Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Muchos ensayos, blogs, libros y podcasts nos dan consejos sobre cómo vivir y ser felices en nuestra vida terrenal, pero ¿alguien ha pensado alguna vez en cómo morir de una forma feliz?
La noción del ser físico en nuestra cultura parece tan fuerte que muchos optan por no pensar en la muerte, y mucho menos hablar de ella.
Sin embargo, para los bahá’ís, tanto la vida como la muerte retratan un mundo conectado. Ambas son importantes. Ambas deben tener sentido y propósito. Los bahá’ís creen que la muerte es un paso hacia una nueva vida, que el alma continúa su vida tras la partida de su templo corporal y que el crecimiento espiritual humano continúa en el otro mundo. De hecho, los bahá’ís esperan con alegría el final de esta vida física.
En su libro Las palabras ocultas, Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, dijo: «He hecho de la muerte una mensajera de alegría para ti».
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Tras la pérdida de mi padre, sufrí y me afligí, así que me puse a escribir mis recuerdos sobre su vida para sobrellevar mi pérdida. Pasó por muchas penurias en su vida debido a su amor por la fe bahá’í, incluida la pérdida de la vista a causa de las torturas sufridas durante su confinamiento en solitario en la prisión de Evin, en Teherán. Pero a pesar de ser torturado y cegado, mi padre nunca perdió la alegría de vivir. Al igual que multitud de bahá’ís perseguidos, él tampoco aceptó nunca el manto del victimismo y nunca dejó que su corazón se apoderara del resentimiento hacia sus opresores. Murió en completa paz.
Me preguntaba una y otra vez cómo pudo mantenerse tan resistente y alegre hasta los últimos momentos de su vida a pesar de todo el sufrimiento que padeció.
Yo, como muchos, anhelo poseer esa paz interior al final de mi vida terrenal. ¿Pero cómo?
En mi búsqueda de respuestas me encontré con otro pasaje de Las palabras ocultas de Bahá’u’lláh, que revela dos conceptos sobre cómo vivir y cómo morir:
¡Oh compañero de Mi Trono!
No escuches lo malo ni lo mires, no te degrades a ti mismo, ni suspires ni llores. No hables lo malo, para que no lo oigas decir a ti, y no agrandes las faltas de los demás para que tus propias faltas no parezcan grandes; y no desees la degradación de nadie, para que no se exponga tu propia degradación. Vive pues los días de tu vida, que son menos que un momento efímero, con tu mente limpia, tu corazón inmaculado, tus pensamientos puros y tu naturaleza santificada, para que libre y contento te desprendas de este cuerpo mortal, te dirijas al paraíso místico y habites en el reino eterno para siempre.
Considero este pasaje de Las palabras ocultas como una receta para una vida y una muerte alegres, felices y satisfactorias. Puede servir como modelo para que un alma espiritual fusione el viaje de esta vida con el de la siguiente.
En esta cita, Bahá’u’lláh toma al alma buscadora en su confianza y le desvela una notable verdad espiritual: el efecto de nuestro comportamiento en este mundo sobre el final de nuestras vidas y nuestro paso a la otra vida.
La primera parte nos dice qué caminos no debemos tomar, en qué comportamientos no debemos embarcarnos y qué debemos evitar diligentemente. Bahá’u’lláh continúa con las consecuencias de este patrón de comportamiento negativo, que nos advierte de no adoptar. Revela que hablar mal de los demás se vuelve contra nosotros. Magnificar las faltas de los demás acaba con la exposición de nuestras propias faltas, las faltas que hacemos todo lo posible por no divulgar.
Entonces Bahá’u’lláh testifica que abstenerse de cada uno de esos actos cambia la lente a través de la cual miramos el mundo. En su lugar, podemos vivir nuestras vidas, que, por cierto, son muy, muy cortas, con cualidades y virtudes excelentes. Así, al no realizar ciertos actos, nuestra mente, nuestro corazón, nuestros pensamientos y nuestra naturaleza se vuelven intachables, inmaculados, puros y santificados. Estas condiciones son la consecuencia de no hacer en lugar de hacer.
La pregunta sigue siendo: si «no escuchamos lo malo», «no vemos lo malo» y «no hablamos lo malo», ¿qué es exactamente lo que debemos escuchar, ver y hablar? Las enseñanzas bahá’ís dejan claro que existe una relación entre nuestras acciones en este mundo y nuestro crecimiento espiritual en el otro. Cuando lleguemos al final de nuestra vida en este plano de existencia, y hagamos la transición llamada muerte a ese próximo plano espiritual, ¿llevaremos una pesada carga de equipaje emocional, psicológico y espiritual? ¿Llevaremos el karma de nuestros propios actos autodestructivos?
Esto es importante porque vemos cómo Bahá’u’lláh quiere que dejemos este mundo cuando utiliza dos palabras cargadas de significado: «libres y contentos». Pero, ¿libres de qué y contentos con qué?
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En uno de los pasajes más exquisitos escritos por Bahá’u’lláh, aprendemos a vivir con alegría y exaltación durante toda nuestra vida. A través del sacrificio que decidió asumir, Bahá’u’lláh ha liberado una redención universal en el mundo del ser, diciendo que él:
… ha consentido ser encadenado para que la humanidad sea liberada de su cautiverio, y ha aceptado ser encarcelado en esta muy poderosa Fortaleza para que todo el mundo logre la verdadera libertad. Ha apurado la copa del dolor para que todos los pueblos de la tierra alcancen felicidad perdurable y sean colmados de alegría.
Podríamos decir que ser libre es, en efecto, tener verdadera libertad de la esclavitud del yo inferior, que enjaula al alma, y estar contento es tener alegría permanente, que resulta de que el alma perciba el amanecer de una primavera espiritual. Queda a nuestra elección, por supuesto, reclamar este don de alegría, liberación y exaltación y redimirnos en nuestra propia realidad.
Inspirada por los poderosos pasajes de los escritos bahá’ís, y por la ecuanimidad y la gracia espiritual de mi padre, me encuentro tratando de ver el bien en todos, deseando alinearme con la Voluntad de Dios, Quien quiere que deje este mundo libre y contenta.
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