Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En junio de 1933, Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í, escribió una poderosa carta al Alto Comisionado para Palestina, Sir Arthur Grenfell Wauchope, y le hizo esta importante reclamación:
Los seguidores de Bahá’u’lláh creen que la Revelación proclamada por Bahá’u’lláh es divina en origen, universal en su alcance, amplia en su perspectiva, científica en su método, humanitaria en sus principios y dinámica en la influencia que ejerce sobre los corazones y las mentes de los hombres. [Traducción Provisional de Oriana Vento].
Aquí, la frase «científica en su método» se refiere al conocido principio fundamental bahá’í de la armonía entre ciencia y religión, que, aplicado en la acción, puede reformularse como: «La religión respeta a la ciencia».
La armonía de ciencia y religión es un principio bahá’í básico y fundacional. En cierto sentido, supone un avance en la aplicación lógica y práctica de la compatibilidad de la fe y la razón, y también amplía otro principio bahá’í primario, la búsqueda independiente de la verdad.
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En principio y en la práctica, la idea de que «la religión respeta a la ciencia» es un principio comparativa y relativamente nuevo en la historia de las religiones, como Abdu’l-Bahá señaló y enfatizó en sus charlas y escritos.
En repetidas ocasiones afirmó que la humanidad necesita un equilibrio entre lo físico y lo metafísico –entre el conocimiento moral, ético y de otros principios sobre el que pueda cimentarse una «civilización en continuo progreso», de modo que la civilización pueda prosperar y progresar. A diferencia de lo que ocurría en la antigüedad, ahora la ciencia está a la vanguardia del esfuerzo humano, por lo que la religión debe estar en sintonía con esta nueva realidad y modalidad.
En consecuencia, la religión debe desempeñar un papel útil en el fomento de las actividades científicas, garantizando que los logros tecnológicos sean para un bien mayor y contribuyan a la solidaridad del mundo en su conjunto. Además, al igual que la realidad humana tiene una dimensión espiritual además de física, también la tiene el mundo colectivo de la humanidad, que funciona de forma óptima siempre y cuando su unidad esté firmemente establecida, dinamizada y activada, como escribió Abdu’l-Bahá:
… cada época tiene un espíritu: el espíritu de esta era iluminada radica en las enseñanzas de Bahá’u’lláh. Pues ellas sientan los cimientos de la unicidad del mundo de la humanidad y promulgan la hermandad universal. Se basan en la unidad de la ciencia y la religión y en la investigación de la verdad. Sustentan el principio de que la religión debe ser la causa de amistad, de unión y armonía entre los hombres. Establecen la igualdad de ambos sexos y exponen principios económicos que son para la felicidad de las personas. Difunden la educación universal para que, tanto como les sea posible, todas las almas participen del conocimiento. Abrogan y anulan los prejuicios religiosos, raciales, políticos, patrióticos y económicos y similares. Las enseñanzas, que están diseminadas en todas las Epístolas y Tablas, son la causa de la iluminación y la vida del mundo de la humanidad. Quienquiera que las promulgue será ciertamente asistido por el Reino de Dios.
La interrelación de principios entre ciencia y religión es un fenómeno relativamente moderno, que no existía en la antigüedad. Esto representa un papel relativamente nuevo e importante para la religión, como Abdu’l-Bahá afirmó firmemente: «Y que la religión ha de estar de acuerdo con la razón sólida y la ciencia exacta: ¿en qué Libro se menciona esto?».
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También dijo, en esta charla de 1912 en Nueva York:
La quinta enseñanza de Bahá’u’lláh, que es nueva para este Día, es que la religión debe estar de acuerdo con la ciencia y la razón. Si la religión no está en conformidad con la ciencia y la razón, entonces es superstición. Esta es una de las enseñanzas de Bahá’u’lláh. Hasta el día de hoy ha sido costumbre que un hombre acepte algo por llamarse religión, aunque no esté de acuerdo con el juicio o la razón humana. [Traducción Provisional de Oriana Vento].
El principio bahá’í de la armonía entre ciencia y religión también representa una profecía. ¿Cómo podrían manifestarse este principio y esta profecía en el futuro? Shoghi Effendi, en su libro El Orden Mundial de Bahá’u’lláh, explicó:
La unidad de la raza humana, tal como es concebida por Bahá’u’lláh, implica el establecimiento de una mancomunidad mundial en la que todas las naciones, razas, creencias y clases estén estrecha y permanentemente unidas, y en la que la autonomía de sus Estados miembros y la libertad personal y la iniciativa de los individuos que la componen estén definitiva y completamente resguardadas…
En semejante sociedad mundial, la ciencia y la religión, las dos fuerzas más potentes de la vida humana, se reconciliarán, cooperarán y se desarrollarán armoniosamente…
La enorme energía disipada y desperdiciada en la guerra, ya sea económica o política, será consagrada a aquellos fines que extiendan el alcance de las invenciones humanas y del desarrollo tecnológico, al aumento de la productividad de la humanidad, al exterminio de las enfermedades, a la extensión de la investigación científica, a la elevación del nivel de salud física, a la agudización y refinamiento del cerebro humano, a la explotación de los recursos no utilizados e insospechados del planeta, a la prolongación de la vida humana y al fomento de todo organismo que estimule la vida intelectual, moral y espiritual de toda la raza humana.
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