Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las enseñanzas bahá’ís identifican seis elementos esenciales para el crecimiento espiritual: las prácticas diarias que facilitarán nuestro desarrollo espiritual y que también pueden utilizarse en nuestra búsqueda de sentido, verdad y felicidad.
Tres de ellas proporcionan principalmente alimento espiritual para el alma, y tres se centran en el desarrollo de las capacidades de nuestra alma.
Las tres que alimentan nuestra alma nos piden que oremos, leamos las escrituras sagradas y meditemos a diario.
Esas prácticas espirituales no siguen ninguna forma o ritual establecido y pueden realizarse según nuestras inclinaciones y necesidades individuales. Al igual que la comida y la bebida que ingerimos para nutrir nuestro cuerpo varía en cantidad, calidad, tipo y momento de una persona a otra, de una cultura a otra y de una edad a otra, también puede variar nuestro alimento espiritual.
Orar consiste sencillamente en volvernos y acercarnos al Creador trascendente con humildad, pureza y desprendimiento, y abrir nuestras mentes, corazones y almas a cualquier guía o inspiración que podamos recibir. La oración puede adoptar muchas formas y puede expresarse en nuestras acciones diarias, nuestro trabajo y nuestro servicio a la humanidad, así como en la lectura de las oraciones reveladas por todos los profetas y mensajeros.
Las enseñanzas bahá’ís definen claramente la oración como una búsqueda activa, que orar nos llama a expresarnos a través de nuestros actos y no solo de nuestras palabras:
Por consiguiente, esforzaos para que vuestras acciones sean a diario hermosas oraciones. Volveos hacia Dios, y procurad hacer siempre aquello que es justo y noble. ¡Ayudad al pobre, levantad al caído, confortad al afligido, procurad remedio al enfermo, tranquilizad al temeroso, librad al oprimido, brindad esperanza al desesperad o, y albergue al desamparado!
Leer se refiere a sumergirnos en la Palabra de Dios, que tiene el poder de energizarnos y transformarnos cuando meditamos en esas palabras. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, escribió: «Sumergíos en el océano de Mis palabras, para que descifréis sus secretos y descubráis todas las perlas de sabiduría que se hallan ocultas en sus profundidades».
Meditar significa reflexionar sobre nuestro propio interior, intentar comprendernos a nosotros mismos e intentar comprender los misterios del universo: «Medita sobre lo que te hemos revelado mediante la fuerza de la verdad, y sé de aquellos que comprenden su significado».
A través de la oración, la lectura y la meditación sinceras, reflexivas y atentas, podemos obtener discernimiento, autoconocimiento y fuerza espiritual.
Cualquier conocimiento que obtengamos puede ser puesto en práctica, lo que refuerza un ciclo virtuoso de lectura, meditación y oración. Este ciclo puede generar más acciones que nos lleven a estados cada vez más elevados de comunión espiritual y espiritualidad.
Las tres acciones esenciales para desarrollar nuestra alma son esforzarse, servir y enseñar a los demás.
Debemos esforzarnos por aplicar a nuestra vida cotidiana la guía y el alimento que recibimos a través de la oración, la lectura y la meditación, y por servir y enseñar a los demás basándonos en el aprendizaje y la fortaleza que hemos adquirido.
El desarrollo y la puesta en acción de estas seis prácticas nos ayudarán a adquirir percepciones, virtudes y poderes más profundos, nutriendo nuestro verdadero yo interior y conduciéndonos a una mayor fortaleza, felicidad y satisfacción en nuestra vida diaria. En sus escritos, Bahá’u’lláh identificó ciertas virtudes clave por las que deberíamos esforzarnos cada día:
Las virtudes y atributos que pertenecen a Dios son todos evidentes y manifiestos, y han sido mencionados y descritos en todos los Libros celestiales. Entre éstos se encuentran la honradez, la veracidad, la pureza de corazón al comulgar con Dios, la indulgencia, la resignación a todo lo que el Todopoderoso ha decretado, el contento con las cosas que Su Voluntad ha provisto, la paciencia, aun más, el agradecimiento en medio de las tribulaciones, y completa confianza en Él en todas las circunstancias. De acuerdo con la estimación de Dios, éstas figuran como las más elevadas y loables entre todas las acciones. Todas las demás acciones son secundarias y subordinadas a ellas, y continuarán siempre siéndolo…
Dondequiera que estemos, sea cual sea nuestra condición, cualquiera puede comenzar hoy este proceso para crear una vida más alegre, plena y hermosa.
Una vez que hemos experimentado el mundo espiritual, sus virtudes y deleites, nuestro progreso hacia adelante y hacia arriba en el camino del crecimiento espiritual se acelera. Nuestras virtudes, como la veracidad, la cortesía, la indulgencia y la justicia, crecen día a día y derraman su luz sobre los pueblos de la Tierra. Esas virtudes, a medida que las adquirimos y las ponemos en práctica, conducirán gradualmente a nuestras almas a estados superiores del ser, borrando nuestros instintos inferiores negativos. Nuestros actos rectos, nuestras buenas acciones y nuestra conducta recta conducen a nuestro desarrollo espiritual y a la felicidad en este mundo.
En muchos sentidos, este fugaz mundo material representa un teatro donde nuestras almas actúan a través de los personajes de nuestros cuerpos para adquirir las habilidades y actitudes espirituales que necesitaremos en el mundo espiritual duradero que habitaremos después de que nuestros cuerpos mueran. Al igual que el vientre de nuestra madre fue el lugar para el desarrollo de nuestros cuerpos para adquirir los atributos que necesitamos para prosperar físicamente, este mundo es el lugar para desarrollar nuestras almas para su existencia continua en el otro mundo.
No hacemos más que actuar en el teatro espiritual de nuestras almas en el vientre de este mundo. El alma es el verdadero actor, y nuestros cuerpos son los personajes temporales que representamos mientras existimos aquí. No podemos elegir la obra ni el papel, solo podemos determinar cómo actuaremos.
No podemos llevarnos al otro mundo ni el vestuario ni el decorado. Solo nos llevamos nuestras almas, las cualidades espirituales que desarrollamos al interpretar nuestros papeles en este reino. Esa es nuestra verdadera identidad, no cualquier papel temporal que representemos aquí. Después de que nuestras almas se separen de nuestros cuerpos, cuando dejemos de representar el papel que se nos ha asignado en este mundo y abandonemos este limitado teatro de ilusiones, seguirán progresando y desarrollando sus poderes y atributos esenciales en el mundo real y eterno del espíritu.
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