifiques de él. ¡Por Mi vida! Esto es mi conocimiento y aquello es tu fantasía, ¿cómo puede mi propósito estar de acuerdo con el tuyo?
Esto nos lleva a muchas preguntas importantes: ¿cuál es la diferencia entre los valores del mundo y los del Reino de Dios? ¿Cuál es la diferencia entre el éxito tal y como lo definen los humanos y la perfección en las enseñanzas de Dios? ¿Qué ocurre en el proceso del éxito material y en el proceso hacia la perfección espiritual?
En uno de los casos, las personas se pisan unas a otras, y en el otro caso se apoyan mutuamente. A partir de aquí, podemos ver las diferencias de mentalidad si buscamos estar cerca de Dios o alejarnos de él. Con diferentes mentalidades, nuestra vida se mueve hacia diferentes resultados, ya sea hacia el mundo venidero o hacia el mundo material.
Todo esto gira en torno a establecer una orientación egoísta o desinteresada en la vida, lo que nos permite tener más claro dónde estamos desde el punto de vista de la justicia en el mundo humano. En el ámbito físico, todo se reconoce por los fenómenos físicos. La justicia en la sociedad se juzga en función del comportamiento humano. Pero en el reino espiritual, Dios juzga por el corazón humano. No podemos entender nuestro propio comportamiento sin conocer nuestra mentalidad, y no podemos cambiar el comportamiento sin reorientar esta mentalidad a través de la educación espiritual.
En el mundo humano, los que tienen autoridad suelen pedir a las personas que cambien su comportamiento o que se enfrenten a las consecuencias basadas en su conducta, pero los maestros divinos ayudan a la humanidad a comprender su propia realidad espiritual.
Al comprender el poder de la mente y ajustar su mentalidad, las personas pueden descubrir sus propias capacidades y actuar con rectitud. La justicia de Dios también nos ofrece su amorosa bondad para guiarnos por el camino correcto. Para entender la verdadera justicia, buscamos comprender las enseñanzas de Dios y aprender más sobre el corazón humano. También necesitamos desarrollar nuestra perspicacia y agudizar nuestra percepción espiritual para comprender una realidad más espiritual.
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Podemos hacer todo eso con la oración y la meditación, que nos ayudan a familiarizarnos con nuestras propias percepciones espirituales y nos llevan a una mejor comprensión de la verdadera justicia. Bahá’u’lláh dijo: Consume los velos egoístas con el fuego de la unidad, de forma sincera, por amor a Dios. – [Traducción provisional]
Él también escribió:
Tu vista debe ser aguda … tu alma diamantina, y tus pies como el bronce, si no deseas ser estremecido por los asaltos de deseos egoístas que susurran en los pechos de los hombres. Éste es el firme mandamiento que, en virtud de la Voluntad del Antiguo Rey, la Pluma del Más Grande Nombre ha sido movido a revelar. Cuídala como tu vista y sé de los agradecidos.
Esto nos dice que nuestro egoísmo – nuestros «deseos egoístas» – puede crear barreras entre las personas, impidiéndonos sentir lo que sienten los demás y obstaculizando nuestra empatía. Para conseguir la visión bahá’í de la unidad, debemos eliminar los velos del egoísmo. Las enseñanzas bahá’ís afirman que la verdadera justicia no puede alcanzarse sin el desprendimiento del yo. Bahá’u’lláh dijo:
Percibimos perfectamente cómo toda la raza humana está rodeada de grandes, de incalculables aflicciones. La vemos languidecer en el lecho de la enfermedad, penosamente afligida y desilusionada. Los que están llenos de presunción se han interpuesto entre ella y el Médico Divino e infalible. Atestiguad cómo han envuelto a todos los hombres, incluidos ellos mismos, en la red de sus estratagemas. No pueden descubrir la causa de la enfermedad, y tampoco poseen ningún conocimiento del remedio. Se han formado la idea de que lo recto es torcido y han imaginado que su amigo es un enemigo.
Cada ser humano tiene la responsabilidad, y el privilegio, de ayudar a sanar a la humanidad. Cuando mejoremos la condición espiritual de nuestros propios corazones, y orientemos nuestros corazones hacia la realidad espiritual superior, la justicia del Reino de Dios se hará gradualmente más y más visible.
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