Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Tu vida, como la mía, parece a veces un completo desorden, un embrollo? ¿Te preguntas cómo las cosas han llegado a ser así y qué se puede hacer para arreglarlas?
Uno de mis ensayos favoritos: Metalogue: ¿Por qué se enredan las cosas? –es un diálogo entre Gregory Bateson y su hija, en una colección de ensayos titulada Steps to an Ecology of Mind (Pasos hacia una ecología de mente). Un metalogo (meta + diálogo) es una conversación en la que la propia estructura de la conversación refleja el contenido que se está debatiendo.
Leí el ensayo de Bateson hace décadas y hace poco volví a leerlo, al recordar vívidamente la pregunta, pero no la respuesta de Bateson. Comienza así:
Hija: Papá, ¿por qué se desordena todo?
Papá: ¿Qué quieres decir? ¿Todo? ¿Desorden?
Hija: Bueno, la gente pasa mucho tiempo ordenando las cosas, pero parece que nunca dedica tiempo a desordenarlas. Parece que las cosas se desordenan solas. Y luego la gente tiene que volver a arreglarlas.
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Creo que el ensayo se me quedó grabado porque, en mi propia vida, el desorden parece omnipresente y misteriosamente automático. Va de lo mundano a lo estupendo. Por ejemplo, ¿cuántas mañanas entro en mi cocina y retrocedo, sorprendida por el desorden olvidado de la noche anterior? ¿Cómo me las arreglé para enviar un mensaje de texto que mi amigo interpretó como lo contrario de lo que yo quería decir? ¿Dónde están mis gafas? Luego está el libro que escribí y envié a una editorial interesada que, tras leerlo, respondió: «No sabemos de qué trata este libro».
Eso sí que es un embrollo.
En su ensayo, Bateson y su hija desmenuzan la pregunta inicial con ejemplos tontos como mezclar arena con azúcar y revolver letras para deletrear una palabra.
Al cabo de un rato, Bateson llega a la conclusión: el orden requiere esfuerzo, mientras que el desorden no. El orden es específico. Requiere intención y acciones específicas, mientras que el desorden abundante es fácil y está en todas partes. La hija de Bateson le acusa de ser un «corredor de apuestas» cuando finalmente traduce el problema a los términos más sencillos de la probabilidad: «Sé que hay infinitas formas de desorden, así que las cosas siempre irán hacia el desorden y la confusión».
Después de pensarlo un rato, tuve uno de esos momentos de «¡Ajá!
¡Orden! ¡Esa palabra! Pertenezco a una religión, la Fe bahá’í, cuyo fundador Baha’u’lláh la llamó «el nuevo orden mundial», y que se guía por instituciones elegidas democráticamente llamadas «el orden administrativo». Empecé a buscar citas sobre toda esta cuestión del orden y encontré una en el prefacio del Libro Más Sagrado de Bahá’u’lláh que lo explica en detalle:
Los rasgos distintivos del «nuevo Orden Mundial» se perfilan en los Escritos de Bahá’u’lláh y ‘Abdu’l-Bahá, así como en las cartas de Shoghi Effendi y la Casa Universal de Justicia. Las instituciones del Orden Administrativo bahá’í actual, las cuales constituyen la «base estructural» del Orden Mundial de Bahá’u’lláh, madurarán y evolucionarán hasta formar la Mancomunidad Mundial bahá’í. En este sentido, Shoghi Effendi afirma que el Orden Administrativo, «a medida que las partes que lo componen, sus instituciones orgánicas, comiencen a funcionar con eficiencia y vigor, hará valer su derecho y demostrará su idoneidad para ser reconocido no sólo como el núcleo, sino precisamente como el modelo del Nuevo Orden Mundial que está destinado, a su debido tiempo, a abarcar a la totalidad del género humano».
