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Ciencia

¿Pueden la ciencia y la moral encontrar una base común?

Abdu'l-Missagh Ghadirian | Mar 9, 2021

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Abdu'l-Missagh Ghadirian | Mar 9, 2021

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¿La ciencia y la moral están interrelacionadas o son fenómenos opuestos? Nuestras vidas individuales y colectivas están influenciadas por ambas en el día a día.

Como sistema de conocimiento y actividad basado en el esfuerzo intelectual, la ciencia estudia y desentraña los hechos del mundo material mediante la observación y la experimentación. La moral se basa en un sistema de valores y principios de conducta que distinguen entre comportamientos correctos e incorrectos y se ajustan a las virtudes ideales.

En el libro «Moral Leadership, The Global Classroom», Eloy Anello escribió: «En el corazón de la crisis que afecta a la humanidad, hay una crisis de valores subyacente que se manifiesta en las esferas social, económica, política y medioambiental de la vida humana. Esta crisis de valores es parte de la causa fundamental que ha generado el vacío de liderazgo moral que impregna todos los niveles de la sociedad…».

Aunque la moral está influida en gran medida por los valores y las enseñanzas religiosas, hay otros factores que también pueden afectar a las actitudes morales, a saber, las mentalidades y los prejuicios culturales, tradicionales, raciales y materialistas. Sin embargo, en esencia, las virtudes morales nos permiten diferenciar el bien del mal e inculcar una conducta ética.

La función principal de la ciencia es la búsqueda y aplicación del conocimiento del mundo natural y social para el progreso de la civilización. Por lo tanto, su propósito no es proporcionar orientación ética y educación moral. En una charla en Londres en 1911, Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, explicó que, por consiguiente, “La Religión y la Ciencia están entrelazadas de modo tal que son inseparables. Son las alas con las que la humanidad debe volar. Un sola no basta… la ciencia, la educación y civilización son necesidades de la mayor importancia para una vida plenamente religiosa”. 

Los escritos bahá’ís exaltan la importancia de la ciencia, así como el papel de la educación moral, ambos cruciales para el avance de la humanidad. En una charla en la ciudad de Nueva York en 1912, Abdu’l-Bahá declaró: “Este poder científico investiga y comprende los objetos creados y las leyes que los rodean. Es el descubridor de los ocultos y misteriosos secretos del universo material y es peculiar al hombre solamente. Por tanto, la más noble y encomiable realización del hombre es el logro y conocimiento científico”.

Además, como explicó Abdu’l-Bahá, las enseñanzas bahá’ís consideran el conocimiento científico como “el más alto logro en el plano humano, pues la ciencia es la que describe las realidades. Es de dos clases: material y espiritual. La ciencia material es la investigación de los fenómenos naturales; la ciencia divina descubre las realidades espirituales. El mundo de la humanidad debe obtener ambas”.

La ciencia es un poderoso instrumento creado y ampliado por la mente humana. Como cualquier otro instrumento, puede utilizarse para el bienestar, la paz y la prosperidad de la humanidad o para la destrucción de millones de personas. La teoría de la relatividad de Albert Einstein consiguió armonizar las leyes de la mecánica y el electromagnetismo, lo que le mereció el Premio Nobel de Física en 1921. Sin embargo, su descubrimiento fue desgraciadamente utilizado por políticos y científicos para desarrollar la bomba nuclear, que causó una muerte y una destrucción incalculables.

El intelecto humano, en este caso, utilizó indebidamente un descubrimiento destinado al avance de la ciencia y la sociedad con fines destructivos.  Por lo tanto, hay que educar el alma y la conciencia humanas para evitar una aplicación tan catastrófica de la ciencia. En un artículo para la Conferencia sobre Ciencia, Filosofía y Religión en su relación con el modo de vida democrático, celebrada en Nueva York en 1940, Albert Einstein escribió: «La ciencia sin la religión es coja, la religión sin la ciencia es ciega».

En los últimos años se han publicado libros de filósofos y científicos que promueven la idea de que la ciencia, más que la religión, puede proporcionar una base para la ética y la moral. Una de estas hipótesis sostiene que el concepto de evolución y selección natural podría ser la base para el desarrollo de un nuevo sistema moral, mientras que otra considera que el «florecimiento humano» y el bienestar de los individuos podrían ser la respuesta.

John Staddon, profesor de la Universidad de Duke, no está de acuerdo con las afirmaciones de los defensores de la doctrina de la ética «basada en la ciencia» que tratan los valores morales como si fueran hechos científicos. Sostiene que, como los valores morales no pueden ser probados o medidos, no pueden ser considerados «hechos científicos».

Además, la religión se presenta como la causa de la división y la superstición. Los defensores de esta idea sostienen que la humanidad ha evolucionado hasta tal punto que, gracias a sus avanzados conocimientos, es capaz de proporcionar su propio sistema de ética y valores morales. Por ejemplo, la médica y escritora Harriet Hall escribió que «la religión ha afirmado durante mucho tiempo que la moral es su competencia, pero esto es claramente insostenible». Este punto de vista niega la larga historia de la contribución de las religiones a la educación moral de los pueblos del mundo, confundiendo las enseñanzas originales de las religiones con las acciones de quienes usurparon esas enseñanzas para promover sus intereses personales.

