Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Por más de 70 años, el mundo ha dedicado grandes esfuerzos al campo del desarrollo social y económico y, aun así, los resultados han sido, en gran medida, decepcionantes.
Aun cuando muchas personas han podido salir de la pobreza en países como China e India, este no ha sido el caso en muchas otras partes del mundo. En lugar de esto, la brecha entre los ricos y los pobres ha crecido: el analfabetismo y falta de educación sigue siendo generalizado; la asistencia de salud no llega a los más pobres; el daño cultivado por la guerra y el conflicto civil empeora y mala utilización de los escasos recursos de los países pobres a causa de sus programas de armamento ha empeorado.
Nuevos problemas, inexistentes hace cincuenta años, han surgido: degradación ambiental, nuevas enfermedades como el SIDA y el Ébola, y problemas múltiples asociados con mega ciudades y la transformación de zonas rurales a urbanas. El mundo también ha sido testigo del agravamiento de los problemas de corrupción y desintegración social.
Frente a todos estos desafíos, nuestras actividades de desarrollo no están logrando los resultados deseados, esto a pesar del avance que se ha logrado en las últimas décadas, contando inicialmente con proyectos basados en métodos que nacían desde la cabeza hasta las bases, mayormente técnicos y económicos, evolucionando por otros enfoques que surgen de las discusiones con las comunidades.
No solo son decepcionantes los resultados de todos los esfuerzos de desarrollo que se han puesto en marcha, también se puede mencionar numerosos ejemplos donde estos esfuerzos han resultado en perjuicio de las sociedades que intentaban beneficiar. Por ejemplo, la asistencia en forma de alimento en las zonas azotadas por la hambruna produció una alteración en los mercados locales que llevó a la bancarrota a los productores locales, convirtiendo, de este modo, una escasez temporal de recursos en una realidad permanente. En algunas ocasiones, la asistencia tecnológica ha dejado a los países pobres en la permanente necesidad de buscar respaldo y mantenimiento por parte de los países ricos. La asistencia financiera ha hecho que incremente la deuda y corrupción en estas sociedades, a medida que los gobernantes y administradores han desviado estos fondos a sus propias cuentas bancarias privadas. En lugar de ayudar a que estas personas se vuelvan autosuficientes e independientes, estos proyectos han conducido al incremento de la dependencia de los pobres hacia los ricos.
En los artículos previos de esta serie, revisamos las formas cómo la comunidad Bahá’í busca presentar al mundo una nueva manera de llevar a cabo sus actividades de desarrollo. En este artículo y el siguiente, deseo enfocarme en una nueva forma de ver el problema, una visión novedosa que es radicalmente diferente de todos los otros enfoques actuales. Resumiendo, quiero proponerlo en vista que el enfoque actual ha demostrado no funcionar, entonces por qué no considerar una propuesta nueva.
La fórmula de desarrollo de ‘Abdu’l-Bahá
‘Abdu’l-Bahá, el hijo del fundador de la Fe Bahá’í, propone una fórmula única para el desarrollo:
«Sin importar cuanto avance el mundo material, este no podrá establecer felicidad en la humanidad. Sólo cuando las civilizaciones material y espiritual sean unidas y coordinadas, podrá asegurarse la felicidad… en la civilización material el bien y el mal progresan juntos y sostienen el mismo paso… Por lo tanto, las civilizaciones material y divina deben progresar juntas hasta que las más elevadas aspiraciones y deseos de la humanidad se realicen». ‘Abdu’l-Bahá, Promulgación a la Paz Universal, p. 126.
Algunas de las concusiones que podría extraer de esta cita son:
- ‘Abdu’l-Bahá parece transmitir que todos los planes de acción de desarrollo social (y por su puesto esto se extiende más allá de solo los proyectos de desarrollo e incluye todas las acciones sociales) tienen efectos positivos y negativos, sin importar cuán benéficos y filantrópicos sean nuestros objetivos y cuán cuidadosamente planificados sean, todos los planes que llevemos a cabo tienen resultados tanto favorables como desfavorables
- ‘Abdu’l-Bahá señala que, si formulamos planes basados únicamente en satisfacer nuestras necesidades materiales y en desarrollar los recursos materiales en la comunidad, riqueza, edificios, tecnología, etc., el resultado neto sería, en el mejor de los casos, que los efectos positivos (el beneficio que resulte de los proyectos o planes de acción) igualen a los negativos (el perjuicio que resulte de este). En este caso, habrá poco o inexistente beneficio. Es posible incluso que los efectos negativos abrumen a los positivos.
- ‘Abdu’l-Bahá dice que solo si se planifican proyectos que traten de lograr un desarrollo humano tanto material como espiritual, solo entonces los resultados positivos sobrepasarán las consecuencias negativas del proyecto.
Esta declaración de Abdu’l-Bahá, es muy importante. Si la aceptamos, nos brinda una respuesta contundente al porqué de los fracasos en materia de desarrollo durante los últimos setenta años. La mayoría de los proyectos durante ese periodo fueron planificados únicamente pensando en beneficios materiales. De acuerdo con esta fórmula dada por ‘Abdu’l-Bahá hace más de cien años, sabemos por qué el resultado neto positivo ha sido insuficiente y, también, sabemos lo que podemos hacer en el futuro para garantizar que nuestros esfuerzos de desarrollo social y económico den frutos y realmente ayuden a las personas que intentamos asistir.
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