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Deborah Clark Vance | Jul 15, 2021

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Deborah Clark Vance | Jul 15, 2021

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Este último año de secuestro pandémico ha permitido a la gente dedicar más tiempo a la introspección, a prestar atención a los problemas sociales y a decidirse a realizar cambios positivos en la sociedad, pero muchos se sienten frustrados por no saber en qué medios de comunicación confiar.

Como los medios de comunicación dominantes se centran tanto en las elecciones partidistas, el discurso público se ha politizado cada vez más hasta el punto de que los espectadores están confundidos sobre lo que realmente está pasando.

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Mientras tanto, cada día surge un nuevo problema que requiere la atención de aquellas personas de buena voluntad que -cuando ven la crueldad, el hambre, la pobreza, la corrupción, el racismo- no se limitan a sentarse y suspirar. Quieren saber qué hacer para abordar y corregir esas condiciones injustas, para lo cual es necesario tener acceso a información honesta y precisa. Esto requiere esforzarse por encontrar la verdad en cada situación, en lugar de creer ciegamente en las fuentes y los hechos que se les presentan.

Los escritos bahá’ís dicen que cada uno de nosotros debe:

…ver con sus propios ojos, escuchar con sus propios oídos e investigar la verdad por sí mismo para seguir la verdad en vez de la ciega aquiescencia e imitación de creencias ancestrales.

Esta investigación de la verdad requiere tiempo, esfuerzo y capacidad para discernir si las evidencias que se nos presentan tienen lógica.

Casi a finales del siglo XIX, cuando el fundador de la Fe bahá’í, Bahá’u’lláh, fue testigo de artículos de noticias falsas sobre los bahá’ís, incluido él mismo, escribió cartas en las que denunciaba las motivaciones de quienes escribían y publicaban las noticias diciendo: …muchos están ahora d edicados a difundir mentiras y calumnias, y no tienen otra intención que no sea la de inspirar desconfianza en los corazones y las almas de los hombres.

Sin embargo, también elogió la institución de los periódicos, que había llegado recientemente a Medio Oriente, caracterizándolos como «… un espejo dotado de oído, vista y habla«. Advirtió que los periodistas deben conocer todos los hechos y «…purificarse de los impulsos de los deseos y pasiones malignas y ataviarse con la vestidura de la justicia y la equidad«.

En otras palabras, el carácter de la persona es importante en el periodismo, como en cualquier otra profesión. Los periodistas que aprenden a ejercer el juicio honesto, la imparcialidad y el no partidismo probablemente estarían de acuerdo con Bahá’u’lláh, quien escribió: Al lenguaje justo y a la veracidad, en virtud de su elevado rango y posición, se los considera como soles que brillan sobre el horizonte del conocimiento.

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Al comienzo de la era electrónica, en la década de 1920, todos los medios de comunicación de Estados Unidos debían «servir al interés, la conveniencia y la necesidad del público», lo que, hasta la década de 1970, se entendía como proporcionar a la población la información necesaria para su autonomía. Pero la frase se convirtió en una interpretación de que las emisoras debían ofrecer a la audiencia lo que les interesaba ver, como el sexo y la violencia, que se mide mediante un sistema de clasificación que en realidad está diseñado para medir la idoneidad de la audiencia para los anunciantes. A medida que los noticieros de televisión se transformaron en infoentretenimiento, su valor se convirtió en la capacidad de las cadenas de ofrecer audiencia a los anunciantes. Con esta influencia comercial, no es de extrañar que mucha gente no confíe en que los medios de comunicación les den información fiable.

Cuando impartía cursos de medios de comunicación en la universidad, pasaba mucho tiempo ayudando a los estudiantes a incluirse en la ecuación valorando su papel como miembros de la audiencia. Les preguntaba: «¿Los periodistas se dirigen a ustedes con respeto? ¿Con halagos? ¿Como una persona justa e inteligente? ¿Qué te piden que pienses, hagas o seas? ¿Por qué quieren eso de ti?». En mis clases, exigía ejemplos y evidencias de apoyo. Los alumnos solían responder simplemente: «Oh, todos mienten. Es la naturaleza humana». Les desafiaba a que dieran pruebas que apoyaran su afirmación, consciente de que no existe ningún estudio científico social con revisión de pares que establezca ninguna característica común de la llamada «naturaleza humana».

Para comprender verdaderamente la naturaleza humana, debemos tener en cuenta los impulsos del espíritu que todos los mensajeros de Dios han enseñado a lo largo de la historia. Como escribió Bahá’u’lláh: «Te he creado noble; sin embargo tú te has degradado a ti mismo. Elévate, pues, a aquello para lo que fuiste creado».

Es difícil encontrar periodistas fiables y sinceros; en un momento como el nuestro, en el que necesitamos desesperadamente de buena información, esto es una mala noticia, pero probablemente hay más fuentes de información no partidistas que partidistas, y más profesionales decentes que corruptos. Puedes encontrarlas a través de tu propia investigación cuando veas con tus propios ojos, oigas con tus propios oídos y, como Bahá’u’lláh ordenó en sus escritos: «Preocupaos fervientemente con las necesidades de la edad en que vivís y centrad vuestras deliberaciones en sus exigencias y requerimientos».

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