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Revivamos nuestro compromiso con la democracia

Sheila Flood | Abr 30, 2019

PARTE 1 IN SERIES Construyendo una democracia espiritual

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Sheila Flood | Abr 30, 2019

PARTE 1 IN SERIES Construyendo una democracia espiritual

Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.

Como cualquier objeto mecánico, la democracia necesita reparación constantemente. Cuando el mecanismo se corroe y se desgasta, la gente y sus líderes electos deben repararlo.

Si bien los mecanismos de la democracia pueden diferir según el tiempo y el lugar, es bueno tener en cuenta los objetivos y principios generales a los que la democracia trata de servir, para que las reparaciones y las mejoras se puedan realizar de acuerdo con una visión más amplia.

Considere, por ejemplo, cómo, con muchos altibajos, el desarrollo de la democracia a lo largo de cientos de años ha avanzado hacia adelante, hacia una mayor inclusión e igualdad. Nos hemos apartado de los sistemas que excluían a las mujeres, a los no terratenientes, a las personas de color, a los analfabetos y a varios grupos que alguna vez fueron excluidos, como los católicos, los judíos y los cuáqueros. Estas mejoras tuvieron lugar durante un largo período de tiempo; algunos incluso aún estaban en curso hasta hace muy poco. Las mujeres, por ejemplo, aún eran excluidas del proceso democrático en varios países occidentales hasta bien entrado el siglo XX.

Aún queda mucho progreso por alcanzar con respecto a la calidad de nuestros sistemas democráticos. El informe del Índice de la Democracia revela que muchos países están catalogados como «democracias defectuosas», a menudo debido a problemas en su funcionamiento, niveles de participación y restricción de las libertades civiles. En contraste con estas democracias defectuosas, los diez mejores países en el Índice de la Democracia (Noruega, Islandia, Suecia, Nueva Zelanda, Dinamarca, Irlanda, Canadá, Australia, Finlandia, Suiza y los Países Bajos) tienen elecciones libres y justas, prensa libre y altos niveles de compromiso ciudadano en la gobernabilidad.

En última instancia, la democracia tiene como propósito servir a la felicidad humana, individual y colectivamente. De hecho, la clasificación de los países en el informe sobre la felicidad en el mundo tiene un extraño parecido con la clasificación del índice de democracia. En la página 20 del informe actual, encontrará los diez países más felices y la lista es prácticamente idéntica al Índice de Democracia, aunque el orden cambia un poco.

No importa en qué puesto se encuentre un país en alguna de estas las listas, siempre hay espacio para mejorar. Vale la pena considerar las mejores prácticas y adoptarlas o adaptarlas.

Se puede aprender mucho examinando los principios subyacentes en el sistema de democracia bahá’í, que siempre ha tenido a la felicidad en su corazón. Y esto tiene mucho sentido, ya que el objetivo general de la Fe Bahá’í es el de construir un mundo unificado, justo y pacífico; además de alcanzar el progreso y la espiritualización de la civilización:

Considerad la vasta diferencia que existe entre la democracia moderna y las viejas formas de despotismo. Bajo un gobierno autocrático las opiniones de los hombres no son libres y el desarrollo es reprimido, en tanto que en la democracia, debido a que la palabra y el pensamiento no están restringidos, se ve mayor progreso. -Abdu’l-Bahá, La Promulgación a la Paz Universal, pág. 221.

Los principios democráticos bahá’ís incluyen la buena voluntad, el trabajo por el consenso, la franqueza equilibrada con la bondad, la búsqueda imparcial de las mejores soluciones y el servicio al bien común. El sistema democrático bahá’í, que no tiene clero ni autoridad individual arbitraria, también elimina el partidismo, la campaña, el cabildeo y las prácticas políticas adversas.

Este conjunto de normas más amables y delicadas tiene la ventaja de atraer a las personas que prefieren evitar la polémica y las disputas, pero que, sin embargo, están interesadas en el servicio a sus comunidades.

En palabras de Abdu’l-Bahá, durante sus viajes por Europa y América del Norte a principios del siglo XX:

El procedimiento parlamentario debería tener por objeto la obtención de la luz de la verdad sobre las cuestiones presentadas y no proporcionar un campo de batalla para la oposición y la propia opinión. El antagonismo y la contradicción son desafortunados y siempre destructores de la verdad. – La Promulgación a la Paz Universal, pág. 90.

La comunidad bahá’í global utiliza una forma consultiva de democracia para elegir a sus administradores a nivel local, regional, nacional e internacional. Los individuos son elegidos y se espera que trabajen juntos siguiendo un conjunto de principios que buscan mantener la paz y la unidad, la diversidad de opiniones, la creatividad y el orden. El proceso de consulta es sencillo e involucra un proceso de aprendizaje:

Aquel que expresa una opinión no debería decir que es correcta y justa, sino presentarla como una contribución al consenso de opiniones, pues la luz de la realidad se hace aparente cuando coinciden dos opiniones. Cuando el pedernal y el eslabón se juntan salta una chispa. El hombre debería pesar sus opiniones con extrema serenidad, calma y compostura. Antes de expresar sus propias opiniones debería considerar cuidadosamente las opiniones ya presentadas por otros. Si encuentra que una opinión presentada anteriormente es más veraz y meritoria, debería aceptarla inmediatamente y no aferrarse obcecadamente a su propia opinión. – Ibid., pág. 90.

Sin duda, las formas y estructuras de la democracia seguirán evolucionando para reflejar las necesidades y valores cambiantes de la sociedad, pero siempre existirá la necesidad de examinar nuestros principios y objetivos rectores, y ser audaces en nuestra búsqueda de la felicidad.

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