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Espiritualidad

Oraciones al amanecer a través de Zoom: comenzando cada día espiritualmente

Mark Stone | Oct 17, 2020

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Mark Stone | Oct 17, 2020

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El día 11 de marzo de 2020, mientras preparaba mis instrumentos y esperaba enseñar mi primera clase como artista invitado en la Universidad de Wisconsin – Madison, me di cuenta de que algo no estaba bien.

Mientras me preparaba para enseñar, pude ver a todos los estudiantes mirando sus teléfonos con incredulidad. Acababan de recibir un mensaje de la universidad diciendo que las clases se suspenderían debido a la pandemia del coronavirus. Esa noche, recibí un mensaje similar de mi propia universidad.

Mientras las escuelas de todo el país se trasladaron a clases en línea y los negocios suspendieron sus operaciones, nuestra nación entera – no, el planeta entero – se puso de cabeza.

En ese momento, mientras nuestro mundo se paralizaba y parecía estar colgando del borde de un acantilado, me senté a almorzar con dos queridos amigos, uno de ellos un ex profesor. Seis meses más tarde, esa reunión para almorzar se siente suspendida en el tiempo, ya que los tres discutimos las aguas inexploradas que estábamos a punto de navegar. Durante nuestra reunión les dije: «Necesito parar en el Templo Bahá’í en mi viaje de regreso a Michigan». No tenía ni idea de los desafíos que enfrentaríamos. Todo lo que sabía era que necesitaba orar.

De camino al templo llamé a mi mentor, Marvin «Doc» Holladay. Le hice una broma a Doc, quien ahora tiene más de 90 años, de que, dado que nació después de la pandemia de la gripe de 1918, no podría buscar su consejo en la situación actual. Él respondió, «Vas a tener que dirigirte directamente al Creador para este caso».

La Casa de Adoración Bahá’í en Wilmette, Illinois, a las afueras de Chicago.

Cuando llegué a Wilmette, Illinois, ese viernes, entré en el santuario de la Casa de Adoración Bahá’í y oré de una forma como nunca antes lo había hecho. La primera vez que estuve solo en ese enorme y poderoso espacio sagrado, las lágrimas corrieron por mis mejillas mientras recitaba varias oraciones bahá’ís de memoria. Entonces empecé a leer todas las palabras ocultas de Bahá’u’lláh. Cada uno de los muchos aforismos cortos en ese hermoso libro resonaron dentro de mí con una nueva profundidad y me dieron tanto consuelo como fuerza:

¡Oh hijo de la expresión! Tú eres Mi fortaleza; entra en ella para que estés a salvo. Mi amor está en ti, conócelo, para que Me encuentres cerca de ti.

¡Oh hijo del ser! Tú eres Mi lámpara y Mi luz está en ti. Obtén de ella tu resplandor y no busques a nadie sino a Mí. Pues te he creado rico y he derramado generosamente Mi favor sobre ti.

¡Oh hijo del espíritu! Te creé rico, ¿por qué te reduces a la pobreza? Te hice noble, ¿por qué te degradas a ti mismo? De la esencia del conocimiento te di el ser, ¿por qué buscas esclarecimiento en alguien fuera de Mí? De la arcilla del amor te moldeé, ¿cómo puedes ocuparte con otro? Vuelve tu vista hacia ti mismo, para que Me encuentres estando firme dentro de ti, fuerte, poderoso y autosubsistente.

No quería salir del templo, y a veces en los últimos seis meses, he deseado seguir meditando allí. Sin embargo, sabía que necesitaba llevar la calma que sentía en ese espacio sagrado de vuelta al mundo. Mientras me preparaba para salir, me pareció oír una voz que me decía, «Sabes, ¡puedes hacer esto en cualquier lugar!».

Cuando llegué a casa, volví a llamar a Doc. «Tenemos que empezar a hacer oraciones juntos cada mañana», le dije. Entonces creé una cuenta de Zoom y envié un correo electrónico a unos cuantos compañeros bahá’ís, junto con familiares y amigos de otras religiones, invitándoles a todos a compartir juntos oraciones al amanecer.

He continuado con estas oraciones todas las mañanas durante los últimos seis meses. A lo largo de este tiempo, muchos amigos se han unido a nosotros para empezar el día juntos en oración y reflexión. Estas oraciones han transformado mi vida y me han sostenido durante lo que ha sido un período increíblemente turbulento. También han tenido un profundo efecto en mi familia y mis amigos participantes. A través del fuerte brillo azul de nuestros computadores, tabletas y teléfonos, hemos reído juntos, llorado juntos y orado juntos. Las palabras de guía y consuelo de muchos credos diferentes nos han hecho avanzar y nos han fortalecido al tiempo que nos enfrentamos a la histórica pandemia del racismo. Al enfrentarnos a la enfermedad, a los disturbios y a otros desafíos, nuestras oraciones nos han dado esperanza y coraje. Este pasaje de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe Bahá’í, explica cómo el poder de la oración puede funcionar:

Entona, oh Mi siervo, los versículos de Dios que has recibido, como son entonados por aquellos que se han acercado a Él, para que la dulzura de tu melodía encienda tu propia alma y atraiga los corazones de todos. Siempre que alguien recite en la intimidad de su aposento los versículos que Dios ha revelado, los ángeles esparcidores del Todopoderoso difundirán por doquier la fragancia de las palabras emanadas de su boca, y harán que palpite el corazón de toda persona recta. Aunque al principio permanezca inconsciente de su efecto, sin embargo, la virtud de la gracia que le ha sido concedida debe necesariamente ejercer tarde o temprano influencia sobre su alma. Así han sido decretados los misterios de la Revelación de Dios en virtud de la Voluntad de Aquel que es la Fuente de poder y sabiduría.

Recientemente la Universidad de Oakland, donde enseño, reanudó la enseñanza presencial con ciertos límites. Al comenzar el nuevo semestre y regresar al trabajo, había planeado descontinuar nuestras oraciones diarias matutinas. Sin embargo, rápidamente me di cuenta de que no podía parar y tampoco quería hacerlo. Así como alimento mi yo físico con la alimentación, el ejercicio y el sueño, también debo continuar alimentando mi yo espiritual con la oración y la meditación cada mañana.

De hecho, nuestras continuas oraciones matutinas me han ayudado en la transición de vuelta al aula.

Incluso pude incorporar muchas oraciones en un concierto al aire libre que presenté la semana pasada en la universidad. Antes de cada una de las selecciones musicales que compartí, también leí una de mis oraciones favoritas. Estas oraciones le dieron a nuestra reunión, que fue el primer evento público en mi escuela en seis meses, mayor profundidad y significado, a la vez que elevaron mi actuación musical.

Esta semana, Doc está mudándose de las montañas de Ecuador, donde vive cerca de Quito, a la ciudad costera de Manta. Me llamó ayer para decirme que desafortunadamente, necesita tomarse una semana fuera de nuestro grupo de oración mientras se muda. Escuchando el arrepentimiento en su voz, de repente me di cuenta de que, aunque ya es un veterano bahá’í de 90 años, nuestras oraciones diarias han tenido un impacto igualmente poderoso en su vida.

Le dije a Doc que no se preocupara, que se tomara su tiempo y se instalara en su nuevo hogar. Seguiremos estando allí cada mañana en Zoom, esperando a que vuelva y comencemos nuestro día orando juntos.

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