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Vida

Cómo empezar a responder la pregunta «¿Quién soy?»

David Langness | Abr 14, 2024

PARTE 1 IN SERIES La identidad y el espíritu humano

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David Langness | Abr 14, 2024

PARTE 1 IN SERIES La identidad y el espíritu humano

Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.

Vivimos en la era de la identidad. Descubrir nuestras identidades individuales define la búsqueda de muchísimas almas hoy en día. En consecuencia, «¿Quién soy?» se ha convertido en una pregunta central de nuestro tiempo.

En muchos sentidos, eso es bueno.

Las enseñanzas bahá’ís animan a todas las personas a buscar la autocomprensión, a conocerse a sí mismas y comprender su verdadera identidad. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, dijo: «La verdadera pérdida es la de aquel cuyos días se han consumido en completa ignorancia de su propio ser». En otro pasaje, Bahá’u’lláh escribió: «… el hombre debe conocer su propio ser y distinguir lo que conduce a la sublimidad o a la bajeza, a la gloria o a la humillación, a la riqueza o a la pobreza».

Así pues, la búsqueda de nuestra propia identidad tiene un significado real. Cada uno de nosotros realiza ese viaje esencialmente espiritual de reflexión y comprensión interior a lo largo de nuestra vida, lo que significa que es un viaje interminable, que se vuelve constantemente más profundo y más inquisitivo a medida que crecemos y maduramos.

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¿Quién soy personalmente?

Normalmente, la primera vía de autoexploración que emprendemos la mayoría de nosotros tiene que ver con nuestras inclinaciones personales: lo que nos gusta, lo que sentimos y lo que queremos.

Estas decisiones de autodefinición suelen tener lugar cuando somos jóvenes, cuando empezamos a buscar la autonomía, sobre todo de nuestros padres y familiares directos. Esta búsqueda, que los psicólogos llaman «individuación», representa una parte normal y saludable del proceso de maduración. A menudo funciona así: vemos que nuestros compañeros empiezan a identificarse de determinadas maneras y nos enfrentamos a decisiones: ¿dónde está mi tribu? ¿Cómo encajo? ¿Quiénes son mis amigos y cómo son? En última instancia, nuestros iguales nos ayudan a definirnos respondiendo a la pregunta: «¿Cómo soy?».

A medida que los adolescentes van adquiriendo conciencia de sí mismos, empiezan a construir un sentimiento de autonomía personal. Este «desarrollo de la identidad» aumenta su compromiso con los aspectos sociales de su propia autoconciencia al descubrir y expresar mayores necesidades de conexión con los demás.

El desarrollo de la identidad tiene dos etapas: la exploración, que implica probar distintos papeles u opciones; y el compromiso, que implica comprometerse con los aspectos de la autodefinición que mejor se ajustan a nosotros.

El desarrollo de la identidad y la importancia de los modelos de conducta

Este proceso de exploración y compromiso, a menudo inquietante e incómodo, requiere el apoyo social y emocional de un grupo de personas afines. Los estudios demuestran que quienes tienen éxito en este proceso de desarrollo de la identidad suelen sentirse más satisfechos en la vida adulta, ya que refuerzan su autoestima y su propósito. Los que no consiguen desarrollar una identidad clara pueden sentir depresión, ansiedad, falta de propósito y confusión identitaria.

Los que consiguen formar una identidad personal fuerte, según demuestran los estudios, suelen tener modelos a los que admirar y emular.

Adoptar un modelo de conducta en la vida, un padre o un abuelo, un profesor, un compañero mayor que uno, un líder de la comunidad o incluso una figura espiritual, implica encontrar a alguien admirable y decidirse a modelar aspectos de la vida siguiendo su carácter y sus atributos. Los modelos de conducta pueden ayudarnos a imaginar un futuro para nosotros mismos sabiendo quiénes son y expresando ese conocimiento a través de sus acciones. Los mejores modelos de conducta tienen autenticidad y coherencia: sencillamente, lo que hacen refleja quiénes son y en qué creen.

Los modelos de conducta suelen ser personas nobles y admirables en todos los aspectos de la vida, personas capaces de inspirarnos. Normalmente, los mejores modelos de conducta tienen rasgos de carácter esencialmente espirituales: un conjunto claro de valores internos, un enfoque desinteresado para ayudar y servir a la humanidad, y el compromiso y la fortaleza para superar los obstáculos de la vida. Los modelos de conducta expresan compromisos visibles con su comunidad y tienden a manifestar amor y aceptación hacia los demás. Los modelos de conducta tienen pasión, lo que suele significar que poseen una serie de valores fundamentales que les impulsan a actuar.

Por supuesto, es difícil determinar quién podría ser un buen modelo a seguir para ti a menos que primero identifiques tus propios valores fundamentales: las creencias a las que aspiras en lo más profundo de tu naturaleza interior y superior que más te importan. Los escritos bahá’ís denominan a esos valores fundamentales «atributos de Dios», como las cualidades de «amor, misericordia, bondad, verdad y justicia», tal y como se expresa en este extracto de un discurso que Abdu’l-Bahá pronunció en París en 1911:

En el ser humano existen dos naturalezas; su naturaleza superior o espiritual, y su naturaleza inferior o material. Con una se acerca a Dios, con la otra vive sólo para el mundo. Los signos de estas dos naturalezas se hallan presentes en cada persona. En su aspecto material, expresa falsedad, crueldad e injusticia; todas éstas son el producto de su naturaleza inferior. Los atributos de su naturaleza divina se manifiestan en amor, misericordia, bondad, verdad y justicia; todas y cada una de ellas son la expresión de su naturaleza superior. Todos los buenos hábitos, todas las cualidades nobles, pertenecen a la naturaleza espiritual del ser humano, mientras que todas sus imperfecciones y acciones pecaminosas nacen de su naturaleza material.

Entonces, ¿cómo formamos nuestras identidades en torno a este tipo de nobles valores, cualidades y atributos interiores? ¿Cómo descubrimos modelos de conducta que hayan desarrollado sus propios valores e identidades de esta forma espiritual? En el próximo artículo de esta breve serie exploraremos estas cuestiones.

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