Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Está claro que el poder, como todas las formas de energía, es amoral. Puede utilizarse para el bien o para el mal. Vemos esta espada de doble filo ampliamente demostrada en el gobierno, en los negocios, incluso en la religión.
Lo más interesante para lo que nos ocupa a nosotros son precisamente las creencias religiosas, junto con las pasiones y emociones asociadas a ellas, las que constituyen una de las fuerzas más poderosas que impulsan los movimientos sociales, en particular los movimientos destinados a la reforma y el cambio. Sin embargo, esta misma fuerza, si se pervierte o se apropia con fines de búsqueda de poder personal, puede convertirse en una causa igualmente poderosa de discordia y destrucción social.
Si quieren una prueba, solo tienen que estudiar la relación entre la religión y la guerra, y aquella arma de doble filo se hará inmediatamente evidente.
Pero esta triste evidencia no demuestra de forma lógica que la religión o la creencia en un ser supremo sea en sí misma la causa de este historial doloroso. Sobre todo si tenemos en cuenta que lo que suele pasar por religión -el dogma arraigado, el poder clerical y las instituciones religiosas fanáticas- tiene poca relación con lo que enseñaron los fundadores originales de las religiones. Esta visión de la historia demuestra que las creencias y los sistemas de creencias son fuentes de un poder increíble, y que ese poder puede emplearse para construir una gran sociedad, o para oprimir, esclavizar y provocar antipatía entre los pueblos del mundo.
RELACIONADO: Por qué la creación de una sociedad unificada comienza en casa
Como veremos con mayor detalle más adelante en esta serie, lo que puede garantizar que la religión o las doctrinas religiosas no se distorsionen o desvirtúen es una institución religiosa lógica y concebida de forma justa, un «odre nuevo», como lo llamó Cristo, una institución capaz de ser flexible, crecer y cambiar. Pero incluso si la creación de una comunidad e institución religiosa justa y pacífica está concebida de forma adecuada y benigna, es posible que, con el paso del tiempo, sea incapaz de hacer frente a los cambios radicales de la sociedad.
Cuando esto ocurre, surge la necesidad de una nueva revelación y de nuevas estructuras institucionales que se adapten a las necesidades y capacidades de una condición humana evolucionada. De hecho, las enseñanzas bahá’ís afirman, en este pasaje de un discurso pronunciado por Abdu’l-Bahá, que el crecimiento y la evolución son atributos fundamentales de toda religión y sus instituciones:
La religión es la expresión exterior de la Realidad divina. Por tanto, debe ser viviente, vital, dinámica y progresiva. Si no tuviese movimiento y no progresase, estaría sin la vida divina; estaría muerta. Las instituciones divinas están continuamente activas y son evolutivas; por lo tanto, su revelación debe ser progresiva y continua. Todas las cosas están sujetas a reformas… Los Profetas divinos han revelado y fundado la religión. Han establecido ciertas leyes y principios celestiales para la guía de la humanidad, han enseñado y promulgado el conocimiento de Dios, establecieron ideales éticos dignos de alabanza y han inculcado las más altas normas de virtudes en el mundo humano. Estas enseñanzas celestiales y fundamentos de la realidad, gradualmente han sido obnubilados por interpretaciones humanas e imitaciones dogmáticas de creencias ancestrales. Las realidades esenciales que tanto trabajo les ha costado a los Profetas establecer en los corazones y mentes de los hombres mientras soportaban ordalías y sufrían torturas y persecución, en la actualidad casi han desaparecido. Algunos de estos Mensajeros celestiales fueron asesinados, otros encarcelados, todos ellos fueron despreciados y rechazados mientras proclamaban la realidad de la Divinidad. Poco después de Su partida de este mundo, la verdad esencial de Sus enseñanzas se perdió de vista y fue reemplazada por la adherencia a imitaciones dogmáticas. Puesto que las interpretaciones humanas y las ciegas imitaciones difieren ampliamente, han surgido entre la humanidad la lucha y el desacuerdo religioso, la luz de la verdadera religión ha sido extinguida y destruida la unidad del mundo de la humanidad.
RELACIONADO: ¿Por qué la religión necesita renovarse?
Esta espada de doble filo, que corta en ambos sentidos, significa que toda religión debe renacer y reenergizarse eventualmente. O como escribió Abdu’l-Bahá: «La religión de Dios es una sola religión, mas debe ser siempre renovada».
De la misma manera que la primavera llega cada año para renovar el mundo natural, dicen las enseñanzas bahá’ís, así también aparece inevitablemente un nuevo mensajero, profeta y educador para renovar y reconstruir la guía continua de Dios.
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo