Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Nuestra cultura sigue luchando por responder a una pregunta muy básica: ¿Cuándo comienza la vida? Analicemos la ciencia, así como los aspectos morales y espirituales de la cuestión, y veamos si podemos resolverla juntos.
Una forma fascinante de empezar a pensar en esta cuestión aparece en los escritos de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, quien escribió:
Has de saber que el alma que es común a todos los hombres aparece después de la mezcla de las cosas después de su maduración, como lo observas en el germen: una vez que se ha desarrollado hasta su fase predestinada, Dios manifiesta el alma que se hallaba latente en él.
Este pasaje, escrito a mediados del siglo XIX, ofrece un notable y premonitorio nivel de comprensión no solo de cómo surge la realidad espiritual de cada ser humano, sino de la propia ciencia de la concepción. Sin embargo, puesto que Bahá’u’lláh también enseñó el principio primordial bahá’í de la armonía entre ciencia y religión, consideremos primero la ciencia y una definición importante.
La vida, dice el diccionario Webster, es «aquella propiedad de las plantas y los animales que les permite crecer». En general, la ciencia concuerda, definiendo la vida como el potencial para desarrollarse.
La vida es también esa cualidad difícil de definir, especialmente en los seres humanos, ya que nos confiere la conciencia, a la que algunos llaman alma. A pesar de muchos intentos, nuestras avanzadas ciencias aún no han encontrado la forma de crear vida, una de las razones por las que muchos la consideran algo sagrado.
¿Comienza nuestra vida con la concepción?
La vida humana, según la mayoría de los científicos, comienza cuando el espermatozoide fecunda el óvulo y da origen a un nuevo individuo. He aquí una de las definiciones científicas aceptadas, extraída del famoso libro de texto Essentials of Human Embryology del Dr. Keith Moore:
El desarrollo humano comienza tras la unión de gametos masculinos y femeninos o células germinales durante un proceso conocido como fecundación (concepción).
La fecundación es una secuencia de acontecimientos que comienza con el contacto de un espermatozoide con un ovocito secundario y termina con la fusión de sus pronúcleos (los núcleos haploides del espermatozoide y el óvulo) y la mezcla de sus cromosomas para formar una nueva célula. Este óvulo fecundado, conocido como cigoto, es una célula diploide de gran tamaño que constituye el principio o primordio de un ser humano.
Otro texto médico estándar –Embriología y Teratología Humanas– define el comienzo de la vida humana de esta manera: «Aunque la vida humana es un proceso continuo, la fecundación es un hito crítico porque, en circunstancias ordinarias, se forma así un nuevo organismo humano genéticamente distinto».
La declaración oficial sobre el tema del Colegio Americano de Pediatras dice:
El predominio de la investigación biológica humana confirma que la vida humana comienza en el momento de la concepción: la fecundación. En el momento de la fecundación, el ser humano surge como un organismo humano vivo, cigótico, completo, genéticamente distinto e individualizado, miembro de la especie Homo sapiens, que solo precisa del entorno adecuado para crecer y desarrollarse.
La concepción como proceso, no como acontecimiento
A pesar de lo que muchos puedan pensar, la concepción no es un acontecimiento único que se produce en el momento en que el espermatozoide y el óvulo se encuentran. La concepción es un proceso, y bastante extenso. Comprender la biología real de la concepción puede ayudarnos a apreciar su complejidad y el asombroso milagro cotidiano que representa.
Para concebir, el espermatozoide fecunda el óvulo, no inmediatamente, como algunos creen, sino aproximadamente una hora después del acto sexual. Un espermatozoide atraviesa la membrana protectora que rodea al óvulo, denominada cumulus oophorus, y el núcleo del espermatozoide busca entonces el núcleo del óvulo para fecundarlo. Cuando los dos núcleos del óvulo y del espermatozoide se fusionan, la combinación crea una nueva vida, pero no de inmediato, como se cree popularmente.
