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En 2016, los comandantes del Ejército de Estados Unidos y del Cuerpo de Marines declararon ante el Congreso que había llegado el momento de que las mujeres jóvenes se inscribieran en los futuros reclutamientos militares.
Ese testimonio se produjo tras la decisión del Pentágono de 2013 de abrir todos los puestos militares, incluidos los de las unidades de combate, a las mujeres. Desde entonces, varias mujeres se han convertido en soldados de combate en el ejército estadounidense.
¿Es una buena idea? ¿Deben las mujeres convertirse en soldados de combate – involuntariamente? Si tienes hijas, o si eres una hija, ¿cuál es tu postura al respecto?
Estos movimientos por parte del ejército de Estados Unidos han generado una enorme controversia y han encendido un debate permanente en la sociedad estadounidense. Hasta ahora, el Congreso no ha actuado sobre la recomendación del ejército de inscribir a las mujeres en el servicio militar obligatorio, pero actualmente, la Corte Suprema de Estados Unidos debe tomar la decisión final sobre un caso de un tribunal inferior que declaró inconstitucional el servicio militar obligatorio solo para hombres, porque excluye a las mujeres.
Esa decisión pendiente de la Corte Suprema enfrenta el sólido principio jurídico de la igualdad de derechos entre los sexos con la larga tradición de que los hombres y solo los hombres se conviertan en soldados de combate.
Por supuesto, las mujeres han entrado en el servicio militar desde hace mucho tiempo, pero sus funciones se han limitado normalmente a ocupaciones no relacionadas con el combate. Por ello, muchas personas creen que las mujeres no deberían estar sujetas a un servicio militar obligatorio si éste requiere que participen en el combate. De hecho, Abdu’l-Bahá, quien lideró a los bahá’ís del mundo, dio una charla en París sobre esta misma cuestión durante el periodo inmediatamente anterior al estallido de la Primera Guerra Mundial en Europa. Él dijo:
En esta Revelación de Bahá’u’lláh la mujer marcha a la par del hombre. En ninguna actividad se quedará atrás. Sus derechos son iguales en grado a los del hombre. Ella accederá a todas las ramas administrativas de la política. Alcanzará en todo un desarrollo tal, que llegará a ser considerada como la más elevada posición en el mundo de la humanidad, y tomará parte en todos los asuntos. Ten la seguridad. No te fijes en las condiciones actuales; en un futuro no lejano el mundo de la mujer llegará a ser completamente refulgente y glorioso. ¡Pues Su Santidad, Bahá’u’lláh, así lo ha deseado! Cuando se realicen elecciones, el derecho al voto será un derecho inalienable de la mujer, y la entrada de la mujer en todas las esferas de actividad humana es una cuestión irrefutable e incontrovertible. Ningún alma puede retardarlo o impedirlo.
Pero existen ciertos aspectos que no merecen la participación de la mujer. Por ejemplo, en el momento en que la comunidad adopta enérgicas medidas defensivas contra los ataques de los enemigos, las mujeres están exentas de los deberes militares. Puede suceder que en un momento determinado tribus salvajes y guerreras ataquen furiosamente a un cuerpo político, con la intención de exterminar totalmente a sus miembros; en tales circunstancias, la defensa es necesaria, pero es deber de los hombres organizar y ejecutar tales medidas defensivas, y no de las mujeres, pues sus corazones son tiernos y no pueden soportar el horror de la carnicería, aun cuando sea con fines defensivos. De éste y de otros compromisos similares las mujeres están exentas.
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Este fascinante principio de Abdu’l-Bahá precedió en más de un siglo a la comprensión científica contemporánea de los efectos del trauma de la guerra y el TEPT. Ahora sabemos que dicho trauma puede transmitirse a las futuras generaciones de niños de forma epigenética, y se está investigando para tratar de determinar cómo, y en qué medida, el daño psicológico y moral de la guerra pasa del genoma alterado por el trauma de la madre a los bebés en el útero.
También sabemos que la participación en situaciones de combate activo puede tener consecuencias de salud mental a largo plazo significativamente mayores para las mujeres que para los hombres. Como ejemplo, las mujeres veteranas militares tienen 2,2 veces más probabilidades de suicidarse que las mujeres civiles, según un amplio estudio del Departamento de Asuntos de los Veteranos Militares, mientras que la tasa de suicidio entre los veteranos varones era solo 1,3 veces mayor que la de los varones no veteranos.
Está claro que nuestras sociedades tienen que tomar una importante decisión: ¿Necesitaremos que las mujeres luchen en nuestras guerras? En la próxima entrega de esta serie, analizaremos si los hombres desean más la guerra que las mujeres, y veremos lo que las enseñanzas bahá’ís tienen que decir sobre ese fascinante tema.
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