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Religión

Por qué participa un bahá’í en una misa de Nochebuena

Zarrín Caldwell | Ene 27, 2023

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Zarrín Caldwell | Ene 27, 2023

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Durante las fiestas que acaban de pasar, como en la mayoría de las épocas navideñas, quizá mucha gente piense en la religión y la espiritualidad más de lo habitual. ¿Has pensado en algo espiritual durante estas fiestas?

Supuestamente, en Navidad acude a la iglesia más gente que en cualquier otra época del año, incluido alrededor del 60% de los estadounidenses, según una fuente.

Mi esposo es católico y yo crecí en un hogar bahá’í, pero a menudo me gusta asistir con él a la misa de Nochebuena. Sea cual sea el lugar, me encanta la oportunidad de desviar la atención del aparentemente interminable materialismo hacia la herencia espiritual de la humanidad, mucho más profunda pero a menudo olvidada.

Abdu’l-Bahá, el hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, demostró esta realidad a menudo, asistiendo a diversos servicios religiosos en mezquitas, iglesias, sinagogas y templos a lo largo de su vida. En una charla que dio en la iglesia cristiana All Souls de Chicago en 1912, dijo:

Las religiones divinas fueron fundadas con el propósito de unificar a la humanidad y establecer la paz universal. Cualquier movimiento que ponga por obra la paz y el acuerdo en la sociedad humana es ciertamente un movimiento divino; cualquier reforma que induzca a la gente a reunirse bajo el amparo del mismo tabernáculo, de seguro está animada por motivos celestiales. En todos los tiempos y en todas las épocas del mundo, la religión ha sido un factor de unión de los corazones y de credos diversos y divergentes. Es el elemento pacificador en la religión el que liga a la humanidad y contribuye a la unidad. La guerra ha sido siempre la causa de separación, desunión y discordia.

Reflexionad sobre cómo Jesucristo unió pueblos divergentes, sectas y grupos antagónicos de días pretéritos. Es evidente que los principios de la religión están destinados a unir y enlazar; su propósito es la paz universal y sempiterna. Antes del tiempo de Jesucristo la Palabra de Dios había unificado a tipos opuestos y elementos conflictivos de la sociedad humana; y desde Su aparición todos los Maestros divinos de los principios primordiales de la Ley de Dios, han tenido por objeto este fruto universal.

Con este hermoso espíritu, y en un mundo en el que la afiliación religiosa formal ha ido tendiendo a la baja, sigo fascinada por lo que considero la literatura de inspiración divina del mundo. He estudiado, entre otros, libros sagrados religiosos y las obras de santos católicos, filósofos romanos, sabios asiáticos, eruditos islámicos, místicos inspirados y las ricas y originales escrituras de la Fe bahá’í. Lo más destacable de este viaje interreligioso es la coherencia de los mensajes, y la facilidad con que olvidamos las instrucciones.

El propósito último de nuestras vidas es acercarnos a Dios, sea cual sea la definición que demos de esa entidad, que es el centro de muchas de estas tradiciones, por supuesto, pero hay otros puntos en común. La mayoría de los grandes profetas del mundo y otros guardianes de la sabiduría, como me gusta llamarlos, dicen que somos seres espirituales que residimos temporalmente en un cuerpo humano. El tiempo que pasamos aquí se asemeja a estar en una escuela en la que estamos llamados a dominar nuestro ego, siempre presente, y a desarrollar nuestra naturaleza superior, no solo para llevar una vida más plena y llena de sentido en este reino humano, sino también para preparar nuestras almas para la siguiente parte del viaje.

El filósofo griego Platón, en diálogos atribuidos a Sócrates, dijo:

Que se alegre de su alma el hombre que, habiendo desechado los placeres y ornamentos del cuerpo como ajenos a ella… ha vestido el alma, no con un atuendo ajeno, sino con sus propias joyas, la templanza, la justicia, el valor, la nobleza y la verdad –adornada con ellas está lista para emprender su viaje.

Muchas tradiciones filosóficas y religiosas enfatizan constantemente la importancia de desarrollar cualidades beneficiosas en lugar de perniciosas, cortesía de una rica y larga historia en muchos textos sagrados sobre tal desarrollo del carácter espiritual. Nuestras almas progresarán tanto en esta vida como en la siguiente, dicen muchos educadores divinos, si perseguimos cualidades como la compasión frente a la indiferencia, el autocontrol frente a la ira, la generosidad frente a la avaricia, la fidelidad frente a la deslealtad, el honor frente al deshonor, el altruismo frente al egoísmo y la humildad frente al orgullo. Esto es solo una muestra, pero todos tenemos una larga lista de virtudes potenciales que considerar y adquirir, no solo para nuestro propio desarrollo, sino para hacer avanzar la vida de la sociedad.

Sobre este tema, me gusta esta cita de la Biblia:

Esforzaos por completar vuestra fe con la virtud, la virtud con la ciencia, la ciencia con el dominio propio, el dominio propio con la constancia, la constancia con la piedad, la piedad con el afecto fraterno y el afecto fraterno con el amor.

En un mundo que hoy parece mucho más lleno de odio que de amor, recuerdo también unas sabias palabras de Buda sobre este tema: «… porque los odios no cesan con más odio en ninguna parte de este lugar, solo cesan con el no odio, esta verdad es ciertamente eterna».

A pesar de poseer unas enseñanzas desde hace mucho tiempo, parece que seguimos perdiendo el hilo de estos principios fundamentales.

Tomemos, por ejemplo, la generosidad frente a la avaricia. «Las tinieblas de la codicia y la envidia enturbian el resplandor del alma como las nubes obstruyen la luz del sol«, dicen los escritos bahá’ís. Este pasaje se refiere a la codicia a nivel individual, pero si lo llevamos un poco más allá, es fácil ver cómo la codicia se manifiesta en forma de corrupción y sus numerosas y nefastas consecuencias en el mundo. Me temo que esta corrupción no hará sino empeorar si no comprendemos los fundamentos morales en los que se sustenta cualquier civilización próspera.

Si lo pensamos bien, hace mucho tiempo que contamos con la sabiduría del Creador sobre estos temas. Zoroastro –uno de los primeros profetas en promover el monoteísmo– impartió enseñanzas sobre la responsabilidad individual y la elección de buenos pensamientos y acciones hace unos 3.000 años. Ayudó a transformar una sociedad que, en su época, padecía desorden social, decadencia moral, guerras y corrupción. «La recompensa de la felicidad se otorga a quienes sirven a la comunidad con sus actos de buen ánimo y promueven el plan divino de la sabiduría mediante la rectitud comunitaria», dijo. Curiosamente, Zoroastro es poco conocido hoy en día, pero muchas de sus enseñanzas e historias llegaron a la Biblia y fueron fuente de inspiración para posteriores filósofos griegos y romanos.

Esta es solo una pequeña parte del rico patrimonio espiritual de la humanidad. En última instancia, cada cual sigue su propio camino espiritual y la vida aquí, en muchos sentidos, es un verdadero campo de pruebas. Las enseñanzas de Buda, por ejemplo, se centran mucho en las causas y la extinción del sufrimiento. Nadie dijo que el camino sería sencillo, pero tal vez sería un poco más llevadero si intentáramos seguir las instrucciones.

Una versión distinta de este ensayo apareció en Interfaith Magazine, y también puede encontrarse en la página web de Zarrín Caldwell: www.thesoulsalons.com.

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