Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Puede que Platón haya estado en lo correcto todo este tiempo. Él se refirió a todas las cosas creadas como un reflejo de formas idealizadas.
En el ensayo previo a este, discutimos cómo los términos religiosos como “espíritu” y “Palabra de Dios” podrían tener corolarios de conceptos en la física moderna. En este ensayo final, exploraremos términos aún más desafiantes como “alma eterna” y “Dios”, y examinar cómo las raíces de estos conceptos podrían estar presentes también en la ciencia.
Tanto el concepto científico moderno de que la materia fundamental es el producto de un campo matemático no físico y que la información puede ser un agente organizacional y creativo encuentran raíces comunes en las antiguas ideas Platónicas de aquellas formas idealizadas consideradas como la verdadera realidad. En un artículo previo, discutí la relación entre las ideas de Platón y estos conceptos de la física moderna. El pensamiento científico contemporáneo sostiene que las formas físicas expresadas en nuestro universo son eternamente recurrentes e inmortales como el número 3 o π.
Solo nos falta un corto paso para darnos cuenta de que la consciencia en sí es, como mínimo, un producto de estas relaciones matemáticas (en caso no sea mucho más) y como tal es, de la misma manera, eternamente recurrente e inmortal. El concepto Bahá’í de alma eterna se podría entender en este contexto:
“Hay quienes piensan que el cuerpo es la esencia, que existe por sí solo, y que el espíritu es accidental y depende de la esencia del cuerpo. La realidad, por el contrario, es que el alma racional es la esencia, y que el cuerpo depende de ella. Si el accidente- es decir, el cuerpo- es destruido, la esencia o espíritu, subsiste” – ‘Abdu’l-Bahá, Contestación a algunas preguntas, p. 292.
Resulta muy interesante ahora que el avance de la tecnología de la información ha puesto al descubierto la primacía de la información relacionada sobre la materia directamente. En mi opinión, las ideas populares de las hipótesis de simulación se cimientan ahí, esta hipótesis sostiene que toda la realidad, incluyendo a la Tierra y el universo, es en realidad una simulación artificial. Se vuelve evidente que, si nuestra percepción de la realidad física es tan frágil que puede replicarse a través de diferentes plataformas físicas, tal vez esta deja ver un profundo error sobre nuestra percepción de cuál es la “realidad base” de la existencia. La idea común y aceptada es que la existencia es física; cuando en realidad una comprensión más correcta de la realidad base revela que esta es en cambio un tipo de información relacionada.
La palabra “Dios” tiene aun más peso. La definición monoteísta común lo describe como un Creador todopoderoso y benevolente, pero cuando esta definición es examinada detalladamente no es suficiente para algunos, debido a una sencilla inconsistencia lógica y matemática.
Sin embargo, una revisión madura sobre la existencia de una deidad singular y definitiva nos lleva a comprender que tal entidad no podría estar contenida dentro de ninguna definición. En palabras de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe Bahá’í, Dios es “…santificado por encima de todos los atributos y consagrado por encima de todos los nombres”, El Libro Más Sagrado, p. 95.
En el mejor de los casos la palabra “Dios” puede servir solo como un puntero hacia el infinito, hacia aquella “esencia incognoscible”, que, cuando menos, funciona como fuente de toda la matemática, información y orden primario que subyace a la operación del universo. Mientras muchas de las personas de mentalidad secular prefieren dejar esta idea sin nombre o definición, los religiosos llaman a este puntero: “Dios”.
La ciencia moderna podría integrar muy cómodamente con el concepto de alma o consciencia eterna, además de la idea de la primacía del campo abstracto, espíritu e información generativa o “palabra de Dios”.
La separación entre las personas espirituales y las seculares sobre estos términos generalmente se relaciona con la palabra “Dios” y consiste en los niveles de abstracción debajo de su significado primario. La pregunta ahora es: ¿se ha manifestado o comunicado de alguna manera esta realidad superior con los humanos?
En cierto nivel, basados en nuestras definiciones de “palabra de Dios” como “información creativa”, la simple existencia de nuestra consciencia es prueba suficiente de esta, dado que representa la personificación misma de esta información creativa. Hasta donde sabemos, la consciencia humana es la máxima expresión de información creativa que hemos encontrado. Los humanos se convierten, en cierto nivel, en definición de lo que es conocido acerca de Dios. Esto nos hace regresar a la antigua idea que el hombre fue hecho “a imagen y semejanza de Dios” y lo invierte, los humanos representan el límite actual de lo que se conoce sobre Dios.
En las enseñanzas Bahá’ís, Bahá’u’lláh explica aún más esta idea al enseñar que entre los humanos existen seres extraordinarios quienes expresan un tipo supremo de consciencia. A estos individuos se les conoce como profetas o manifestaciones de Dios e incluyen mensajeros como Moisés, Jesús, Muhammad, Buda, Krishna y Bahá’u’lláh. Refiriéndose al propósito esencial de nuestra existencia y la relación de estos seres, Bahá’u’lláh explica:
«El propósito de Dios al crear al hombre ha sido y siempre será el permitirle reconocer a su Creador y alcanzar Su presencia. Todos los Libros celestiales y las importantes Escrituras divinamente reveladas dan testimonio inequívoco de este muy excelente objetivo, de esta meta suprema. Quienquiera haya reconocido la Aurora de la guía divina y haya entrado en Su sagrada corte se ha acercado a Dios y ha alcanzado Su Presencia, Presencia que es el verdadero Paraíso y de la cual las más sublimes mansiones del cielo son solo un símbolo»- Bahá’u’lláh, Pasaje de los Escritos de Bahá’u’lláh, p. 44.
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