Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En su libro místico Las Palabras Ocultas, Bahá’u’lláh confirmó que el Creador nos ama a todos con una inmensidad que no podemos comprender: «Amé tu creación, por eso te creé».
Después de todo, creen los bahá’ís, Dios creó un universo y un reino divino para que todos sus hijos y sus almas eternas pudieran crecer y desarrollarse. Esta idea está presente en todas las enseñanzas religiosas.
Sin embargo, a menudo resulta difícil comprender cómo podemos corresponder a este amor.
Podemos mostrar nuestro amor, en parte, desarrollando nuestra capacidad y disposición para servir, así como trabajando diligentemente para comprender al Creador a través de nuestra investigación independiente de Sus mensajeros y de los misterios de Su universo. A cambio, desarrollamos nuestras almas. Pero debe haber más formas de demostrar nuestro amor a Dios.
RELACIONADO: Atravesando los valles del amor
Si tenemos en cuenta que toda la humanidad es hija de Dios, entonces encontramos una pista sobre cómo amar a Dios a través del amor a la humanidad en «Los cinco lenguajes del amor», de Gary Chapman. Su libro explora cómo podemos mostrar nuestro amor y recibir amor de los demás. Además, podemos aumentar nuestra capacidad e inclinación a amar a Dios al ofrecer nuestro amor a través de estos cinco lenguajes del amor a un número mayor de personas. Si, al hacerlo, aumentamos nuestro deseo desinteresado de expresar amor a los demás, estaremos más cerca de comprender y expresar el amor que Dios siente por toda la humanidad.
Los cinco «lenguajes del amor»:
- Tiempo de calidad
- Contacto físico
- Actos de servicio
- Regalos
- Palabras de afirmación
En cada interacción a lo largo del día, ya sea con tus padres, tus hijos, tus amigos, tu vecino, el cartero, un enemigo, un compañero de trabajo o un extraño en la calle, e incluso contigo mismo, tienes la oportunidad de expresarte a través de uno de los cinco lenguajes del amor.
El Buda, antes de encontrar la iluminación, era un Samadhi que nunca mendigaba ni pedía comida, aunque la expectativa social de la época era la de alimentar a una persona religiosa. Así que, en lugar de esperar a que un mendigo te pidiera comida, si te acercabas a él y le preguntabas qué necesitaba, no qué deseaba, sino qué necesitaba, le quitabas la vergüenza de pedir.
Del mismo modo, todos tenemos necesidad de interacción social. Hoy en día, esa misma persona hambrienta pasaría por delante de cientos de personas cada día, a menudo sin querer mirarlas, por culpa o vergüenza por su situación, o quizá por nuestra propia vergüenza por no poder ayudarlas. Pero si en lugar de pasar de largo, les miráramos con amabilidad, les diéramos un apretón de manos, un abrazo, o nos sentáramos con ellos durante unos minutos y escucháramos su historia, tal vez nos ayudaría a ambos, simplemente compartiendo con ellos una palabra sincera u ofreciéndonos a ayudarles de alguna manera. ¿No mostrarían todos estos actos amor hacia ellos, y por tanto amor hacia Dios?
La misma lógica se aplica a tu familia. Pero si sólo muestras amor a tu familia inmediata, creas dentro de ti una barrera de nosotros contra ellos, donde tu afecto queda relegado a los que están conectados por sangre. Tus amigos, si les muestras suficiente amor, pueden ser elevados a la categoría de familia para ti. Un extraño, si le muestras suficiente amor, puede ser elevado a la categoría de familia para ti. Cualquier ser humano, animal, planta, o incluso mineral, al que muestres suficiente amor, a través de los cinco lenguajes del amor, puede ser elevado a la posición de familia dentro de tu corazón.
Evidentemente, cuantas más personas consideres familia, más cerca estarás de Dios, que creó a toda la familia humana. Ese es el mensaje esencial de las enseñanzas bahá’ís, que todos somos miembros de la familia humana. En una charla en París, Abdu’l-Bahá dijo:
Todos los seres humanos pertenecen a una misma familia; la corona de la humanidad descansa sobre la cabeza de cada persona. A los ojos del Creador, todos Sus hijos son iguales; Sus bondades se derraman sobre todos. Él no favorece a esta nación o a aquella otra, todas por igual son Sus criaturas. Siendo así, ¿por qué hacemos divisiones, separando a una raza de la otra? ¿Por qué creamos barreras de superstición y de tradición que provocan discordia y odio entre la gente? … Todos los pueblos y naciones son una sola familia, los hijos de un mismo Padre, y deberían ser uno para el otro como hermanos y hermanas.
Ahora que somos conscientes de ello, ¿a cuántas personas podemos dedicar tiempo de calidad cada día? ¿En qué consiste el tiempo de calidad? ¿Es ese primer «lenguaje del amor»? ¿Es sólo tiempo uno a uno? ¿O es el tiempo que se dedica al diálogo significativo y a la reflexión mutua? Cuando un profesor, ya sea espiritual o intelectual, ofrece sus conocimientos a un alumno, o a 30 alumnos, ¿es eso tiempo de calidad? Cuando preparas una comida para tu familia, o dedicas una hora más y unos cuantos dólares más a preparar comidas para tus vecinos, ¿no es a la vez un acto de servicio y un regalo?
RELACIONADO: Cómo definir los 4 tipos de amor
Cuando compartimos una sonrisa con un desconocido, este pequeño acto a menudo puede arrancarle una sonrisa a la otra persona. Mover algunos músculos más y hacerles un cumplido sobre algo, ya sea su pelo, su sonrisa, sus ojos radiantes, lo que llevan puesto, una virtud o cualidad que admiras en ellos, todo esto no requiere mucho esfuerzo –sin embargo, eleva la vibración del alma, y a cambio elevará la vibración de tu propia alma.
Cuando conocemos a alguien y le damos un apretón de manos, le mostramos respeto, la base del amor, a través del contacto físico. Sin embargo, si abrazamos a alguien, ambos liberamos la hormona del «sentirse bien» llamada oxitocina, que aumenta nuestros sentimientos de conexión, vínculo y confianza.
En su libro Las Palabras Ocultas Bahá’u’lláh dijo: «Tu corazón es Mi morada; santifícalo para Mi descenso. Tu espíritu es Mi lugar de revelación; purifícalo para Mi manifestación».
Existen muchas formas de expresar amor, y para acercarnos a Dios debemos acercarnos a toda Su creación. Principalmente, lo hacemos a través de expresiones de amor. Cuanto más podamos elevar la estación de toda la creación de Dios hasta nuestra más alta capacidad de amor, la de nuestra única familia humana, más cerca estaremos de Dios. El único reto, una vez que podamos hacerlo a nivel local, es encontrar la forma de ampliarlo para incluir a toda la humanidad y a todas las criaturas vivas, tal y como han hecho todos los mensajeros divinos antes que nosotros.
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo