Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
La tierra es un solo país, y la humanidad sus ciudadanos. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, página 283
Como muchos de nosotros ahora nos damos cuentas, tenemos toda una serie de asuntos serios y urgentes para tratar en nuestro mundo. Uno de los peores de estos problemas – el prejuicio – ha infligido sus heridas a todos.
Es hora de sanar esas heridas, y debemos unirnos para que esto suceda. Podemos tomar cuatro pasos prácticos para erradicar las raíces que causan los prejuicios:
1. Entender que, si usted no ha sido perseguido genuinamente, usted no está en la posición para juzgar a los que sí lo han sido.
Si usted nunca ha experimentado el prejuicio, probablemente no sabe lo que se siente ser oprimido. Hay un miedo legítimo allá afuera, y muchos de nuestros hermanos y hermanas están viviendo en el terror. Las mujeres siempre han estado preocupadas sobre la igualdad de derechos, pero ahora sienten miedo de perder esos derechos que tanto les costó ganar. Las minorías que han sido perseguidas por largo tiempo ahora están experimentando una nueva ola de racismo. La comunidad LGBT lidia constantemente con prejuicios. Aún los discapacitados han sido humillados públicamente. Los inmigrantes son también objetivo, la igualdad de sus derechos e incluso viven en peligro. El punto es, no podemos saber cómo se siente hasta que nos ponemos en los zapatos de otra persona. Es sabio no subestimar los temores y justificables preocupaciones de aquellos que son perseguidos por prejuicio.
Las enseñanzas bahá’ís nos piden – especialmente a aquellos que forman parte de la mayoría privilegiada – extendernos haciendo un “esfuerzo supremo” para vencer el prejuicio:
Que los blancos hagan un esfuerzo supremo en su resolución por contribuir su parte a la solución de este problema, por abandonar una vez por todas su sentimiento de superioridad, el que por lo general es inherente y a veces, subconsciente, por corregir tu tendencia por manifestar una actitud desdeñosamente condescendiente hacia los miembros de la otra raza, por persuadirlos a ellos a través de su asociación íntima, espontánea e informal con ellos, de la autenticidad de su amistad y de la sinceridad de sus intenciones… – Shoghi Effendi, El advenimiento de la justicia divina, página 39
2. Defender de la persecución y la intolerancia
Si ve que alguien está siendo acosado, hable. Sea parte de la solución. Si no está cómodo con decir algo, entonces vaya y preséntese con la persona que ha sido acosada. Siéntese al lado y entable una conversación. Esto podría ayudar a despejar la situación, ya que el atacante verá que está siendo ignorado. En cualquier caso, la víctima se sentirá apoyada y acompañada:
La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia de cualquiera. – Martin Luther King, Jr.
Se debe renunciar a todos los prejuicios, ya sean de religión, de raza, de política o de nacionalidad, pues estos prejuicios han causado la enfermedad del mundo. Se trata de una grave dolencia, que, a menos que sea detenida, es capaz de provocar la destrucción de la totalidad de la raza humana. Todas las guerras ruinosas, con su terrible derramamiento de sangre y sus miserias, han sido causadas por uno u otro de estos prejuicios. – ‘Abdu’l-Bahá, La sabiduría de ‘Abdu’l-Bahá, página 180
3. Apoyar grupos y organizaciones que promuevan la unidad y los Derechos Humanos
Necesitamos trabajar juntos ahora más que nunca. Más allá de combatir simplemente la ignorancia, debemos avanzar enérgicamente e en la promoción de la igualdad en todos los niveles. La construcción de comunidad es un noble comienzo. Únase a una organización que apoye sus ideales. Invite a sus vecinos a los que sólo ha saludado de paso. Haga voluntariado para una causa digna que lo motive. Trabajar juntos por el bien común es algo poderoso, porque somos más efectivos en números:
Todos vosotros sois hojas de un mismo árbol y gotas de un solo océano. – Bahá’u’lláh, Tablas de Bahá’u’lláh, página 40
Si no tenemos paz en el mundo, es porque hemos olvidado que nos pertenecemos el uno al otro – Madre Teresa
4. No temer a lo que no conoce
Estar abierto a los pueblos, religiones y razas con las que no se ha asociado previamente es una gran manera de disipar las inquietudes y las falsas suposiciones. La familiaridad fomenta la comprensión. Yo adoraba absolutamente a mi abuela. Ella era amable, religiosa y amorosa. Cuando yo tenía 14 años, mi madre era una intrépida campeona por la igualdad de derechos. En 1971, mi madre me expuso a un grupo diverso de sus amigos y yo llegué a amarlos también. Estos incluían hispanos, homosexuales, y su novio de origen afroamericano. Mi abuela no estaba para nada emocionada con ello, pero yo comprendí que ella tenía prejuicios ocultos. Ella sólo se asociaba con sus amigos cristianos blancos, por ello temía lo que no conocía.
Curiosamente, dos cosas cambiaron para siempre sus puntos de vista antes de fallecer. Cerca del final de su vida, ella se quedó ciega por una cirugía ocular fallida. Una mujer luchadora, ella empezó a tomar clases en el Instituto Braille de Los Ángeles. Esto la sacó de su seguro y rico vecindario blanco y la llevó a un mundo de variedad de razas, estilos de vida y religiones. Lo que pasó después de esto fue un maravilloso regalo, porque por primera vez en su vida ella fue capaz de “ver” verdaderamente un hermoso sector de la humanidad de una forma que nunca lo hubiese hecho si no hubiese perdido la vista. Sus preconceptos se disiparon, se hizo de maravillosos amigos y un nuevo mundo se abrió ante ella, aun siendo ciega.
El segundo acontecimiento fue que su hija, mi hermana y yo nos hicimos bahá’ís. Ya que éramos las personas que ella adoraba, abrió la puerta a la tolerancia religiosa, aprendió sobre la Fe Bahá’í y falleció con una de sus más queridas posesiones junto a su cama: un libro de oraciones bahá’ís. Si mi abuela no hubiera dejado de lado sus prejuicios y sus temores, este hermoso despertar nunca hubiese ocurrido.
Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar, el amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario. – Nelson Mandela
Ahora es tiempo de ser fuertes en nuestra determinación, y mantenernos firmes en nuestros ideales de amor, unidad y compasión. No debemos vacilar ni dudar de nuestra capacidad. En un mundo lleno de oscuridad, cada uno de nosotros puede convertirse en una fuente de luz y esperanza para todos los seres humanos.
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