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Cómo ampliar la definición de un Ser Supremo

Tom Tai-Seale | Feb 4, 2020

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Tom Tai-Seale | Feb 4, 2020

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El psicoanalista Sigmund Freud consideró que la creencia en Dios sólo representa una etapa adolescente del pensamiento – que la creencia en Dios marca a alguien como psicológicamente débil o inmaduro.

Esos individuos psicológicamente débiles, dijo Freud, no pueden manejar la noción de un universo sin un Dios.

Sí, la idea de un universo sin Dios puede parecer aterradora. Mucha gente puede creer en Dios porque no puede soportar el pensamiento de que no exista un Dios. ¿Pero qué hace que estas y otras razones para creer en Dios sean ideas «adolescentes»? ¿Es sólo porque Freud lo dijo? ¿Quizás la incredulidad de Freud fue una etapa adolescente de la que él nunca evolucionó? (Sólo me estoy divirtiendo un poco aquí).

Sin embargo, si la creencia en Dios es adolescente, entonces los adolescentes tienen un buen intelecto.

Platón, San Pablo, Agustín, Maimónides, Aquino, Kant, Spinoza, Newton, Buber, Krishnamurti, Einstein y cientos de otros filósofos y genios de talla mundial creyeron en un Creador – y es casi imposible considerar sus pensamientos altamente sofisticados sobre el tema como pensamientos adolescentes. Aún así, algunas personas inteligentes se pusieron directamente en el otro extremo – filósofos ateos como Hume, Russell, Dawkins, Hitchens, Hawking y Harris, por ejemplo. Pero su incredulidad no hace que su pensamiento sea adolescente – sólo significa que la evidencia de Dios a través de nuestra estrecha lente humana es difícil, y que las personas reflexivas pueden llegar a diferentes conclusiones como resultado.

Tal vez, como sugieren las enseñanzas bahá’ís, simplemente necesitamos encontrar formas de ampliar nuestra definición y empezar a conceptualizar a un Creador como algo que está muy, muy lejos de nuestra comprensión:

La existencia es de dos clases: una es la existencia de Dios, la cual está más allá de la comprensión del hombre. Él, el invisible, el excelso y el Incomprensible, no es precedido por ninguna causa, sino que es el Originador de la causa de las causas. Él, el Antiguo, no ha tenido comienzo y es independiente de todo. La segunda clase de existencia es la existencia humana. Es una existencia común, comprensible a la mente humana, no es antigua, es dependiente y tiene una causa. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 88.

Un grado inferior no puede comprender a uno superior, aunque todos están en el mismo mundo de la creación, sea mineral, vegetal o animal. El grado es la barrera y la limitación. En el plano humano de la existencia, podemos decir que tenemos conocimiento de un vegetal, de sus cualidades y productos, pero el vegetal no tiene ningún conocimiento ni comprensión de nosotros. No importa el grado de perfección que tenga esta rosa en su propia esfera, nunca podrá poseer oído y vista. Como el mundo de la creación es fenomenal, la diferencia de grado es un obstáculo o impedimento a la comprensión; ¿de qué manera un ser humano, que pertenece a lo creado, puede comprender la antigua Realidad divina que es esencial? Esto es imposible porque la realidad de la Divinidad está santificada más allá de la comprensión del ser humano creado. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 130.

Luego están aquellos que encuentran que el universo es simplemente demasiado aterrador para haber sido creado por un Dios que valora la vida. El espacio exterior está a 270 grados C (455 grados Fahrenheit) bajo cero. Esa es una temperatura mortal para los humanos; de hecho, para todo excepto las moléculas. Pero aún peor, parece que habitamos en una frágil película de materiales que sostienen la vida sobre una fina corteza que descansa sobre un núcleo líquido de roca fundida que se precipita a través del inmenso frío y vacío del espacio.

Sin embargo, aquí estamos, viviendo y prosperando (aunque todavía no de manera responsable) en esta roca giratoria, y aventurándonos regularmente en la fría y oscura noche del espacio exterior de una manera no muy diferente a la que una vez navegamos en un mar inexplorado o a la que ahora nos aventuramos en una fría noche de invierno. En ambos casos, simplemente nos preparamos para el viaje. Nos sumergimos en un todo mayor y en el proceso nos convertimos en parte de él. El universo no es alienígena y no está en busca de nosotros. No es anárquico, ni física ni moralmente. Es la matriz de la que emergemos. Somos el polvo estelar uno y todos, y la creencia en Dios es más que un simple pensamiento reconfortante; es una declaración de que encontramos que el universo se rige por un propósito espiritual evolutivo y benevolente que nos incluye.

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