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Espiritualidad

¿Qué quiere Dios que haga?

Peter Gyulay | Feb 9, 2023

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Peter Gyulay | Feb 9, 2023

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Si alguien cree y ama a Dios, naturalmente querrá hacer lo que Dios desea. Querrá agradar a Dios y vivir según Su Voluntad. Pero, ¿cómo es esto posible? ¿Cómo podemos conocer la Voluntad de Dios?

Después de todo, desde una perspectiva bahá’í, el Creador es un ser perfecto e incognoscible, así que ¿cómo podríamos leer Su mente? Obviamente, no podemos.

Entonces, ¿qué podemos hacer? He aquí, para su consideración, algunas sugerencias espirituales.

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En primer lugar, podemos hacer todo lo posible por hacer el bien. Dios es bueno. Bueno, para ser más exactos, Dios es el bien supremo, y nuestra tarea en la vida implica adoptar e interiorizar cada vez más los atributos espirituales de Dios, para aspirar y alcanzar niveles más altos de bondad humana. Entonces, ¿cómo sabemos lo que es bueno? Hay dos maneras: la revelación y la reflexión.

La primera forma de saber lo que es bueno es conocer las verdades que nos han sido reveladas a través de los diversos mensajeros de Dios. Estos profetas y seres perfectos han aparecido a lo largo de la historia para revelar progresivamente la verdad de Dios a la humanidad, según la capacidad de las personas de cada lugar y época en que aparecieron. Figuras como Krishna y Cristo, Moisés y Muhammad, Buda y Bahá’u’lláh enseñaron a la gente la naturaleza de la realidad y cómo vivir una vida noble. En palabras de Bahá’u’lláh:

Los Profetas y Mensajeros de Dios han sido enviados con el único propósito de guiar a la humanidad al recto Camino de la Verdad. El propósito fundamental de Su revelación ha sido educar a todos los hombres para que, a la hora de su muerte, asciendan, con la mayor pureza y santidad y con absoluto desprendimiento, hacia el trono del Altísimo.

Muchas de las enseñanzas de estos grandes mensajeros espirituales atestiguan las verdades eternas sobre la existencia humana: que los seres humanos tienen un alma eterna, que nuestra tarea en la vida es purificar nuestras almas y que debemos tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Los profetas y fundadores de las grandes religiones del mundo también han enseñado y ejemplificado el conjunto de cualidades divinas a las que todos deberíamos aspirar: amor, bondad, veracidad y justicia, por nombrar solo algunas. Al esforzarnos por desarrollar estas cualidades cada día, estamos haciendo lo que Dios quiere que hagamos: nos estamos acercando más a Él.

Pero, en segundo lugar, la vida nos plantea a menudo dilemas morales y decisiones difíciles de tomar. Entonces, ¿cómo sabemos lo que es «bueno» en cada momento? El Creador no solo nos ha dotado de la verdad revelada por los profetas, sino que también nos ha creado con nuestras propias facultades internas de razón e intuición. Podemos utilizar el poder del pensamiento y del sentimiento para ayudarnos a descifrar el camino correcto.

En un discurso que Abdu’l-Bahá dio a la Sociedad Teosófica en Nueva York en 1912, dijo que los seres humanos son capaces de exhibir:

… justicia, sinceridad, fidelidad, conocimiento, sabiduría, iluminación, merced y piedad, junto con el intelecto, la comprensión, el poder de entender las realidades de las cosas y la habilidad de penetrar las verdades de la existencia.

Podemos usar nuestro poder de la razón para reflexionar, planificar, evaluar, cuestionar e investigar. Por otra parte, Abdu’l-Bahá dijo:

«La intuición es un poder, o una luz, por la que un ser humano percibe las realidades de las cosas sin el medio de los sentidos externos». [Traducción Provisional de Oriana Vento]. Cuando combinamos los poderes de la investigación racional e independiente de la verdad con nuestros poderes internos de la intuición, podremos guiarnos para hacer lo que se siente puro y noble.

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En tercer lugar, y el más importante, es que intentemos alinear nuestra razón y nuestra intuición guiándonos por la norma divina de los santos mensajeros. Cuando tengamos que elegir entre dos alternativas, podemos utilizar esta norma para intentar ver qué camino, comportamiento o acción es el más noble. Por ejemplo, podríamos estar comprando un frigorífico. Uno es más barato, pero el otro tiene mejor clasificación energética. El segundo sería la opción más noble porque consumiría menos energía y, por tanto, contribuiría a reducir las emisiones de efecto invernadero, por lo que es mejor para el planeta. Además, es más barata a largo plazo porque reduce la factura de la luz.

Pero a veces ambas opciones son nobles. Puede que estemos intentando decidir si mudarnos a la Ciudad A o a la Ciudad B, ambas a la misma distancia de la familia y con servicios y oportunidades similares. Entonces, ¿cuál elegimos? Aquí podemos guiarnos por nuestro instinto o incluso lanzar una moneda al aire. Mientras nos comprometamos a vivir una vida noble en la Ciudad A y en la Ciudad B, ambas opciones son nobles.

Podemos decir que las enseñanzas divinas nos proporcionan los parámetros con los que trabajar, que son las leyes espirituales: no matar, no robar, no mentir, etc. Luego tenemos los principios religiosos que nos guían por esa autopista, que nos ayudan a mantenernos en el carril correcto a la velocidad adecuada. Pero luego nos encontramos con muchos posibles giros y encrucijadas a nuestra disposición. Podemos seguirlos o no.

Pero siendo seres imperfectos –ninguno de nosotros es perfecto, todos cometemos errores–, ¿cómo sabemos cuándo estamos haciendo lo correcto o lo incorrecto? No lo sabemos. Somos seres imperfectos con una percepción limitada, por lo que no podemos saber con certeza que estamos en «el camino correcto». Todo lo que podemos hacer es utilizar nuestros poderes de la razón y la intuición para sopesar las cosas, y comparar nuestras acciones con las normas divinas que nos han sido reveladas. Mientras hagamos todo lo posible, mientras nos esforcemos sinceramente por ser buenos, Dios aceptará nuestros esfuerzos –y si Dios acepta nuestros esfuerzos, entonces en términos prácticos podemos estar seguros de que hemos hecho el bien, no en un sentido farisaico, sino en el sentido de sentirnos tranquilamente confirmados de que seguimos caminando por un sendero noble.

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