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Reconocer la injusticia es el primer paso hacia la salud mental

Daniela Kantorová | Updated Ago 5, 2020

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Daniela Kantorová | Sep 22, 2020

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Como psicóloga clínica, los escritos bahá’ís me influyen de manera profunda y trascendental. Dan forma a la percepción que tengo de la gente, su nobleza esencial y su capacidad de crecimiento y curación. Más allá de eso, encuentro esencial el énfasis bahá’í en la justicia y sus esfuerzos imperativos para eliminar todas las formas de prejuicio. 

Al conceptualizar los problemas psicológicos, es útil mirar la relación entre la salud mental de un individuo y la sociedad en general. Esto me recuerda la siguiente cita de Abdu’l-Bahá, el hijo del profeta y fundador de la fe bahá’í, Bahá’u’lláh:

“…el ojo es un miembro del organismo humano. Si estuviera enfermo, esta afección abarcaría completamente el sistema nervioso. Similarmente, si un miembro del cuerpo social fuera afectado realmente, bajo el punto de vista de unión armónica, todos los otros miembros estarían alterados porque éste forma parte del grupo, porque es una parte del conjunto. ¿Sería posible a un miembro, o una parte de un todo encontrarse en necesidad, mientras los otros se hallen en tranquilidad? ¡Resultaría imposible!”.

Una sociedad fundamentalmente injusta, basada en la colonización y construida sobre el racismo estructural crea condiciones traumáticas, en particular para las personas que viven en la pobreza y las personas de color, especialmente los individuos negros, latinos e indígenas. Además, la brutalidad policial y el encarcelamiento masivo crean condiciones traumáticas que pueden destruir familias enteras. El trauma psicológico resultante de todo esto tiene múltiples repercusiones en la salud.

Soy muy cautelosa con términos como «enfermedad mental» o «trastorno psicológico», porque muchas luchas psicológicas son respuestas legítimas a condiciones de vida extremadamente difíciles. Por supuesto, reconozco que las enfermedades mentales existen, pero trato de tener cuidado de no patologizar las difíciles circunstancias de la vida que son el resultado de la opresión. La cultura eurocéntrica dominante en los Estados Unidos tiende a patologizar y medicalizar el dolor, y algunas ramas de la espiritualidad de la Nueva Era se centran únicamente en «trascender» y evitar los sentimientos difíciles. Pero necesitamos honrar nuestros sentimientos; son, como escribió Audre Lorde, «caminos genuinos hacia el conocimiento».

Tenemos que permitirnos el duelo. Veo esto reflejado en la historia temprana de la fe bahá’í, cuando muchos de los primeros seguidores de Bab, el heraldo de la fe baha’i, fueron asesinados por sus creencias. El libro «Los rompedores del alba» cuenta cómo cuando Quddus, uno de estos primeros creyentes, fue martirizado, el Bab pasó mucho tiempo afligido por su muerte. Encontré esto muy interesante ya que, de acuerdo con la fe bahá’í, el Bab es una Manifestación de Dios, alguien con la plena comprensión de lo que implica la vida después de la muerte, y que personificó el desapego de una manera que nadie más podía. Sin embargo, el Bab también fue golpeado por el dolor. Lectura que me ayudó a normalizar esta emoción. Todavía hay mucho que aprender sobre el impacto de la espiritualidad sobre las enfermedades mentales. La noción de que la enfermedad mental está de alguna manera asociada con la falta de espiritualidad es peligrosamente prejuiciosa, y lleva a la estigmatización y a un mayor sufrimiento. Debemos dejar atrás la nociva noción de la dualidad de mente y cuerpo y pensar en la salud de forma holística, considerando tanto sus aspectos mentales como físicos. La enfermedad mental afecta al cuerpo de tantas maneras como al sistema nervioso. Mi área de práctica es principalmente el trauma psicológico, y ahora hay mucha literatura que muestra cómo el trauma psicológico impacta en la salud en general. Recomiendo encarecidamente el libro de Bessel van der Kolk «The Body Keeps the Score», que proporciona una gran comprensión tanto de los efectos del trauma como de los enfoques de curación.

Sin embargo, todavía podemos recurrir a la espiritualidad para ayudar a nuestra curación. No puedo contar el número de veces que he usado estas palabras de aliento de Abdu’l-Bahá, hijo de Bahá’u’lláh, el fundador y profeta de la fe bahá’í, «poco a poco, día a día» con clientes y estudiantes. Me ayudan a destacar que el cambio es posible, aunque sea gradual, y que requiere un esfuerzo constante. Además, también me gusta inspirarme en otras tradiciones espirituales: la meditación con atención plena, el yoga y el qi gong. Tienen un inmenso potencial de curación que actualmente está siendo respaldado por la ciencia, pero que ha sido demostrado por la experiencia a lo largo de los siglos.

Aunque veo la espiritualidad como un importante factor de protección y una fuente de curación, creo que es esencial consultar a «médicos competentes», como subrayó Bahá’u’lláh en la siguiente cita:

«En la hora de la enfermedad recurrid a médicos competentes. No hemos descartado el uso de medios materiales; antes bien lo hemos confirmado mediante esta Pluma, convertida por Dios en el Punto de Amanecer de Su brillante y gloriosa Causa«.

En general, tengo en mente esta cita escrita en nombre de Shoghi Effendi que captura el espíritu del cuidado personal:

«…no debe descuidar su salud, sino considerarla como el medio que le permite servir. El cuerpo es como un caballo que transporta la personalidad y el espíritu, y como tal ha de cuidársele bien para que pueda desempeñar su labor. Por cierto que debe cuidar sus nervios y obligarse a sí mismo a tomarse su tiempo, y esto no solamente para orar y meditar, sino también para conseguir un descanso y una relajación reales».

Esta es una guía de la que todos podríamos beneficiarnos mientras servimos a la humanidad.

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