Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Todos estamos tratando de descubrir cómo fomentar la unidad en nuestras familias, y con el esfuerzo diario, la práctica de la devoción y aprendiendo muchas lecciones a lo largo del camino, comenzaremos a caminar y finalmente a correr. Este recorrido es tan importante como llegar a la línea de meta.
Cuando vivimos en nuestra nobleza inherente, podemos ver esa nobleza en nuestros seres queridos, incluso cuando los conflictos nos ponen a prueba. Otro elemento es reconocer nuestro dolor y sufrimiento, así como los velos que nos impiden reconocer que tenemos un trabajo significativo que hacer. Esto requiere que seamos humildes y reflexivos con nuestro propio trabajo personal, y por lo tanto que comprendamos el dolor y el sufrimiento de nuestros seres queridos.
Recuerden, «la gente lastimada, lastima gente». No es solo un cliché. Todos podemos dar fe de ello. Cuando reconocemos el profundo sufrimiento que existe, desarrollamos una profunda escucha, compasión y empatía y por lo tanto nos liberamos del juicio hacia nuestros seres queridos.
¿Cómo se ve esto en la práctica? Aquí hay tres pasos que podemos dar para crear y mantener la unidad dentro de nuestros hogares y familias:
1. Ser generoso en el lenguaje
Estar rodeado de gente que nos muestra con sus palabras cuánto nos aman, nos llena de amor, bondad y abundante felicidad. La gente que habla con amabilidad, gracia, elocuencia y tiene una naturaleza acogedora nos llena de felicidad y afinidad. Incluso a través del Zoom, iluminan la pantalla con alegría. Como lo dijo Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í: «Una lengua amable es el imán del corazón de los hombres. Es el pan del espíritu, reviste de significado las palabras, es fuente de la luz de la sabiduría y el entendimiento».
El lenguaje que usan las figuras centrales de la fe bahá’í es melodioso y gratificante para el corazón y la mente. Junto con la sabiduría, la guía y el poder innato de las palabras de Dios, incitan al pensamiento iluminado. Ellos tienen en cuenta el lenguaje generoso. Cuando rezamos y meditamos sobre las sagradas palabras de Bahá’u’lláh, nuestros corazones se unen con el amor de Dios, y tienen el poder de transformar nuestras palabras y acciones en amor y bondad. El lenguaje generoso y amable se siente bien y nos permite derramar amor y ánimo, incluso al corregir, de manera que se muestre reverencia por la nobleza de nuestros seres queridos.
2. Ser paciente y lleno de tolerancia
Reconocer la nobleza de nuestros seres queridos y extenderles palabras generosas nos brinda paciencia para caminar junto a ellos mientras navegan en su propio camino. Especialmente durante los tiempos de pruebas y dificultades. En una familia, las pruebas y dificultades pueden tomar la forma de un simple desacuerdo o un malentendido que se desborda. Bahá’u’lláh escribió: “¡Oh hijo del hombre! Hay un signo para cada cosa. El signo del amor es la fortaleza en Mi decreto y la paciencia ante Mis pruebas».
Mantenernos en la práctica de la oración, la meditación y la auto-reflexión nos permite reconocer – o incluso prever – un posible descarrilamiento. Así es como podemos ser un pilar de fortaleza y esa ancla de tolerancia con nuestro ser querido – comprendiendo que aquella prueba o dificultad está ahí para perfeccionarnos en nuestro camino espiritual, y reconociendo que nuestro ser querido tiene su propio camino de perfección y crecimiento. La clave: que nuestro ser querido aún se sienta conectado, seguro, y que es parte. El hogar sigue siendo un santuario.
3. Ser cortés
Cada uno de nosotros puede hacer de su casa un santuario, un lugar de refugio y seguridad. Creamos la atmósfera y la energía en el interior. Podemos bendecir y establecer nuestros hogares como espacios sagrados adorando a Dios en ellos a través de la recitación de escritos sagrados, cantando, preparando comida saludable o decorando, y colmando a nuestros seres queridos con palabras gloriosas. Al hacerlo, exudamos cortesía hacia nuestras familias.
‘Abdu’l-Bahá, hijo de Bahá’u’lláh y su sucesor designado, escribió: «Ruego a Dios que haga de tu hogar un centro de radiación de luz y de resplandor de su amor en los corazones de su pueblo. Sepa que en cada hogar cuando se alaba y se reza a Dios, y se proclama su Reino, ese hogar es un jardín de Dios y un paraíso de su felicidad».
Para ello, la cortesía engendra respeto, que a su vez engendra reverencia, y la reverencia fomenta afinidad y amistad en la familia. Exhibir cortesía, junto con humildad, puede ser una de las acciones más importantes que tomamos. Como declaró Bahá’u’lláh:
¡Oh pueblo de Dios! Os exhorto a practicar la cortesía, pues por encima de todo es la primera de las virtudes. Bienaventurado quien sea iluminado con la luz de la cortesía y esté ataviado con la vestidura de la rectitud. Quienquiera esté dotado de cortesía, ha logrado, por cierto, una sublime posición. Se espera que a este Agraviado y a todos los demás se les permita adquirirla, aferrarse a ella, practicarla y fijar nuestra mirada en ella. Éste es un mandamiento obligatorio que ha emanado de la Pluma del Más Grande Nombre.
Sin cortesía, ¿cómo sería nuestro mundo? La civilización se formó en base a decisiones intencionales de mantener la paz y unirse a través de la colaboración, en lugar de hacer la guerra y destruir. Nuestros hogares, nuestras familias, son micro civilizaciones. Lo que hacemos dentro de nuestras familias se expande al resto del mundo. En una charla en París en 1911, ‘Abdu’l-Bahá explicó:
Cuando améis a algún miembro de vuestra familia o a un compatriota, ¡que este amor sea como un rayo del Amor Infinito! ¡Que sea en Dios y por Dios! Dondequiera que encontréis los atributos de Dios, amad a esa persona, ya sea de vuestra familia o de otra. Derramad la luz del amor sin límites sobre todas las personas que os encontréis, ya sean de vuestra patria, de vuestra raza, de vuestro partido político o de cualquier otra nación, color o tendencia política. El cielo os ayudará mientras trabajéis en reunir a los dispersos pueblos del mundo bajo la sombra de la todopoderosa tienda de la unidad.
Las enseñanzas bahá’ís dicen que la familia constituye un taller donde podemos practicar y perfeccionar las virtudes de una vida espiritual. En una charla en Boston en 1912, Abdu’l-Bahá dijo que «Si el amor y la armonía se manifiestan en una sola familia, esa familia progresará, se volverá iluminada y espiritual». Durante una charla en Nueva York ese mismo año, también dijo que «A la familia le deben ser enseñadas todas las virtudes. La integridad del lazo familiar debe tenerse en cuenta constantemente y los derechos de sus miembros individuales no deben ser transgredidos».
Podemos lograr la unidad familiar cuando los padres y los hijos dedican mutuamente su amor y sus energías a servir a Dios y a los demás. En estas condiciones, la unidad familiar conduce al progreso y desarrollo de los individuos dentro de la familia. Cuando practicamos la virtud de ser pacientes y estar agradecidos con nosotros mismos y con los miembros de nuestra familia, recordamos: Somos creados a semejanza de Dios.
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