Cómo desprenderse de este mundo y todas sus maravillas

Tengo una amiga aquí en la residencia de ancianos a la que llamaré G. La conocí hace unos meses a la que visitaba siempre que daba mis paseos. G estaba muy consciente mentalmente y era agradable conversar con ella.

Su compañera de habitación era una hermosa afroamericana llamada ML. Yo la conocía desde hacía mucho más tiempo que a G, así que ella y yo competíamos bromeando sobre lo mucho que queríamos a G y amábamos nuestras amistades mutuas.

Sin embargo, debido a mis dificultades con la tensión baja y a mi necesidad de dormir gran parte del tiempo, tuve que reducir la frecuencia de mis paseos y mis visitas.

Así pues, no he visto a G ni a ML en los últimos dos o tres meses. Ayer, mientras caminaba de nuevo, oí una voz masculina a lo lejos pidiendo ayuda. Fui a ver qué pasaba. El hombre, otro amigo mío, estaba sentado en su silla de ruedas, y G estaba tumbada en una de esas sillas que se pueden extender para que uno pueda tumbarse en ella completamente.

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Me acerqué a este amigo para tratar de ayudar a G, que estaba muy perturbada. El cambio en ella había sido tan grande que me dejó atónita. Antes, no sabía que ella padecía demencia, pero ayer, su degradación mental parecía tan grave que me sorprendió, además de entristecerme por ella. Estaba ensimismada y llena de miedo y terror. Quería que GR y yo nos quedáramos con ella y la ayudáramos a encontrar la dirección de su casa. 

La experiencia me confirmó claramente la idea de que nada es permanente.

Ningún logro profesional, educativo, artístico, financiero, la fama o cualquier otra cosa es permanente. Estos logros terrenales desaparecerán inevitablemente uno a uno a medida que envejecemos. Entonces, ¿qué es lo que permanece permanente?

Las enseñanzas bahá’ís dicen que sólo poseemos una esencia permanente:

Si una sustancia elemental posee inmortalidad, ¿cómo puede ser destruido el espíritu o realidad humana que está totalmente por encima de la combinación y composición? No, más bien ese espíritu que es un todo, es una unidad y no un compuesto. Por tanto su destrucción es imposible. El espíritu del hombre trasciende las cualidades y atributos de cualquier elemento natural. Es más grande en atributos que el oro, la plata o el hierro, los cuales son elementos simples e indestructibles. Tanto más están libres de la destrucción y calificados con la permanencia, cuanto más libre e inmortal es el espíritu humano ¿Cómo jamás podrá eso ser destruido? – La promulgación de la Paz Universal, p. 270.

Este es un tema de gran importancia.

Por supuesto, podemos olvidar esa verdad y comenzar a creer erróneamente que esta efímera existencia física es permanente.

Por ejemplo, mientras escribo esto hoy, los bahá’ís de todo el mundo están celebrando el año nuevo o Naw-Ruz, que significa «nuevo día». El Año Nuevo bahá’í comienza en el equinoccio de primavera, el primer día de la primavera en el hemisferio norte, cuando gran parte del mundo sale del frío y la oscuridad del invierno y se viste con un nuevo manto verde.

Durante muchas décadas, en los días sagrados bahá’ís como el Naw-Ruz, toda mi casa se decoraba festivamente y celebrábamos nuestras maravillosas reuniones y fiestas en las que cada uno traía uno o varios de sus platos favoritos. Nos alimentábamos espiritualmente, orábamos, leíamos lecturas inspiradoras de los escritos bahá’ís, disfrutábamos del compañerismo, jugábamos y nos divertíamos. Pero desde que me trasladé a esta residencia de ancianos, debido al envejecimiento y a los problemas de salud de muchos bahá’ís como yo, estas reuniones cara a cara han disminuido enormemente. Mi vida bahá’í no es tan emocionante como lo era antes de mi traslado aquí, y no se puede hacer nada al respecto.

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En este momento estoy pensando que tal vez mi tristeza se deba a la pérdida de esa vida pasada. No importa cuán maravillosa o satisfactoria sea, esta vida material en el cuerpo físico está destinada a llegar a su fin para todos nosotros. Así que estoy aprendiendo que ésta es otra área en la que tengo que cortar mis sentimientos de apego.

Cuando me desprendo de lo físico, me adentro más en la realidad espiritual, donde la alegría, el compañerismo y el amor son permanentes y no circunstanciales. Esta comprensión me hace sentir mucho mejor emocionalmente y me recuerda que debo alabar a Dios, el Señor de la generosidad y el favor, como revela esta oración de Abdu’l-Bahá:

¡Oh tú que vuelves el rostro hacia Dios! Cierra los ojos a todo lo demás y ábrelos al dominio del Todoglorioso. Pídele solamente a Él cuanto desees; solicítale sólo a Él todo lo que requieras. Con una mirada Él otorga cien mil esperanzas, de un vistazo Él cura cien mil enfermedades incurables, con un gesto Él pone bálsamo en toda herida, con una ojeada Él libra los corazones de los grillos del dolor. Él hace lo que hace y ¿qué recurso tenemos nosotros? Él lleva a cabo Su Voluntad, Él ordena lo que desea. Así que es mejor que inclines la cabeza en sumisión y deposites tu confi anza en el Señor Todomisericordioso. – Selección de los Escritos Abdu’l-Bahá p. 70.