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¿Por qué deberíamos preocuparnos por la naturaleza?

Deborah Clark Vance | Ago 6, 2021

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Deborah Clark Vance | Ago 6, 2021

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Cuando nos mudamos a Cincinnati, al principio no éramos conscientes de su vibrante comunidad interreligiosa. Pero poco después de mudarnos, asistí a una vigilia de oración interconfesional en un parque en la que, agrupados con miembros de nuestras respectivas confesiones, nos pusimos en un gran círculo para compartir oraciones.

Cuando el círculo se disolvió, una mujer me tocó en el hombro y me dijo: «¿Eres bahá’í? Soy la hermana CJ».

Resulta que había sido la representante de los católicos en la ONU para el medio ambiente, pero no tenía oficina allí. La Comunidad Internacional Bahá’í también tiene un puesto en la ONU, y la invitó a compartir su oficina con ellos. «Tengo una debilidad en mi corazón por los bahá’ís», dijo. Se había trasladado a Cincinnati para dirigir un ministerio de las Hermanas de la Caridad llamado EarthConnection, cuyo objetivo es educar sobre espiritualidad y sostenibilidad. Al otoño siguiente, CJ organizó una serie de charlas sobre el cuidado de la creación a través de los ojos de diferentes religiones, y me invitó a hablar sobre las enseñanzas bahá’ís acerca de la espiritualidad y el medio ambiente.

En mi charla expuse la idea de que la ciencia y la religión son dos enfoques del conocimiento: La ciencia sin religión tiende al materialismo, y la religión sin ciencia puede caer en la superstición. Luego consideré cómo los bahá’ís perciben una interconexión entre los mundos humano y natural en lugar de tener un dominio otorgado por Dios sobre la creación. Cité a Abdu’l-Bahá, el hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, el fundador de la fe bahá’í: «… todos los seres están unidos entre sí como una cadena, y la ayuda mutua, el apoyo y la interacción son algunas de sus propiedades intrínsecas y constituyen la causa de su formación, desarrollo y crecimiento».

Expliqué que podemos visualizar este principio de reciprocidad natural entendiendo que las plantas necesitan el CO2 producido por los animales, que necesitan el O2 que producen las plantas.

Como humanos tenemos una relación especial con la naturaleza. Al igual que los animales, nuestro cuerpo obedece las leyes de la naturaleza; a diferencia de los animales, nuestra mente está desinhibida, lo que nos permite opciones que no están al alcance de los reinos vegetal y animal. Esta relación conlleva una responsabilidad. Aunque el desarrollo material nos ha liberado de la vida que llevan la mayoría de los mamíferos, Bahá’u’lláh dijo: «Si es llevada a exceso, la civilización resultará ser una fuente de maldad tan prolífica como lo fue de bondad cuando era mantenida dentro de las restricciones de la moderación».

El Báb, predecesor y heraldo de Bahá’u’lláh, aconsejaba que todas las acciones deben realizarse como «… un regalo ofrecido a Dios… con un espíritu de total desprendimiento y servidumbre y que… ningún comportamiento se convierte en una acción real a menos que se realice por amor a Dios». Como Dios nos creó de la nada y no espera ninguna recompensa, debemos cuidar la creación como un acto de devoción y administración responsable.

En ese mismo espíritu, Abdu’l-Bahá señaló que:

… la cooperación y la reciprocidad en los órdenes superiores son mayores que las que existen a niveles de órdenes inferiores. Por ejemplo, las señales evidentes de esta realidad son más discernibles en el reino vegetal que en el mineral y todavía más manifiestas en el mundo animal que en el vegetal.

Del mismo modo, el Báb dijo que la humanidad y el mundo natural están interconectados, y que debemos ayudar a «todas las cosas» a alcanzar su perfección: «Ninguna cosa creada alcanzará jamás su paraíso a menos que aparezca en su mayor grado de perfección prescrito». El Báb ordenó a todas las personas que se protegieran contra la mercantilización del fuego, el aire, el agua y la tierra:

Nada es más querido ante Dios que mantener el agua en un estado de máxima pureza, hasta el punto de que si un creyente se diera cuenta de que el vaso de agua que tiene en la mano ha pasado por alguna parte impura de la tierra, se sentiría apenado. [Traducción provisional por Oriana Vento]

El Báb también escribió que todas las cosas deben convertirse en un espejo del amor de Dios. Describió la naturaleza como dotada de derechos morales y significado espiritual, y que debemos respetar las realidades de las cosas: «Cada cosa dentro de su propia estación anhela alcanzar el máximo de excelencia en su propio nivel». Nosotros también deberíamos reflejar la perfección de la obra de Dios en nosotros mismos, y ayudar a la naturaleza a alcanzar su perfección.

