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Ciencia

Más allá del nihilismo y el existencialismo: Encontrando sentido en la mortalidad

David Langness | Nov 11, 2024

PARTE 2 IN SERIES El día del juicio

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¿Es usted nihilista o existencialista? Estas filosofías se han convertido en conceptos dominantes del pensamiento moderno desde hace más de cien años, así que para tomar esa decisión, veamos primero sus definiciones.

Un nihilista, según el diccionario, sostiene «un punto de vista según el cual los valores y creencias tradicionales carecen de fundamento y la existencia carece de sentido y es inútil, y niega cualquier fundamento objetivo de la verdad y, especialmente, de las verdades morales». Los nihilistas sostienen que la inevitabilidad de la muerte hace que toda ambición en la vida carezca de sentido. Para un nihilista, la vida carece de significado inherente. La palabra raíz, nihil, significa «nada» en latín.

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Un existencialista, por otro lado, también cree que la vida no tiene un significado inherente, pero piensa que podemos y debemos crear nuestro propio significado. El diccionario define a un existencialista como «un individuo que vive en un universo insondable» – y «quien debe asumir la responsabilidad final de los actos de libre albedrío sin ningún conocimiento cierto de lo que es correcto o incorrecto o bueno o malo.» La palabra raíz, existente, se refiere al hecho de la existencia humana y a la idea de Sartre de que «la existencia precede a la esencia».

Ambas opciones suenan un poco sombrías, ¿verdad?

Eso es porque cada una de ellas basa su comprensión filosófica central en el simple hecho material de que los seres humanos existimos. Estos puntos de vista afirman que, sin más significado ni propósito que cualquier otro organismo, como un insecto o un organismo unicelular, somos el producto del azar biológico, lo que supuestamente hace que la vida en sí carezca por completo de sentido. Restringen la existencia humana únicamente a este mundo, sosteniendo que no existe ningún Creador y que nada más allá de lo que perciben nuestros sentidos físicos tiene alguna realidad.

Las enseñanzas bahá’ís presentan una perspectiva muy diferente.

Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe Bahá’í, escribió:

Has de saber, entonces, que el término “vida” tiene doble significado. El primero corresponde a la aparición del hombre en un cuerpo físico, cosa que es tan manifiesta … como el sol meridiano. Esta vida termina con la muerte física, que es una realidad ineludible, ordenada por Dios. No obstante, esa vida que se menciona en los Libros de los Profetas y de los Escogidos de Dios es la vida del conocimiento … Esta es la vida bendita y sempiterna que no perece: quien es vivificado por ella nunca morirá, sino que perdurará tanto como perdure Su Señor y Creador. – Las gemas de los misterios divinos, p. 23.

Tanto el nihilismo como el existencialismo se centran únicamente en el primero de esos significados: que cada uno de nosotros tiene una existencia física en un mundo material. Pero no tienen en cuenta el segundo significado de la vida: lo que las enseñanzas bahá’ís describen como «la vida del conocimiento», nuestro eterno viaje espiritual por todos los mundos de la existencia:

La primera vida, que pertenece al cuerpo físico, llegará a su fin, tal como ha revelado Dios: “Toda alma probará la muerte”; pero la segunda vida, que surge del conocimiento de Dios, no sabe de muerte, tal y como se ha revelado en otro tiempo… – Ibid, p. 23.

Abdu’l-Bahá, hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, explicó esta doble realidad en una carta que escribió en 1921 al eminente filósofo, científico y psiquiatra suizo Auguste Forel:

La consumación de este universo ilimitado con toda su grandeza y gloria ha sido el hombre mismo, que en este mundo del ser sufre y padece por un tiempo, con diversos males y dolores, y finalmente se disuelve, sin dejar rastro ni fruto tras de sí. Si así fuera, no hay duda de que este universo infinito con todas sus perfecciones ha terminado en farsa y engaño sin resultado, sin fruto, sin permanencia y sin efecto. Carecería por completo de sentido. [Traducción provisional]

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En esas dos frases, la carta de Abdu’l- Bahá al Dr. Forel resume con precisión el nihilismo, tal como fue defendido a finales del siglo XIX por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Pero luego continúa diciendo que los grandes filósofos antiguos como Sócrates y Platón estaban:

… convencidos de que no era así, de que este Gran Taller, con todo su poder, su desconcertante magnificencia y sus infinitas perfecciones, no podía acabar en la nada.

Luego expuso la filosofía bahá’í al Dr. Forel:

Así pues, es cierto que debe existir otra vida y, al igual que el reino vegetal ignora el mundo del hombre, nosotros tampoco conocemos la Gran Vida del más allá que sigue a la vida del ser humano aquí abajo. Nuestra incomprensión de esa vida, sin embargo, no es prueba de su inexistencia. El mundo mineral, por ejemplo, ignora por completo el mundo del hombre y no puede comprenderlo, pero la ignorancia de una cosa no es prueba de su inexistencia. Existen numerosas pruebas concluyentes que demuestran que este mundo infinito no puede terminar con esta vida humana.

En una carta anterior a un bahá’í, Abdu’l-Bahá formuló una importante pregunta retórica y la contestó mientras explicaba esta esperanzadora visión bahá’í:

Cuando mires a tu alrededor con ojo perspicaz, notarás que en esta tierra polvorienta toda la humanidad sufre. Aquí ningún hombre descansa como recompensa por lo que ha realizado en vidas anteriores; ni hay nadie tan dichoso como para aparentemente recoger el fruto de la angustia pasada. Y si la vida humana, con su ser espiritual, se limitara a este lapso terrenal, entonces ¿cuál sería la cosecha de la creación? De hecho, ¿cuáles serían los efectos y los resultados de la Divinidad misma? Si tal idea fuera cierta, todas las cosas creadas, todas las realidades contingentes y todo este mundo del ser carecerían de sentido. Dios nos libre de sostener semejante ficción y craso error.

Porque así como los efectos y los frutos de la vida uterina no se encuentran en ese lugar oscuro y estrecho, y sólo cuando el niño es transferido a esta amplia tierra se revelan los beneficios y usos del crecimiento y desarrollo en ese mundo anterior, así también la recompensa y el castigo, el cielo y el infierno, el desquite y la retribución por las acciones realizadas en esta vida presente, se revelarán en ese otro mundo del más allá. Y del mismo modo que, si la vida humana en el vientre materno se limitara a ese mundo uterino, la existencia allí carecería de sentido, sería irrelevante, así también, si la vida de este mundo, las acciones aquí realizadas y sus frutos, no se manifestaran en el mundo del más allá, todo el proceso sería irracional e ilógico.

Debemos morir, dicen las enseñanzas bahá’ís, para alcanzar esas recompensas eternas. Este hecho ineludible da un profundo sentido a nuestras vidas.

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