Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Si ninguna sociedad es mejor que los miembros que la constituyen, entonces las formas individuales de refinamiento son las que conforman los cimientos de una comunidad global.
Por supuesto, los individuos refinados no aparecen mágicamente. Estos son formados en el vientre de una familia refinada espiritualmente, abrazados y ayudados por una comunidad refinada. Las cualidades esenciales del refinamiento no pueden simplemente ser extraídas de alguna aristocracia espiritualizada o sistemas centralizados de administración o gobierno, sin importar qué tan justo o ejemplar aquel sistema pueda ser.
En este sentido, el énfasis que la comunidad bahá’í le da a los vecindarios y comunidades locales como base de las instituciones divinas podría ser equiparable con un regreso a los aspectos saludables de los valores tribales.
La sociedad es la más grande y poderosa maestra del individuo y cuando existe unificación en la visión moral de la sociedad, sin aquel asfixiante individualismo, entonces, lo que ahora percibimos como la más grande amenaza para la construcción de familias saludables, la influencia social puede convertirse en una aliada en los esfuerzos por desarrollar una vida sana y fructífera como individuos, familias y comunidades.
Por tal motivo, el enfoque de las enseñanzas bahá’ís al refinamiento del individuo es, en este contexto, comprensible. En sus escritos, Bahá’u’lláh hace alusión a aquellos detalles aparentemente mundanos como el cortarse las uñas, la limpieza diaria del cuerpo, el uso de ropa limpia, el mantener el cabello cuidado, el uso de modales decentes al comer e, incluso, el perfumar nuestro cuerpo. La atención a estos detalles en nuestras vidas diarias puede parecer como lo último que uno esperaría encontrar en el libro más importante revelado por un mensajero de Dios, el Libro Más Sagrado de la revelación de Bahá’u’lláh, como aquellos aspectos de menos importancia que debiéramos desarrollar en nuestra comunidad mundial. Sin embargo, la totalidad de nuestra vida está construida prestando atención a los detalles, así como un refinado objeto material está compuesto de partículas refinadas forjadas en una composición hermosa.
En este contexto, Abdu’l-Bahá dijo, refiriéndose al efecto que tiene el cuidar de nuestra apariencia, nuestros modales y nuestro comportamiento, que la virtud de la limpieza, aun cuando se exprese solo materialmente, tiene la capacidad de ejercer una profunda influencia en nuestra perspectiva espiritual:
“…en todo aspecto de la vida la pureza y la santidad, la limpieza y el refinamiento exaltan la condición humana y promueven el desarrollo de la realidad interior del hombre. Incluso en el dominio físico, la limpieza conduce a la espiritualidad, como lo señalan claramente las Sagradas Escrituras. Y aunque la limpieza corporal es algo físico, empero, ejerce una poderosa influencia en la vida del espíritu. Es como una voz maravillosamente dulce o una melodía que se interpreta: aunque los sonidos son sólo vibraciones del aire que afectan el nervio auditivo del oído, y estas vibraciones no son más que fenómenos accidentales transmitidos por el aire, con todo, ved cómo conmueven el corazón. Una melodía maravillosa da alas al espíritu y hace que el alma se estremezca de alegría. Es decir, la limpieza física también produce efecto en el alma humana”. – Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 112.
El Guardián de la Fe bahá’í, Shoghi Effendi, también se refirió a algunos de los aspectos del refinamiento personal en su muy citada discusión sobre el alcance total de lo que se aspira lograr con el desarrollo del refinamiento y cómo se relaciona con tener “una vida casta y santa”.
“Tal vida casta y santa, con sus implicaciones de modestia, pureza, temperancia, decencia y mentalidad clara, comprende no menos que el ejercicio de la moderación en todo lo que concierne al vestido, lenguaje, entretenimiento y todos los pasatiempos artísticos y literarios. Ésta exige la vigilancia diaria en el control de nuestros deseos carnales o inclinaciones corruptas. Requiere el abandono de una conducta frívola, con su excesivo apego a los placeres triviales y con frecuencia, erróneamente dirigidos”. – El advenimiento de la Justicia Divina, pág. 30.
En este contexto, sería bueno reflexionar sobre la relación que existe entre nuestra condición exterior e interior, cómo nuestro comportamiento diario y atención a detalles relacionados con la noción más amplia de una vida “casta” afecta nuestro sentido interior de identidad, y viceversa. Por ejemplo, Abdu’l-Bahá agregó que estas virtudes de expresión material son, en última instancia, una manifestación del refinamiento interior, el cual reclama una atención persistente y sistemática:
“…así como el hombre necesita la educación exterior, también necesita el refinamiento ideal. En tanto el sentido externo de la vista sea necesario para él, debería también poseer perspicacia y percepción consiente. En tanto necesite el oído, al mismo tiempo la memoria será esencial, así como le es indispensable el cuerpo, de igual modo la mente es un requisito; una es virtud material, la otra es ideal”. – Abdu’l-Bahá, La Promulgación a la Paz Universal, pág. 90.
Por lo tanto, observamos que incluso como una partícula de materia se puede acercar más a la realidad espiritual mientras se vuelve más refinada y precisa, así que no existe límite en la atención a los detalles que el individuo que aspira a un desarrollo espiritual pueda mostrar. Además, podemos vislumbrar que una vez que la sociedad misma respalde y apoye aquellos esfuerzos, entonces cada individuo se liberará de ser el único guardián de su espiritualidad o el único vigilante defensor contra los perniciosos asaltos de aquellas fuerzas que actualmente nos distraen de nuestro propósito esencial.
Una vez que seamos liberados que aquellas preocupaciones fútiles, seremos más capaces de enfocar nuestra cada vez más refinada atención hacia la implementación expresiones cada vez más precisas de virtud, como lo expresó el poeta Wordswoth: en “pequeños, anónimos, no recordados actos de bondad y amor”, o como lo escribió Shakespeare: en “emprendimientos de gran profundidad y relevancia”.
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