Todas estas enseñanzas espirituales piden a los bahá’ís que tengan una actitud humilde hacia la creación, y que valoren y respeten la naturaleza. Bahá’u’lláh escribió:

Todo hombre de discernimiento, al tiempo que camina sobre la tierra, en verdad se siente avergonzado, puesto que sabe perfectamente que aquello que es la fuente de su prosperidad, su riqueza, su fortaleza, su exaltación, su progreso y poder, tal como lo ha ordenado Dios, es la tierra misma que hollan los pies de todos los hombres.

Todo lo que necesitamos viene de la Tierra, y la Tierra será nuestra tumba. Dependemos especialmente del mundo vegetal. De hecho, las enseñanzas bahá’ís reconocen la agricultura y la producción de alimentos como asuntos de importancia primordial. La ciencia está de acuerdo: la investigación muestra cada vez más la necesidad de vigilar la pureza del agua y el suelo de los que dependen las plantas y que finalmente consumimos. La preocupación por la salubridad de los alimentos producidos por la agricultura industrial ha hecho que crezca el interés por modelos alternativos de producción de alimentos. Abdu’l-Bahá señaló en su libro contestación a unas preguntas que «… es evidente que las enfermedades pueden curarse por medio de frutas y otros alimentos. Pero como la ciencia de la medicina aún no se ha perfeccionado, este hecho no se ha comprendido por completo». Al igual que la misericordia y la compasión deben mostrarse con los seres humanos, la fe bahá’í prohíbe la crueldad con los animales. Una forma de mostrar misericordia y compasión hacia los animales es no sacrificarlos para alimentarse. Los bahá’ís no tienen restricciones dietéticas, y dependen de su propia conciencia individual para decidir qué comer, pero Abdu’l-Bahá dijo: «El alimento del futuro serán frutas y cereales. Llegará un tiempo en que no se comerá carne…».

Examinando el mundo con el ojo de la justicia, podemos ver cómo los problemas medioambientales representan síntomas de desequilibrios sociales: los más enfermos por la contaminación y los más vulnerables al cambio climático suelen ser los pobres. Además, la pandemia ha despertado al mundo a la necesidad de fortalecer nuestras interconexiones y establecer nuestra unidad, como escribió Abdu’l-Bahá:

Ninguno puede ya bastarse a sí mismo, por cuanto los lazos políticos unen a todas las naciones y pueblos, y cada día se fortalecen más los vínculos del comercio y la industria, de la agricultura y la educación. Por tanto, la unidad de toda la humanidad puede lograrse en este día.

Las enseñanzas bahá’ís dejan claro que el mundo necesita una forma de gobierno mundial para aplicar soluciones globales como la gestión de los recursos de la Tierra para el bien de todos. Bahá’u’lláh lo expresó de esta manera «El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad son inalcanzables, a menos que su unidad sea firmemente establecida». Una mayor conciencia de nuestra interconexión como una sola familia humana ayudará a replantear nuestras concepciones y a reorientar nuestras actividades. Al igual que reformamos nuestra vida interior, escribió Abdu’l-Bahá, deberíamos abordar el medio ambiente con el mismo cuidado y respeto:

…mientras los avances materiales, los logros físicos y las virtudes humanas no sean fortalecidos por las perfecciones espirituales, las cualidades brillantes y las características de la misericordia, no saldrá de ellos ningún fruto ni resultado, ni se logrará la felicidad del mundo de la humanidad, que es el objetivo final.

Tras mi charla, CJ se refirió a la reciente encíclica del Papa Francisco Laudato Si’: Sobre el cuidado de nuestra casa común y exclamó: «¡Bahá’u’lláh se adelantó cien años al Papa!».

Al otoño siguiente, volví a EarthConnection para escuchar otra charla sobre el tema. Cuando quedó claro que el orador de la noche no iba a venir, CJ me preguntó si podía repetir mi charla. Había guardado mis PowerPoints y podía acceder a mi versión electrónica a través de las maravillas de Internet, así que hablé a un nuevo público. Volví a dar mi charla, haciendo hincapié en que al cuidar la Tierra, según las enseñanzas bahá’ís, debemos proceder con moderación, preservando el orden natural de la interdependencia y la biodiversidad incluso cuando la naturaleza evoluciona.

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