Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Ha transcurrido casi un año desde que los niños estudian en casa, y desde que nuestras salas se han convertido en oficinas.
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Mamá. ¿me ayudas con este problema de matemáticas? Debo terminar mi tarea offline antes de mi video clase de las once – pregunta Rafaella, mientras Vincenzo me pide una vez más si puede tomarse un break. Hemos aprendido mucho, sin duda: a estructurar rutinas y a manejar el estrés en medio de una pandemia sorpresiva, súbita, inesperada.
Sin embargo, aún muchos padres olvidamos que los niños tienen un alto sentido de curiosidad. Quieren saberlo todo. Con solo una expresión en nuestros rostros, ellos pueden saber si hemos recibido malas noticias, si algún familiar se ha enfermado, o si hemos perdido miembros en nuestros hogares. Por supuesto, podemos sentir y entender el dolor que los diferentes desafíos de esta época han causado en los corazones de los adultos y de los niños; sin embargo, como padres es importante mostrar una actitud positiva en casa, ya que esto los beneficia grandemente. Los niños son muy perceptivos, y hasta los más pequeños se dan cuenta si estamos alterados o preocupados.
Muchos psicólogos infantiles creen que el comportamiento de los niños se genera por imitación. En palabras del Dr. Furután, un prominente bahá’í quien tiene diversas publicaciones sobre la educación espiritual y material de los niños, “los padres mismos debemos poseer aquellas características que deseamos que nuestros hijos adquieran, según los más renombrados eruditos del mundo, las palabras y acciones de los padres ejercen una tremenda influencia en sus hijos”. Si queremos que nuestros hijos sean radiantes, alegres, respetuosos, optimistas y serviciales, entonces esas virtudes son las que ellos deben ver reflejadas en nosotros.
Enseñarles positividad mediante el ejemplo
Proteger las emociones de nuestros hijos debe ser una tarea sin descanso, enseñarles a buscar soluciones a los problemas y a reconocer la lección aprendida en cada experiencia. Tratemos de reflejar positividad, y grabar en sus mentes lo bueno que nos puede dejar esta experiencia; mostrémosles los actos de generosidad, amor y compasión que se están realizando día a día en todo el mundo, las iniciativas que hay para la eliminación de prejuicios, iniciativas para el desarrollo de la justicia social y la tolerancia religiosa, etc. Los seres humanos estamos entendiendo que la unidad de la humanidad es inevitable, ¿acaso no es eso emocionante? Hagámosles preguntas como “¿cuál sería un ejemplo de justicia?”, “¿qué es la justicia?”, “¿para qué creen que estamos en este mundo?”.
Enseñémosles a reflexionar
Además, es bueno mantener a los niños informados para ayudarlos a comprender cómo deben cuidarse, pero ellos no necesitan saber detalles que les puedan causar mucha impresión. Recordemos que no es recomendable darle rienda suelta a los “pensamientos catastróficos”, como asumir que nos hemos contagiado del virus por una tos o que nuestros problemas no tienen solución. Tengamos en mente que es importante medir nuestras palabras y actitudes, sobre todo si los niños están escuchando.
¡Tengamos en mente que los niños no son adultos pequeños, son niños! Ellos no deberían escuchar conversaciones de adultos. Nosotros como padres debemos aprender a manejar la ansiedad.
Abdu’l-Bahá, el hijo del profeta y fundador de la fe bahá’í, dijo: “Cuando nuestros pensamientos estén ocupados con las amarguras de este mundo, dirijamos nuestra mirada hacia la dulzura de la compasión de Dios”.
Y Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í dijo: “¡Oh mis siervos! No os apenéis si, en estos días y en este plano terrenal, cosas contrarias a vuestros deseos han sido ordenadas y manifiestas por Dios, porque días de alegría, de delicia celestial, hay de seguro en abundancia para vosotros. Mundos, santos y espiritualmente gloriosos, serán descubiertos a vuestros ojos. Habéis sido destinados por Él a participar, en este mundo y en el siguiente, de sus beneficios, compartir sus alegrías y obtener una porción de su gracia sostenedora. A todos y a cada uno de ellos, sin duda, alcanzaréis”.
Incluirlos en las consultas familiares
Cuando sea posible, incluyamos a los niños en nuestras consultas. Los escritos bahá’ís afirman que “La consulta familiar que utiliza el diálogo franco y pleno, sin perder de vista la necesidad de moderación y equilibrio, puede ser la panacea para los conflictos del hogar”.
La consulta en la familia es extraordinaria y entrenar a los pequeños a consultar acerca de qué actividad familiar podemos hacer, o qué ideas se les ocurre para solucionar algún problema pequeño es ideal. Cuando no sea posible incluirlos, entonces es bueno explicarles por adelantado qué va a pasar y cuando. Contémosles qué haremos y a qué hora, y si debemos dar buenas o malas noticias expliquémosles que todo es pasajero y nada es permanente.
En mi familia, hemos visto que memorizar esta oración calma el corazón y nos ayuda a prepararnos para el futuro:
“Si te llegare la prosperidad no te regocijes, y si te sobreviniere la humillación no te acongojes, pues ambas pasaran y dejaran de ser”.
Darles un tiempo regulado para actividades en línea
Reservar para mis hijos un tiempo regulado para video llamadas los ha ayudado a calmar el estrés y a sentirse conectados con sus amigos y con la familia. Ahora hay muchas formas de jugar en línea con nuestros seres queridos. Esta es una manera de ayudarlos a sentirse menos aislados y a procesar la realidad que estamos enfrentando.
Sin embargo, no debemos olvidar regular este tiempo. No los dejemos a su suerte, ya que muchos psicólogos aseguran que es equivocado pensar que a los hijos debería permitírseles pasar su tiempo frente a la televisión o jugando videojuegos hasta el cansancio, o hasta que ellos decidan. No olvidemos que ellos nos necesitan para aprender a ponerse límites.
Abdu’l-Bahá dijo: “Una vez que ha pasado la pubertad, es muy difícil enseñar al individuo y refinar su carácter. Para entonces, como lo ha demostrado la experiencia, aun cuando se haga el mayor esfuerzo para modificar algunas de sus tendencias, no servirá de nada. Quizás pueda mejorar en algo hoy; pero días después él se olvidará y volverá a su condición habitual y a sus costumbres. Por lo tanto, es en la temprana niñez que debe echarse el cimiento firme. Mientras la rama permanezca verde y tierna puede enderezarse fácilmente”.
Enseñarles a servir a los demás
Enseñémosles a servir, permitámosles hacer algo por nosotros, como traernos un vaso con agua, recoger la mesa o la ropa sucia, y cuando lo hagan demostremos lo felices que nos han hecho. Que nuestros rostros se iluminen y nuestras sonrisas los abriguen, sus corazones se llenaran de alegría y así les ayudamos a reconocer poco a poco que la felicidad y el propósito de la vida está en el servicio al prójimo.
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Estoy convencida que cuando ayudamos a los niños a sobrellevar los sinsabores de la vida, aceptando la voluntad de Dios con alegría y optimismo, les estamos dando las herramientas necesarias para enfrentar con valor las pruebas que les ha de deparar el futuro durante su adolescencia y adultez. Este es el momento para sembrar en nuestras familias virtudes como la fe, la esperanza y la alegría.
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