Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Si eres como yo, puede que hayas pasado algún tiempo durante los últimos meses y años sintiéndote ineficaz, esto como consecuencia de los problemas aparentemente insuperables a los que nos enfrentamos los seres humanos por la injusticia y la desunión endémicas.
Esos problemas, complejos y enormes, se unen a muchos otros como un enorme ovillo de hilo imposible de desenredar. Mientras observamos el cambio climático, una pandemia mundial, el racismo, los disturbios civiles, la desigualdad y las heridas de larga duración en todos los ámbitos, parece fácil sentirse pequeño e impotente, querer encogerse y esconderse.
Si a estos problemas comunes se añaden todos nuestros problemas individuales -enfermedades, relaciones perdidas, soledad, problemas laborales, problemas económicos-, podemos sentirnos abrumados, como si nada de lo que hagamos sirviera de mucho. Es obvio que nuestro mundo necesita un gran cambio para sanar, y mucha gente siente que no tiene lo que se necesita para lograrlo.
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Pero los escritos bahá’ís nos dicen que, en esos momentos, existen realmente acciones poderosas que cada uno puede llevar a cabo. Estas cinco acciones internas y externas están disponibles para todos:
1. Podemos recordarnos a nosotros mismos que Dios tiene el control y un plan para la humanidad:
Como un padre amoroso, nos dicen las enseñanzas bahá’ís, el Creador nunca ha dejado a la humanidad sin guía espiritual y práctica, y Sus mensajeros divinos continúan trayendo un plan secuencial, regularmente renovado y en evolución para nuestro crecimiento individual y colectivo en niveles cada vez más altos de desarrollo. Estamos en la cúspide de nuestra adultez colectiva, y la adolescencia es una época turbulenta. Podemos elegir aliviar nuestro sufrimiento alineándonos con el lado de la justicia. Cuando actuamos de forma egoísta, al margen de nuestro bien colectivo, sufriremos y provocaremos el sufrimiento de los demás, tanto física como espiritualmente.
Bahá’u’lláh explicó esta época actual como una parte necesaria de nuestra transformación como ciudadanos del mundo:
… estas grandes injusticias que azotan al mundo lo están preparando para el advenimiento de la Más Grande Justicia… así será; estas guerras estériles y devastadoras pasarán, y la “Más Grande Paz” vendrá…
Entender nuestras luchas como necesarias para nuestro desarrollo y aprendizaje puede darnos algo de perspectiva y alejarnos de la desesperación.
2. Podemos orar por nosotros mismos, por los demás, por la curación de este mundo:
Podemos sentir que podemos hacer poco para ayudar en este mundo. Pero Dios es todopoderoso, y la oración es nuestro vínculo con ese poder. Siempre podemos pedir la ayuda de Dios y saber que, en su misericordia, nos proporcionará lo que necesitamos, y ayudará también a los demás.
Cuando estoy decaído y me siento impotente, a veces recito esta breve oración bahá’í para recordarme Quién está al mando:
Armado con el poder de Tu Nombre, nada podrá herirme. Y con Tu amor en mi corazón, todas las aflicciones del mundo no podrán, en ninguna medida, alarmarme.
3. Podemos centrarnos en lo que nos aporta alegría y energía, y limitar lo que nos desanima:
Me parece que, aunque debo preocuparme y ser consciente de lo que ocurre en el mundo -y trabajar duro para lograr un cambio positivo-, centrarme excesivamente en la ruptura de los viejos sistemas y formas de pensar tiende a restarme poder y a agotarme. Por ello, tengo cuidado de limitar mi exposición a los medios de comunicación negativos y divisivos, al partidismo de ambos bandos, a los chismes y a las murmuraciones, al entretenimiento degradado y a los chistes chocantes. No alimento a mi cuerpo con una dieta de comida chatarra; ¿por qué entonces lo haría con mi mente?
Las enseñanzas bahá’ís dicen que la realidad espiritual y nuestras cualidades espirituales son la fuente de alegría y energía. Abdu’l-Bahá lo explicó:
También sabemos que cuando nosotros mismos nos sentimos animados, creamos felicidad en los que nos rodean. Abdu’l-Bahá alentó esto: «Quiero que seáis felices… que riáis, sonriáis y os regocijéis para que otros puedan ser felices a través de vosotros».
4. Podemos buscar los signos de la Divinidad en cada aspecto de la Creación:
Los escritos bahá’ís dicen: «Cada cosa creada es una puerta al conocimiento de Dios». El sol nos muestra la iluminación y el poder de Dios. Una semilla representa la humildad, el sacrificio y el potencial, una flor la belleza y la dulzura, una montaña el poder y la firmeza del Creador. Así que el tiempo que pasamos al aire libre puede levantarnos el ánimo y ayudarnos a ganar perspectiva.
En cuanto a nosotros, los humanos, Dios ha hecho que todos estos atributos esencialmente espirituales estén latentes en nosotros. Todos tenemos la capacidad de la constancia, la humildad, la generosidad, el perdón y el amor. Además, cuando buscamos y reconocemos las cualidades divinas de los demás, nos sentimos esperanzados. Podemos ver y cultivar estas cualidades en nosotros mismos, en nuestros hijos y en los demás. Son la esencia de lo que estamos destinados a ser.
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5. Por último, podemos mirar más allá de nosotros mismos y dedicarnos a servir a los demás:
Nuestra miseria suele aumentar si nos centramos en nuestro propio dolor. Puede que estemos ansiosos por el futuro, o tristes por el pasado. Podemos haber sufrido grandes traumas y pérdidas. Esta vida está llena de tales pruebas – pero podemos aliviar algo de nuestro dolor ayudando a alguien más. Se dice que Abdu’l-Bahá sugirió:
No seas esclavo de tus sentimientos, sino su amo. Pero si estás tan enfadado, deprimido y herido que no encuentras liberación y paz, incluso en la oración, rápidamente ve y brinda alegría a alguien solitario o triste, a un culpable o inocente que sufre. Sacrifícate a ti mismo, tu tiempo, tu talento, tu descanso a otro, a uno que lleve una carga más pesada y tu infelicidad se disolverá en una bendita y satisfecha sumisión a Dios.
Servir a los demás puede significar ofrecer tu tiempo y tu talento a una organización con vocación social, aunque también puede adoptar muchas formas más sencillas: escuchar a un amigo, comprobar cómo está alguien de quien no has tenido noticias desde hace tiempo, ofrecer ayuda a un vecino o a un pariente, pensar en tu trabajo como el mayor servicio que puedes prestar a la humanidad y tender la mano con amor a todos los que se cruzan en tu camino.
Vivimos en años transformadores y volátiles, de gran sufrimiento y grandes posibilidades de cambio real y positivo, personal y colectivamente. Pero no somos impotentes, y las pequeñas cosas que hacemos para mantener nuestra perspectiva y difundir el amor de Dios y el mensaje de sanación pueden tener un efecto enorme.
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