Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
El Valle de la Búsqueda
¿Alguna vez te has preguntado cuál es tu propósito en este mundo? ¿O sientes que de alguna forma no estas satisfecho con las cosas que tienes, que falta algo importante en tu vida?
Creo que este es un sentimiento compartido por muchas personas. Algunos piensan que lo que falta en sus vidas es dinero, que al alcanzar riqueza ya podrán estar satisfechos y ser felices. Mientras, otros que ya alcanzaron aquella riqueza material siguen atrapados en esta insatisfacción que no logran comprender completamente. ¿Qué es eso que buscamos entonces? ¿Qué es lo que el hombre realmente desea alcanzar?
Hace algunos años leí “Los Siete Valles”, un libro escrito por Bahá’u’lláh, fundador de la Fe bahá’í. Una de las obras místicas por excelencia de los escritos bahá’ís, que explica en términos poéticos el camino espiritual del alma. Se dice que este se asemeja a la travesía de un caminante a través de siete valles y que al cruzar estos el caminante logrará el propósito de su existencia: que es la cercanía a Dios.
“Y es más, se dice que siete son las etapas que jalonan la jornada del caminante desde la morada de polvo hasta la Patria celestial. Algunos la llaman los Siete Valles, otros las Siete Ciudades. Y dicen que el caminante no alcanzará el Océano de la cercanía y la unión, ni beberá del incomparable Vino, hasta que no se desprenda de sí mismo y atraviese estas etapas”. – Bahá’u’lláh, Los Siete Valles, 4.
Estos valles son en realidad las diferentes estaciones espirituales del alma, cuyo comienzo inicia en el Valle de la Búsqueda. Esta estación espiritual es una en la que el hombre reconoce que está buscando algo; sin saber exactamente la razón de su búsqueda. Esta representa el anhelo esencial del alma por Dios, aquella fuerza magnética que nos llama hacia algo mucho más elevado.
Siento que muchas personas en el mundo se encuentran en esta etapa. Muchas personas se sienten vacías, sin entender que es lo que su alma realmente quiere. Existen muchas distracciones en nuestro mundo actual, es cierto, pero, en última instancia, el alma nunca perderá su anhelo esencial: la búsqueda por Dios.
“Dice el relato que un día se encontró a Majnún tamizando el polvo, bañado en lágrimas. Le preguntaron: «¿Qué haces?» Él dijo: «Busco a Laylí». Ellos exclamaron: «¡Ay de ti! ¡Laylí es de espíritu puro y la buscas en el polvo!» Majnún contestó: «La busco por doquier, quizás la encuentre en algún lugar». Por cierto, y a pesar de que para los sabios es vergonzoso buscar en el polvo al Señor de los Señores, aún así ello da muestras del intenso ardor de la búsqueda. «Quienquiera busque algo con celo, lo encontrará». – Ibid, p. 5.
Tal vez, muchos estén tan inmersos en su día a día que no logran reconocer este anhelo espiritual que vive en cada ser humano. Tal vez hemos vuelto nuestra vista hacia otras pasiones, tratando inconscientemente de encontrar un reemplazo para aquel llamado espiritual. Tal vez la afición por nuestro equipo deportivo favorito o ideologías políticas, el amor desmedido a las cosas materiales, o nuestros logros profesionales, pero ¿será que ese es nuestro fin en este mundo?
Personalmente, creo que puedo percibir aquella falta de reconocimiento del llamado espiritual en cada lugar a donde miro. En amigos que no saben qué hacer con su futuro, en la ansiedad que sienten al darse cuenta que los años van pasando, en la depresión cuando ya no encuentran sentido a lo que hacen. O cuando uno piensa que para liberarse de la presión de encontrar sentido a la vida debe divertirse desenfrenadamente hasta el último segundo. Existen muchos reemplazos superficiales para llenar aquel vacío espiritual, pero ninguno es duradero, ni suficientemente profundo.
Se dice que para alcanzar el objeto de su búsqueda el caminante debe desprenderse primero de todo lo aprendido para que de esta forma pueda abrir su percepción espiritual a la esencia de toda la creación.
“El verdadero buscador nada persigue sino el objeto de su búsqueda, y el amante no tiene deseo alguno salvo la unión con su amada; no alcanzará el buscador su meta a menos que todo lo sacrifique. Es decir, tiene que reducir a nada todo lo visto, oído o entendido para poder así entrar al reino del espíritu, que es la Ciudad de Dios. Es necesario el esfuerzo, si hemos de buscarlo; necesario es el fervor, si hemos de gustar la miel de la reunión con Él; y si probásemos de esta copa, desecharíamos el mundo”.- Ibid, p. 6.
Si es que sientes que estas en esta etapa espiritual, entonces no dejes de buscar, ya que como dicen los escritos bahá’ís: «Quienquiera busque algo con celo, lo encontrará». Busca tu verdad espiritual, con mente humilde y abierta, busca aquella conexión espiritual con algo más grande y así reconocerás el verdadero anhelo de tu alma.
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