Así pues, para hacer realidad este nuevo orden mundial, los «componentes», las «cosas» de las que habla Bateson, tienen que «funcionar con eficacia y vigor» y acabar convirtiéndose tanto en el núcleo como en el patrón de un nuevo orden.
Bueno, me dije, eso va a costar trabajo.
Nada ordenado sucede por sí solo, como señaló Bateson. Entonces surgió en mi mente otra palabra de los escritos bahá’ís. La palabra «esforzarse». Sin » esfuerzo» las cosas inevitablemente «van hacia», como dijo Bateson, el embrollo que los escritos bahá’ís llaman «desunión».
Esforzarse es luchar con fuerza, trabajar, sudar y esforzarse, justo lo contrario de abandonar, rendirse, retirarse o darse por vencido. Cuando recuerdo mi cocina desordenada, el texto revuelto, las gafas perdidas y, sobre todo, mi intento fallido de escribir un libro, veo la causa de mi confusión: la falta de esfuerzo. Ese es el vicio: la falta de suficiente esfuerzo, concentración e intención. En cada uno de estos ejemplos, me cansé o me distraje. Me apresuré o simplemente me olvidé. No me esforcé lo suficiente.
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Bahá’u’lláh reveló oraciones para aquellos de nosotros que andamos por la vida a tropezones, necesitados de esforzarnos:
Vosotros que sois siervos de la raza humana, esforzaos con todo el corazón por rescatar a la humanidad de esta oscuridad y de estos prejuicios, los cuales pertenecen a la condición humana y al mundo de la naturaleza, para que la humanidad encuentre el camino hacia la luz del mundo de Dios.
Por lo tanto, oh amados del Señor y amigos de Dios, levantaos y, con todo el entusiasmo de vuestros corazones, con todo el fervor de vuestras almas, esforzaos por desplegar los estandartes de la unidad en el corazón del mundo y haced surgir, con fuerza intrépida, el océano de la unidad. Así puede el cuerpo de la humanidad ser liberado de la restricción de estas túnicas abigarradas y vestiduras remendadas, y ser adornado en su lugar con la vestidura santificada de la unidad. – [Traducción Provisional de Oriana Vento].
Abdu’l-Bahá también escribió oraciones de esfuerzo, incluyendo una de mis favoritas:
Por consiguiente, esforzaos para que vuestras acciones sean a diario hermosas oraciones. Volveos hacia Dios, y procurad hacer siempre aquello que es justo y noble. ¡Ayudad al pobre, levantad al caído, confortad al afligido, procurad remedio al enfermo, tranquilizad al temeroso, librad al oprimido, brindad esperanza al desesperad o, y albergue al desamparado!
Cuando todo este esfuerzo amenaza con agotarnos, los bahá’ís tienen incluso una oración para acordarse de orar, una oración para el «recuerdo de Dios»:
El recuerdo de Dios es como la lluvia y el rocío, que otorgan gracia y frescor a las flores y a los jacintos, reanimándolos y haciendo que adquieran aroma, fragancia y un renovado encanto. ’Y tú has visto la tierra reseca y estéril: mas cuando Nosotros derramamos la lluvia sobre ella, se vivifica y se hincha, produciendo toda clase de plantas exuberantes.’20 Esforzaos, pues, por alabar y glorificar a Dios día y noche, para que logréis frescor y belleza infinitas.
El esfuerzo espiritual es equivalente al esfuerzo que realizamos mientras confiamos en Dios para que nos proporcione la fuerza, la dirección y el ímpetu necesarios para lograr un cambio significativo. Los escritos bahá’ís lo dejan claro: no nos piden que tengamos todas las respuestas ni que seamos perfectos. Todos somos humanos y se espera de nosotros que metamos la pata, nos confundamos y fracasemos, pero que perseveremos a pesar de todo, confiando en Dios para que nos devuelva la fuerza y agudice nuestra determinación de traer un nuevo orden de paz, prosperidad, igualdad y justicia a este mundo tan desordenado y confuso.
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