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Un impuesto mínimo global para las empresas: una perspectiva espiritual

David Langness | Abr 24, 2021

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David Langness | Abr 24, 2021

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Tenemos un enorme problema en la era moderna, en su mayor parte desconocido: Las grandes empresas multinacionales han descubierto en gran medida cómo evitar el pago de sus impuestos.

Esta estrategia de evasión empresarial traslada la carga fiscal a usted y a mí, los contribuyentes individuales. Además, hace que los servicios públicos, al igual que la infraestructura, la educación y la salud, queden desprovistos de recursos. Impone una enorme carga a la clase media. Ejerce una presión injusta sobre toda la sociedad para intentar pagar sus funciones y servicios gubernamentales esenciales con unos ingresos insuficientes.

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Desde la perspectiva bahá’í, esta injusta situación debe cambiar. A mediados del siglo XIX, Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, dirigió cartas y tablas a los reyes y gobernantes del mundo, ordenándoles que desistieran de gravar excesivamente a sus poblaciones:

¡Oh reyes de la tierra! Vemos que aumentáis vuestros gastos cada año y cargáis el peso de ellos sobre vuestros súbditos. Esto, en verdad, es grave y totalmente injusto. Temed los suspiros y lágrimas de este Agraviado y no impongáis cargas excesivas a vuestros pueblos.

En esas mismas tablas, Bahá’u’lláh prescribió el remedio para los impuestos injustos, la militarización y el nacionalismo opresivo:

Estad reconciliados entre vosotros, oh gobernantes de la tierra, para que no necesitéis más armamentos, salvo en la medida para resguardar vuestros territorios y dominios. Cuidado, no sea que desatendáis el consejo del Omnisciente, el Justo.

Sed unidos, oh reyes de la tierra, pues así la tempestad de la discordia entre vosotros será apaciguada y vuestros pueblos hallarán descanso, si sois de aquellos que comprenden. Si alguno de vosotros toma armas contra otro, levantaos todos contra él, porque esto no es sino justicia manifiesta.

En el siglo XXI, sin embargo, las empresas han logrado su artimaña fiscal de varias maneras: ocultando o difiriendo sus ganancias; ejerciendo una agresiva presión para obtener exenciones y un trato favorable, y estableciendo una presencia corporativa legal -a menudo solo un buzón- en paraísos fiscales.

Como esas empresas son multinacionales, pueden elegir colocar su sede o sus filiales más rentables en cualquier lugar del mundo, lo que significa, por definición, que pueden elegir los lugares con los impuestos más bajos y la menor aplicación de la ley.

Los ejemplos abundan: el Instituto de Tributación y Política Económica de Estados Unidos (ITEP por sus siglas en inglés) ha informado que:

La mayoría de las grandes empresas estadounidenses tienen filiales en paraísos fiscales. Al menos 366 empresas, o el 73% de las que figuran en la lista Fortune 500, tienen una o más filiales en países con paraísos fiscales.

El ITEP también informa que:

En general, las empresas multinacionales utilizan los paraísos fiscales para evitar unos 100.000 millones de dólares en impuestos federales sobre la renta cada año. Cada dólar en impuestos que las corporaciones evaden debe equilibrarse con mayores impuestos a los individuos, menos inversiones y servicios públicos y más deuda federal.

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He aquí otro ejemplo, y es uno entre cientos: la tercera corporación más grande del mundo, Amazon, no pagó impuestos federales en Estados Unidos en 2018 -aunque obtuvo 11.000 millones de dólares de beneficios ese año-. En el año siguiente, 2019, Amazon pagó solo el 1,2% en impuestos federales.

Otro ejemplo más: Las corporaciones estadounidenses pagan un promedio del 11% en impuestos federales – mientras que los individuos contribuyentes estadounidenses pagan un promedio del 14%.

El dato más revelador es que el índice promedio de impuestos corporativos en el mundo rondaba el 40 por ciento en 1980, pero se redujo a cerca del 23 por ciento en 2020, según la Fundación Tributaria. Esta fuerte caída ha perjudicado tanto a los países ricos como a los pobres.

Está claro que el terreno de juego se ha inclinado lejos de la horizontalidad. Las naciones ya no pueden hacer cumplir sus leyes fiscales, y muchos países han iniciado una «carrera hacia abajo» bajando sus impuestos empresariales para atraer a más empresas y aumentar la inversión corporativa. Las poderosas y ricas multinacionales tienen una enorme influencia en las políticas fiscales de los gobiernos, por lo que esta tendencia negativa probablemente continuará a menos que todos hagamos algo para detenerla.

¿Qué se puede hacer?

Algunos de los países desarrollados del mundo han sugerido una nueva idea: instituir, con el acuerdo general de la comunidad de naciones, un impuesto mínimo universal para las empresas.

Janet Yellen, secretaria de Hacienda de Estados Unidos y antigua presidenta del Banco de la Reserva Federal, ha propuesto una negociación global de las leyes fiscales que establezca un porcentaje «mínimo» de impuesto para las empresas. El 15 de marzo de 2021, The Washington Post informó que:

Yellen está trabajando para frenar la práctica [de la evasión del impuesto empresarial] a través de un esfuerzo en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico en el que participan más de 140 países. El objetivo es que los países acuerden, en principio, un impuesto empresarial mínimo -aunque no sea vinculante- que dificulte a las empresas multinacionales jugar con los países amenazando con irse. …

«Es un poco como el acuerdo climático de París, pero de los impuestos. Todos los países creen que pueden robar negocios a otros bajando los impuestos, y el único beneficiario de esa carrera hacia el fondo han sido las multinacionales más ricas», dijo Joseph Stiglitz, economista ganador del Premio Nobel en la Universidad de Columbia y mentor de Yellen.

Sí, este puede ser un paso pequeño, especialmente porque cualquier tipo mínimo de impuesto empresarial acordado solo sería voluntario, pero es un comienzo. Este tipo de tratado global entre naciones, basado en el modelo del Acuerdo Climático de París de 2015, podría engendrar una tendencia hacia un sistema fiscal más justo y equitativo.

Sin embargo, para regular, supervisar y gravar de forma justa a las empresas multinacionales, necesitaremos inevitablemente un sistema de gobierno multinacional, tal y como las enseñanzas bahá’ís han defendido durante mucho tiempo. Como escribió Shoghi Effendi, el Guardián de la fe bahá’í, en su libro «El orden mundial de Bahá’u’lláh» en la década de 1930:

Debe necesariamente desarrollarse una forma de Superestado mundial, a favor del cual todas las naciones del mundo han de ceder voluntariamente toda prerrogativa de hacer la guerra, ciertos derechos de recaudar impuestos y todos los derechos de mantener armamentos, salvo con la finalidad de mantener el orden interno dentro de sus respectivos dominios.

Si todos empezamos a visualizar, ponderar y reflexionar sobre las verdaderas necesidades del mundo y de sus pueblos -libertad de la guerra, el hambre, la pobreza y la degradación del medio ambiente-, esta unidad global y gubernamental ofrece a la humanidad su última esperanza.

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