Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Todos podemos reconocer si tenemos el cuerpo tenso, la mente intranquila o el espíritu agitado.
Cuando nos sentimos ansiosos y abrumados, somos incapaces de funcionar adecuadamente, nuestras facultades mentales y nuestra resistencia física se ven obstaculizadas, y ya no podemos hacer lo mejor que podemos para mejorar nuestro mundo.
Una carta escrita en nombre de Shoghi Effendi, el Guardián de la fe bahá’í, explicaba:
Éste -el cuerpo- es como una cabalgadura que lleva a cuestas la personalidad y el espíritu, y como tal debe cuidarse para que pueda desempeñar su trabajo.
Afortunadamente, podemos relajar nuestra mente y nuestro cuerpo de numerosas maneras. He aquí cinco:
1. Respirar para eliminar el estrés
Una de las mejores maneras de aquietar la mente y calmar el cuerpo es centrar toda la atención en la respiración. Así que te invito a que te detengas un momento, te tomes un descanso de tus actividades y preocupaciones diarias para simplemente respirar.
Asegúrate de sentarte con la espalda recta para permitir que circule más oxígeno por tu cuerpo. Coloca las manos en el abdomen y siente cómo sube y baja el vientre mientras inhalas durante cinco segundos y exhalas durante cinco segundos. Cierra los ojos y respira lenta y profundamente. Repite este ciclo de inhalación y exhalación hasta que tu ritmo cardíaco vuelva a ser normal y tu mente esté en paz.
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Los ejercicios de respiración aumentan la inmunidad, mejoran la calidad del sueño y fortalecen el corazón y los pulmones. Además, relajan los nervios y mejoran la atención y la concentración.
2. Conectar con la naturaleza
Según un artículo publicado en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos de América en 2015, «más del 50% de las personas viven actualmente en zonas urbanas. En 2050 esta proporción será del 70%». Aunque puede ser divertido y emocionante vivir en una ciudad, las investigaciones están descubriendo que la vida urbana puede ser perjudicial para nuestra salud mental.
Un experimento descubrió que los participantes que dieron un paseo de 90 minutos por la naturaleza tuvieron menos pensamientos negativos y «redujeron la actividad neuronal en una zona del cerebro relacionada con el riesgo de padecer enfermedades mentales», mientras que un paseo de 90 minutos en un entorno urbano no tuvo esos efectos. Así que, si vives en una zona urbana, es muy importante que te alejes del smog, el ruido y las luces de la ciudad y, si puedes, busca consuelo en la naturaleza.
Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, amaba la belleza y la vegetación del campo. Él dijo:
El campo es el mundo de las almas, la ciudad el mundo de los cuerpos.
Así como Moisés se retiró al Monte Sinaí, Jesús pasó 40 días y noches en el desierto y Mahoma se retiró a la cueva del Monte Hira, Bahá’u’lláh vivió solo durante dos años en las montañas del Kurdistán, reflexionando sobre su misión divina como el más reciente mensajero enviado por Dios.
3. Tomar un té caliente
Siempre que me siento ansiosa o estresada, me tomo una taza de té de hierbas para calmarme. Mi preferido es el té de rosas, pero hay muchos tés que relajan la mente y el cuerpo. Por ejemplo, el té de manzanilla aumenta los niveles de serotonina y melatonina en el cuerpo y el té de menta relaja los músculos y alivia los dolores de cabeza causados por la tensión.
Las figuras centrales de la fe bahá’í solían tomar té. Una de las primeras bahá’ís americanas, Ella Goodall Cooper, escribió lo siguiente sobre su visita a Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh, a finales del siglo XIX:
Un día… me había reunido con las damas de la Familia en la habitación de [Bahíyyih Khánum] para tomar el té de la mañana, el amado [Abdu’l-Bahá] estaba sentado en Su rincón favorito del diván donde, a través de la ventana de Su derecha, podía mirar por encima de las murallas y ver el azul del mar Mediterráneo más allá.
Estaba ocupado escribiendo las Tablas, y la tranquila paz de la habitación solo se rompía por el burbujeo del samovar, donde una de las jóvenes sirvientas, sentada en el suelo ante él, preparaba el té.
4. Practicar la gratitud
Si estamos reflexionando sobre lo que va mal en nuestras vidas, no estamos agradeciendo a Dios por lo que está yendo bien. Contar nuestras bendiciones cambia nuestro enfoque y nos pone en un estado de ánimo más positivo. Abdu’l-Bahá enumeró muchas bendiciones físicas y espirituales que Dios nos ha dado:
Él ha provisto nuestros alimentos, bebidas y otras necesidades; Sus favores nos rodean desde todas direcciones. Los sustentos provistos para el hombre son bendiciones. La vista, el oído y todas sus facultades son dones maravillosos. Estas bendiciones son inconmensurables, no importa cuántas se mencionen, siguen siendo infinitas.
Las bendiciones espirituales son también infinitas: -espíritu, conciencia, pensamiento, memoria, percepción, ideación y otros dones. Mediante los mismos Él nos ha guiado, y entramos en Su Reino.
Ahora bien, nuestra gratitud no puede limitarse a las palabras. Debe ser expresada a través de acciones loables. Abdu’l-Bahá dijo:
En respuesta a estos dones debe hacer buenas acciones, ser sacrificado, amar a los siervos de Dios, incluso perder la vida por ellos, mostrar bondad a todas las criaturas. Debe desprenderse del mundo, estar atraído hacia el Reino de Abhá con el rostro radiante, la lengua elocuente, el oído atento, esforzándose día y noche para logar el beneplácito de Dios.
5. Calma tu mente y tu cuerpo a través de la oración
Si queremos desconectarnos de este mundo, tenemos que orar. La oración es una conversación con Dios y por eso es el estado más dulce de este mundo.
Las figuras centrales de la fe bahá’í revelaron miles de oraciones sobre todos los temas, desde el desprendimiento y la cercanía a Dios hasta el crecimiento espiritual y la curación. Abdu’l-Bahá escribió:
Las oraciones que han sido reveladas para pedir curación son aplicables a la curación tanto física como espiritual. Recítalas, entonces, para curar tanto el alma como el cuerpo.
Ojalá la siguiente oración bahá’í relaje tu mente, calme tu cuerpo y refresque tu espíritu:
¡Oh Dios! Refresca y alegra mi espíritu. Purifica mi corazón. Ilumina mis poderes. Dejo todos mis asuntos en tus manos. Tú eres mi guía y mi refugio. Ya no estaré triste ni afligido; seré un ser feliz y alegre. ¡Oh Dios! Ya no estaré lleno de ansiedad, ni dejaré que las aflicciones me fatiguen, ni que me absorban las cosas desagradables de la vida.
¡Oh Dios! Tú eres más amigo mío que yo lo soy de mí mismo. A Ti me consagro, oh Señor.
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