Abdu’l-Bahá explicó que “Dios ha dotado al hombre con inteligencia y raciocinio mediante los cuales se le pide determinar la verdad de las cuestiones y proposiciones. Si las creencias y opiniones religiosas son contrarias a las normas de la ciencia, son meras supersticiones e imaginaciones; pues la antítesis del conocimiento es la ignorancia y su hija es la superstición”.

Los escritos bahá’ís enfatizan que la religión debe estar en armonía con la razón humana y la ciencia. De lo contrario, desprovista de lógica, la religión degenera en superstición y dogma. En una charla en París, Abdu’l-Bahá dijo: “Cuando la religión, libre de supersticiones, tradiciones y dogmas ininteligibles muestre su conformidad con la ciencia, se sentirá en el mundo una gran fuerza unificadora y purificadora que limpiará de la tierra las guerras, desacuerdos, discordias y luchas, y entonces la humanidad será unificada por el poder del Amor de Dios”.

La capacidad de distinguir el bien del mal, aunque es muy importante, es sólo una de las muchas capacidades que los seres humanos necesitan desarrollar. La Revelación de Bahá’u’lláh está destinada a transformar todo el carácter de la humanidad. “El objeto de toda Revelación”, afirmó Bahá’u’lláh, “es efectuar una transformación del carácter total de la humanidad, transformación que ha de manifestarse tanto exterior como interiormente, afectando su vida interior y sus condiciones externas”.

La transformación del carácter forma parte del crecimiento del individuo, que se manifiesta en su vida interior y se expresa en la sociedad. No es algo puramente intelectual, que requiera una validación a través de una medición científica como la que se haría para evaluar un objeto.  El desarrollo de los valores morales requiere una vigorosa autodisciplina y puede estar asociado a las dificultades y el sufrimiento. La famosa frase de Helen Keller sobre la formación del carácter lo ilustra adecuadamente: «El carácter no puede desarrollarse en la facilidad y la tranquilidad. Sólo a través de la experiencia de la prueba y el sufrimiento se puede fortalecer el alma, inspirar la ambición y alcanzar el éxito.»

Con respecto a la moral, los bahá’ís creen que la felicidad y el bienestar de la humanidad dependen de “cultivar el carácter humano y el orden social en conformidad con la realidad. Las enseñanzas divinas arrojan luz sobre la realidad, permitiendo a cada alma investigarla adecuadamente y adquirir, mediante el ejercicio de la disciplina personal, aquellos atributos que han de distinguir al ser humano”. – [Traducción provisional Oriana Vento].

La ciencia es un instrumento para descubrir los hechos y los misterios del mundo de la existencia. Es una creación de la mente y la inteligencia humana y contribuye ampliamente a la construcción de nuestra civilización. Muchos descubrimientos e inventos científicos en la historia de la humanidad fueron realizados por científicos que también tenían creencias religiosas. Las enseñanzas bahá’ís enfatizan la importancia de la armonía entre la ciencia y la religión. Si no existe esta armonía, la religión puede degenerar en superstición.

Al mismo tiempo, como dijo Martin Luther King Jr., «Nuestro poder científico ha superado nuestro poder espiritual. Hemos guiado a los misiles y a los hombres de forma equivocada». Durante la crisis del COVID, la reacción de ciertas personas que profesan creencias religiosas refleja una disparidad en su percepción de la relación entre ciencia y religión que les lleva a desafiar los consejos de los científicos y los expertos médicos. Esto subraya la importancia de valorar el conocimiento científico para preservar nuestra salud y bienestar al tiempo que se cree en las verdades espirituales.

Abdu’l-Bahá dilucidó esta transición con las siguientes palabras: “Lo que era aplicable a las necesidades humanas en la historia temprana de la raza no puede cumplir ni satisfacer las exigencias de este día, de este período de innovación y consumación… El hombre debe ahora dotarse de nuevas virtudes y poderes, de nuevas normas morales, de nuevas capacidades… Los dones y las bendiciones de su juventud, aunque apropiadas y suficientes durante la adolescencia de la humanidad, son ahora incapaces de satisfacer los requerimientos de su madurez”.

La siguiente oración de Abdu’l-Bahá también capta de forma conmovedora el significado de la profunda integración de la ciencia, las artes y la moral:

Oh Señor, ayuda a Tus amados a adquirir conocimiento y a descubrir las ciencias y las artes, y a desentrañar los secretos atesorados en la realidad más íntima de todos los seres creados. Haz que oigan las verdades ocultas que están escritas y grabadas en lo más hondo de todo cuanto existe. Haz que sean enseñas de guía entre todas las criaturas y penetrantes rayos de la mente que derramen su luz en esta «primera vida». Haz de ellos líderes que conduzcan hacia Ti, guías que lleven a Tu camino, heraldos que apremien a las almas a dirigirse hacia Tu Reino.

Los cambios que se producen con el paso del tiempo conllevan diferentes exigencias para la sociedad y estas nuevas exigencias reclaman nuevos remedios y soluciones. Las actuales crisis y convulsiones mundiales son características del período de la adolescencia en el desarrollo de la humanidad, un período de transición en la historia humana. A medida que dejemos atrás este turbulento período de la adolescencia para abrazar la etapa de la madurez, nos veremos obligados a abandonar ciertas actitudes, pensamientos y hábitos del pasado y a adoptar otros nuevos mientras desarrollamos las capacidades propias de este elevado período de madurez y prosperidad colectivas.

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