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Espiritualidad

¿Qué es lo que realmente significa la «unidad»?

Nasim Mansuri | Feb 4, 2021

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Nasim Mansuri | Feb 4, 2021

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Mientras Estados Unidos se enfrenta a crisis políticas, sociales y sanitarias, cada vez más las personas usan la palabra «unidad». Pero, ¿cuál es el verdadero significado de la unidad?

Hoy, quizás más que nunca, oímos a políticos, periodistas y personas de todas partes haciendo una llamado hacia la unidad. Sin embargo, otros se han apresurado a señalar que el uso de la unidad como palabra de moda podría hacer que las conversaciones se alejen de debates productivos sobre aquella necesaria reforma; que en nuestra búsqueda por alcanzar la unidad, acabemos sofocando nuevas voces manteniendo un statu quo problemático.

Con este reciente enfoque en el concepto de unidad, vale la pena examinar la definición de la fe bahá’í y cómo podría aplicarse a estos tiempos difíciles.

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La unidad es el principio rector de la fe bahá’í porque a través de ella podemos encontrar la solución a todos los problemas del mundo. Bahá’u’lláh, su fundador y profeta, escribió:

Aferraos a aquello que os junte y una.

Todos los demás principios, leyes y ordenanzas de la fe bahá’í -como la igualdad de hombres y mujeres, la eliminación de todos los prejuicios y la armonía entre la ciencia y la religión– existen para defender este principio.

Los escritos bahá’ís dicen que necesitamos la unidad ahora más que nunca. «La falta de unidad es un peligro que las naciones y los pueblos de la tierra ya no pueden soportar; sus consecuencias son demasiado terribles para contemplarlas, demasiado obvias para que exijan alguna demostración», escribió la Casa Universal de Justicia, el órgano administrativo de la fe bahá’í elegido internacionalmente en «La promesa de la paz mundial«.

Podemos ver cómo la falta de estos principios espirituales se encuentra en el corazón de nuestro problema global de desunión. Ya no podemos fingir que el sufrimiento de un segmento de la humanidad no nos afecta: todos estamos conectados, queramos o no.

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Las crisis en una parte del mundo no tardan en afectar a las demás. Cuestiones como la pandemia, el cambio climático y la crisis de los refugiados lo han dejado claro. Y nuestro obstinado rechazo a dar cuenta del bienestar de todos está creando más y más problemas. Como explicó la Casa Universal de Justicia:

No hay justificación para continuar perpetuando estructuras, normas y sistemas que es evidente que no sirven a los intereses de todos los pueblos. Las enseñanzas de la Fe no dejan lugar a dudas: hay una dimensión moral inherente a la generación, distribución y utilización de la riqueza y los recursos.

Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh, no creía que esta unidad pudiera lograrse mediante el poder racial, el poder dogmático, el poder patriótico o incluso el poder político. «La unificación a través de estos medios materiales», explicó, «beneficiaría a unos y ocasionaría daño a otros, en vista de los desiguales e individuales intereses«.

Y mirando a nuestro alrededor, podemos ver la evidencia de estas heridas en todas partes. La diversidad racial suele verse únicamente como una manifestación visual de la unidad en el lugar de trabajo o en el gobierno, mientras realmente no existe una verdadera diversidad de opiniones o una autoridad igualmente dividida. En la adhesión a la religión o al patriotismo, muchos dejan de lado la ciencia o los hechos para aferrarse a sus propias ideas. Y la «unidad» se convierte en nada más que una palabra de moda que los políticos utilizan cuando buscan la concertación por encima de la justicia.

En lugar de estos enfoques de la unidad, Abdu’l-Bahá propuso buscar la unidad en el único ámbito en el que todos somos iguales: el poder espiritual, con el que todos nacemos y en el que todos encontramos la paz. Cuando buscamos la unidad «a través de medios espirituales y del Poder divino es posible y practicable», escribió.

Pero, ¿cómo es la unidad mediante medios espirituales? ¿Cómo puede lograrse en un mundo en el que nuestro propio concepto de «espiritualidad» difiere de una persona a otra?

La unidad no significa uniformidad. La diversidad – racial, política, religiosa y de género – es un prerrequisito de la unidad porque el compartir, aceptar y amar esas diferencias es lo que une a las personas. Abrazar esa diversidad por naturaleza requiere que desarrollemos ciertas cualidades espirituales, como la justicia y la consulta. Bahá’u’lláh escribió:

…ningún hombre alcanzará su verdadera posición si no es a través de la justicia. Ningún poder existirá si no es a través de la unidad. Ningún bienestar ni felicidad se logrará si no es a través de la consulta. – Bahá‘u‘lláh; La Consulta.

En el proceso de consulta, se reúnen grupos de personas con puntos de vista diferentes. Luego, en una postura de aprendizaje -y con el objetivo final de encontrar la verdad juntos- se escuchan mutuamente y comparten sus opiniones de forma desapegada, hasta que «la brillante chispa de la verdad» aparece del «choque de diferentes opiniones».

La unidad y la justicia van de la mano, y la consulta es la clave para conseguirla. Bahá’u’lláh explicó:

La consulta confiere mayor comprensión y transmuta la conjetura en certeza. Es una luz brillante que, en un mundo oscuro, señala el camino y guía… La madurez del don de la comprensión se manifiesta a través de la consulta.

A medida que aumenta nuestra comprensión mutua -una comprensión basada en principios espirituales como el amor, la compasión, el perdón y la justicia-, el camino hacia la unidad duradera se hace evidente.

Curiosamente, los escritos bahá’ís afirman que la unidad no sólo es posible, sino que es inevitable y constituye un paso natural en la evolución humana.

La unificación de toda la humanidad es el distintivo de la etapa hacia la cual la sociedad se está ahora aproximando. La unidad de familia, de tribu, de ciudad estado y de nación han sido sucesivamente intentadas y establecidas por completo. La unidad mundial es la meta hacia la cual se está esforzando una humanidad hostigada.

Si consideramos la unidad como algo que la humanidad ya ha logrado, en cierta medida, en contextos más pequeños, entonces ya no parece un objetivo utópico e inalcanzable. Por el contrario, como cualquier otra cosa, se convierte en algo en lo que hay que trabajar, como cualquier otra habilidad, a través del estudio y la práctica.

Tendremos muchas oportunidades de reflexionar sobre el significado de la unidad en los próximos meses y de ponerla en práctica en nuestra vida cotidiana. Podemos entablar una conversación consultiva con amigos y familiares, e incluso con aquellos que puedan tener puntos de vista diferentes a los nuestros. Podemos reflexionar sobre la relación entre unidad y justicia, y asegurarnos de que nuestras palabras y acciones contribuyen a llevar justicia y paz a nuestras comunidades. Y podemos empezar a crear lazos entre nosotros que no se basen en la nacionalidad, la raza o la afiliación política, sino en los valores espirituales que todos aspiramos ver plasmados en nuestras vidas, en nuestro país y en el mundo.

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