Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
La Asociación Americana de Psicología nos ha advertido recientemente de que la «ideología de la masculinidad tradicional» tiene efectos negativos en la salud mental y física, no sólo de los hombres, sino de todas las personas.
Entonces, ¿cuáles son esos rasgos de masculinidad tradicional y cómo podemos cambiarlos?
Cuando era pequeño, murió uno de mis familiares más queridos, una tía a la que quería mucho. Su muerte me entristeció enormemente y se me saltaron las lágrimas. Mi padre me vio llorar y me dijo secamente: «¡Los niños grandes no lloran!».
Aprendí una dura lección de aquel episodio, y esa lección ha tenido definitivamente un efecto negativo de por vida en mí: cuando ocurren tragedias, me cuesta expresar mi tristeza. Reprimo mis emociones estoicamente. No es voluntario, porque en realidad no quiero reprimir mis sentimientos; es un comportamiento aprendido a una edad temprana, que me inculcaron mis modelos masculinos cuando era joven y las expectativas de la sociedad sobre sus niños y hombres.
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Esa masculinidad tradicional, en sus formas más severas, prioriza la necesidad de control emocional. Sus normas hipermasculinas enseñan la dominación, la violencia, la misoginia, la autosuficiencia excluyente, la soledad, la competitividad, la búsqueda excesiva de estatus social y los comportamientos de exposición al riesgo.
Esas cosas matan a los hombres, y también a muchas mujeres.
La APA ha llegado a la conclusión de que los rasgos y normas asociados a la masculinidad tradicional conducen a problemas psicológicos como la depresión, el estrés, la dismorfia corporal, la escasa funcionalidad social, los trastornos por consumo de sustancias y el suicidio.
Las investigaciones demuestran sistemáticamente que cuando los adolescentes varones se adhieren a las normas de género masculinas estereotipadas, como no mostrar emociones, se enfrentan a más problemas de conducta interiorizados. Cuando los hombres reprimimos nuestras emociones, esos sentimientos reprimidos tienden a salir de golpe, como una explosión. Nos enseñan que una de las pocas emociones disponibles para los hombres es la ira, y eso no es bueno para nadie. Esta ideología de masculinidad tradicional tiene graves consecuencias perjudiciales no sólo para los individuos, sino para la sociedad en su conjunto.
Lo que puede ayudarnos a entender las razones por las que tres cuartas partes de los alcohólicos son hombres. Las muertes por drogadicción, accidentes de tráfico y violencia son predominantemente masculinas. En Estados Unidos, el 90% de las personas encarceladas son hombres. Los hombres representan menos de la mitad de la población mundial, pero cometen la mayoría de los delitos y con mucha diferencia. Casi todos los autores de tiroteos masivos son hombres. En la mayoría de los países, la tasa de suicidios masculinos es al menos el triple que la femenina.
Las enseñanzas bahá’ís ofrecen una nueva forma de ser para los hombres, en primer lugar, reclamando la igualdad absoluta de los sexos. En un discurso que pronunció en 1912 ante una federación de grupos de mujeres en Chicago, Abdu’l-Bahá explicó:
Cuando reflexionamos sobre los reinos de la existencia … no encontramos distinción o estimación de su superioridad o inferioridad entre macho y hembra. Entre la miríada de organismos de los reinos animal y vegetal el sexo existe, pero no existe diferenciación alguna en cuanto a la importancia relativa y valor en la ecuación de la vida. Si investigáramos imparcialmente encontraremos incluso especies en las cuales la hembra es superior o preferible al macho. Por ejemplo, existen árboles tales como la higuera en los cuales el macho no da frutos, en tanto que la hembra es fructífera. El macho de la palmera datilera no tiene valor mientras que la hembra produce abundantemente. Puesto que no encontramos base para la distinción o superioridad en los reinos inferiores de acuerdo a la sabiduría creadora, ¿es lógico o digno para el hombre hacer tal distinción con respecto a sí mismo? El macho del reino animal no se vanagloria de ser macho o superior a la hembra. En realidad, la igualdad existe y es reconocida. ¿Por qué debería el hombre, criatura superior y más inteligente, negar y privarse a sí mismo de esta igualdad de la que los animales gozan? Su más seguro índice y guía en cuanto a la intención creativa referente a él, son las condiciones y analogías de los reinos inferiores a él donde la igualdad de los sexos es fundamental.
Este nivel de igualdad entre los sexos implica un replanteamiento completo del modo en que nuestras culturas crían, educan y socializan a los hombres.
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Para los bahá’ís, la equidad de género significa igualdad en todas las esferas de la vida, empezando por el trabajo, las relaciones, la paternidad y la crianza de los hijos, las tareas domésticas, las finanzas y la espiritualidad. Esta equidad de funciones ayuda a aliviar las cargas injustas a las que ambos géneros se han enfrentado en el pasado, como indica claramente esta declaración de la Casa Universal de Justicia, el órgano de dirección de la Fe bahá’í elegido democráticamente:
Uno de los requisitos más importantes, aunque menos reconocido, para la paz es la emancipación de la mujer, la igualdad plena entre los sexos. La negación de tal igualdad perpetra una injusticia contra la mitad de la población del mundo y promueve en los hombres hábitos y actitudes dañinos que se llevan del seno familiar al lugar de trabajo, a la vida política y finalmente a las relaciones internacionales. No hay bases, morales, prácticas o biológicas, que justifiquen tal negación. Sólo cuando se incorpore a la mujer plenamente en todos los campos de la actividad humana, se creará el clima moral y psicológico en el cual podrá emerger la paz internacional.
La Casa Universal de Justicia, en su declaración de 1985 Promesa de Paz Mundial dirigida a los pueblos del mundo, también reafirmó en esa carta un principio bahá’í primordial: que la equidad entre los sexos conduciría inevitablemente a la paz mundial. Abdu’l-Bahá lo expresó de este modo:
Y sucederá que cuando las mujeres participen plena e igualmente en los asuntos del mundo, cuando entren en el terreno de las leyes y la política con confianza y capacidad, cesará la guerra…
Aunque algunos hombres temen este nivel de igualdad entre los sexos en la sociedad y en sus relaciones, en realidad ofrece a los hombres un alivio muy necesario de las cargas opresivas de la ideología tradicional de la masculinidad. Libera a los hombres de sus antiguos y onerosos papeles percibidos como únicos protectores y proveedores; permite a los hombres tener verdaderas relaciones de pareja con las mujeres en igualdad de condiciones materiales, intelectuales y espirituales; y da a los hombres la capacidad y el permiso para salir del estoicismo y expresar libremente sus emociones.
¿Suena bien, chicos? A mí, desde luego, sí.
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