Este proceso, como todos los procesos de crecimiento y desarrollo, ocurre gradualmente. Durante las primeras 12 horas aproximadamente, ese óvulo fecundado sigue siendo una sola célula –lo que se conoce como cigoto– durante aproximadamente medio día. Durante ese tiempo, y dentro de ese cigoto unicelular, comienza a producirse la integración del ADN de ambos progenitores en el núcleo de la célula.
Varias horas después, el cigoto se divide de una célula en dos. Unas 15 horas después de esa división celular inicial, las dos células vuelven a dividirse para convertirse en cuatro. Tres días después, el óvulo fecundado, que ya no es un cigoto, se ha convertido en una bola sólida de 16 células que forman una estructura llamada mórula, que en latín significa morera, porque se parece al fruto en miniatura de la morera.
A continuación, durante los primeros 8 ó 9 días desde que se produce la concepción, la mórula que formará finalmente al embrión –junto con la estructura hueca en la que se han dispuesto esas células, llamada blastocisto– es transportada lentamente por la trompa de Falopio hacia el útero. La implantación del embrión en la pared uterina, necesaria para su nutrición continua y su propia supervivencia, se produce normalmente entre 6 y 12 días después de la fecundación.
En ese momento comienza oficialmente el embarazo.
Muchas cosas pueden salir mal durante este proceso, y a menudo salen mal. El óvulo fecundado puede crecer de forma inadecuada, adherirse a la trompa de Falopio (lo que se denomina embarazo ectópico) o no implantarse en el revestimiento del útero, lo que provoca que el blastocisto expire por falta de nutrición. Esto ocurre a menudo. Normalmente, de cada 10 óvulos fecundados, aproximadamente la mitad –entre 4 y 6– no se implantan en la pared uterina y por tanto no producen un embarazo. Al tratarse de una parte normal del proceso, estas pérdidas de óvulos fecundados no se consideran abortos espontáneos.
Todo esto ilustra un hecho biológico evidente: la concepción lleva su tiempo, e implica un proceso paso a paso más que un acontecimiento único.
¿Cuándo nace el alma?
La ciencia ya puede determinar con precisión los parámetros del desarrollo físico de un nuevo ser humano en el útero, pero solo la religión puede decirnos cuándo comienza el alma.
Las enseñanzas bahá’ís afirman –al igual que las enseñanzas de la mayoría de las religiones del mundo– que la vida comienza durante el proceso de concepción. Como dijo Bahá’u’lláh, el alma “… aparece después de la mezcla de las cosas después de su maduración”.
Esto indica que el alma humana no se forma inmediatamente, sino que experimenta un proceso gradual, no muy distinto al proceso físico de la concepción.
Puesto que nuestras almas, desde una perspectiva bahá’í, no son físicas, el alma no «entra» en el cuerpo, sino que funciona como una esencia singular que nos confiere individualidad y capacidad para crecer espiritualmente. En su libro Contestación a unas preguntas, Abdu’l-Bahá explicó:
Hay quienes piensan que el cuerpo es la esencia, que existe por sí solo, y que el espíritu es accidental y depende de la esencia del cuerpo. La realidad, por el contrario, es que el alma racional es la esencia, y que el cuerpo depende de ella. Si el accidente –es decir, el cuerpo– es destruido, la esencia o espíritu, subsiste.
En segundo lugar, el alma racional, es decir el espíritu humano, no desciende sobre el cuerpo, esto es no entra en él, pues descenso e ingreso son propiedades físicas de las que el alma racional está exenta.
El espíritu nunca ha entrado en este cuerpo … Por el contrario, el alma racional es esa esencia por medio de la cual existe el cuerpo. La personalidad del alma racional existe desde su origen; no es consecuencia de la mediación del cuerpo.
Por supuesto, esto significa que la desaparición del cuerpo físico no puede destruir nunca el alma, que el alma es lo que nos define como humanos. Si es así, ¿en qué circunstancias podría una mujer plantearse el aborto? En el próximo ensayo de esta breve serie exploraremos las enseñanzas bahá’ís sobre este tema tan difícil y polarizante.
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