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En 1914, justo antes de los primeros bombardeos de la Primera Guerra Mundial, un curioso le preguntó a Abdu’l-Bahá: «¿Cómo puede lograrse la paz universal?». Abdu’l-Bahá sorprendió a sus oyentes con su respuesta.
Abdu’l-Bahá esbozó tres propuestas inéditas:
- los bancos no deben prestar dinero a las naciones en guerra;
- las empresas de transporte no deben trasladar armas y municiones a ningún lugar;
- y, por último, los soldados deben exigir a sus líderes una justificación clara y convincente para la guerra que van a librar, antes de disparar el primer tiro.
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Si alguna de estas tres condiciones hubiera ocurrido en el período previo a aquella «guerra que acabaría con todas las guerras», su carnicería nunca habría ocurrido.
Abdu’l-Bahá comenzó diciendo: “Los ideales de la paz se tienen que nutrir y extender por los habitantes del mundo; debe instruirse en la escuela sobre la Paz y los males de la guerra”.
Luego enumeró, una por una, sus propuestas reformistas:
Primero: Las financieras y los bancos deben desistir de prestar dinero a cualquier Gobierno que proyecte librar una guerra injusta contra una nación inocente.
Históricamente, esto no habría tenido precedentes. Normalmente, los mayores bancos del mundo prestaban dinero a los gobiernos para financiar los costes de la guerra, y antes de la Primera Guerra Mundial, cinco de esas grandes instituciones -Barings, Kleinworts, Morgans, Rothschilds y Schröders; y las tres mayores entidades financieras del mundo en ese momento, los bancos cotizados en bolsa Lloyds, Midland y Westminster- creyeron que podían ganar dinero con la guerra que se avecinaba cobrando tipos de interés rentables en los préstamos a los distintos gobiernos. Alentaron activamente a los líderes políticos a involucrar a sus países en la guerra.
La siguiente propuesta de Abdu’l-Bahá fue igualmente radical:
Segundo: Los presidentes y directivos de los ferrocarriles y compañías navales deben negarse a transportar municiones de guerra, máquinas infernales, rifles, cañones y pólvora de un país a otro.
En aquella época, la mayor parte de las mercancías se transportaban por ferrocarril y por barco, por lo que las grandes empresas de transporte también consideraban que la guerra era un negocio muy rentable. Las principales líneas de suministro de tropas, armas y municiones dependían del transporte ferroviario, y si los ferrocarriles se hubieran negado a trasladar el material de guerra, podrían haber detenido las hostilidades de forma muy eficaz.
Pero la tercera propuesta de Abdu’l-Bahá fue fácilmente la recomendación más revolucionaria -y la más crítica con los amos de la guerra, a los que llamó «reyes y gobernantes, políticos y belicistas»:
Tercero: Los soldados, mediante sus representantes, deben solicitar a los ministros de Guerra, los políticos, los congresistas y los generales que expongan en lenguaje claro e inteligible las razones y las causas que les han llevado al borde de semejante calamidad nacional. Los soldados deben exigir esto como una de sus prerrogativas.
«Demuéstrennos», deben decir, «que ésta es una guerra justa y entonces acudiremos al campo de batalla, de lo contrario no daremos ni un solo paso… Salgan de sus escondrijos, entren en el campo de batalla si les gusta atacarse el uno al otro, y despedácense si desean alarde de sus supuestas contiendas. La discordia y el odio es entre ustedes; ¿por qué nos hacen a nosotros, que somos inocentes, partícipes de ella? Si la lucha y el derramamiento de sangre son cosas buenas, entonces ¡condúzcannos al combate con su presencia!»
¿Te lo imaginas? Antes de entrar en combate o disparar un solo tiro, las tropas deben tener el derecho de escuchar y decidir sobre las razones de la guerra – y si están de acuerdo en luchar, los que quieren declarar la guerra, los hombres normalmente aislados de las consecuencias violentas de sus decisiones, deben conducirlos a la sangrienta batalla.
Abdu’l-Bahá resumió diciendo:
En resumen, hay que bloquear todo camino que produzca guerra y hacer avanzar las causas que la impiden para que el conflicto físico se convierta en una imposibilidad.
“… para que el conflicto físico se convierta en una imposibilidad”, concluyó, en pos del objetivo principal de las enseñanzas bahá’ís: la paz universal.
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