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Espiritualidad

Cómo los sueños demuestran el mundo del más allá

Christopher Buck | Ago 1, 2021

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Christopher Buck | Ago 1, 2021

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El mundo del más allá es un mundo en el interior. Esto puede sonar extraño, pero parece ser una realidad espiritual de la que solo somos vagamente conscientes.

Los escritos bahá’ís, en varios lugares, afirman que nuestros sueños prueban positivamente la existencia de otro mundo, u otra dimensión, fuera del espacio y el tiempo. Es un lugar que no es un lugar. En otras palabras, es una realidad, con demasiada frecuencia negada, pero muy real, y tal vez más cercana de lo que crees. Permítanme explicarlo citando primero un pasaje de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í

Del mismo modo, este mundo [del «estado del sueño»] denota el lugar de reunión y resurrección después de la muerte, pues como Luqmān [Esopo] ha dicho a su hijo: «Si eres capaz de dormir, eres capaz de morir; y si eres capaz de despertar después del sueño, eres capaz de levantarte después de la muerte». Así como la muerte es una realidad, también lo es el mundo del sueño; y así como existe un despertar después del sueño, existe un despertar después de la muerte. – Bahá’u’lláh, la Tabla de la Sabiduría, volumen 2, pp. 65-66 en Amr va Khalq, vol. 1, compilado por Fadil-i-Mazindarani, Tihran 1954-55. [Traducción provisional de Keven Brown y Oriana Vento]

Aquí, «este mundo» se refiere al verdadero estado de sueño (a diferencia de la mera imaginación, como el soñar despierto) que Bahá’u’lláh describió como el lugar de «resurrección después de la muerte». Así pues, en lugar de que los reinos celestiales de la otra vida estén situados lejos y en alguna galaxia distante, la «realidad» de la «resurrección después de la muerte» o el «levantamiento después de la muerte» está de alguna manera conectada con el mundo de los sueños.

Desarrollemos más esta idea. En otro lugar Bahá’u’lláh escribió:

Por cierto, oh hermano, si ponderamos cada cosa, seremos testigos de una miríada de sabidurías perfectas y aprenderemos una miríada de verdades nuevas y maravillosas. Uno de los fenómenos creados es el sueño. Mira cuántos secretos hay depositados en él, cuánta sabiduría atesora, cuántos mundos encierra. Observa cómo estando dormido en una habitación y con sus puertas cerradas, de pronto te encuentras en una ciudad lejana, a la que entras sin mover los pies ni cansar tu cuerpo; ves sin usar tus ojos, escuchas sin aguzar los oídos y hablas sin lengua. Y quizá, cuando hayan pasado diez años, presenciarás en el mundo exterior lo mismo que soñaste esta noche.

Ahora bien, son muchas las sabidurías a ponderar en el sueño cuya verdadera naturaleza nadie sino la gente de este Valle puede comprender. Primero, ¿cómo es este mundo donde sin ojo, sin oído, sin mano y sin lengua un hombre se sirve de todos ellos? Considera la diferencia entre estos dos mundos y los misterios que encierran, para que puedas alcanzar las confirmaciones divinas y los descubrimientos celestiales, y penetrar en las regiones de la santidad.

Dios, el Eminente, ha puesto estos signos en los hombres con el fin de que los filósofos no puedan negar los misterios de la vida del más allá, ni rebajar lo que les ha sido prometido. – Bahá’u’lláh, Los Siete Valles y Los Cuatro Valles.

Bahá’u’lláh habló aquí del «mundo exterior» y del «mundo del sueño» interior. El «mundo del sueño» es en realidad un mundo de conciencia que opera independientemente de nuestra conciencia en estado despierto o de vigilia. El estado de vigilia opera mediante el uso de los sentidos físicos, mientras que el verdadero estado de sueño no lo hace. Sin embargo, los sueños nos ofrecen un mundo de experiencia, con sus propias vistas y sonidos que proceden independientemente de los cinco sentidos físicos. Entonces, ¿hay otros sentidos por los que experimentamos en el verdadero estado de sueño? ¿Se trata solo de nuestra vívida imaginación? ¿O hay otra explicación? Una de esas explicaciones es la teoría de los «sentidos internos» o facultades psíquicas que operan independientemente de los sentidos físicos, como explicó Abdu’l-Bahá:

Hay cinco facultades materiales externas en el ser humano, que son los medios de percepción; es decir, cinco facultades a través de las cuales percibe las cosas materiales. Son la vista, que percibe las formas sensibles; el oído, que percibe sonidos audibles; el olfato, que percibe los olores; el gusto, que percibe las cosas comestibles; y el tacto, que está distribuido por todo el cuerpo y percibe las realidades tangibles. Estas cinco facultades perciben los objetos externos.

El ser humano tiene asimismo varias facultades espirituales: la facultad de la imaginación, que forma una imagen mental de las cosas; el pensamiento, que reflexiona sobre las realidades de las cosas; la comprensión, que entiende estas realidades; y la memoria, que retiene todo cuanto ha imaginado, ha pensado y ha entendido. El intermediario entre estas cinco facultades externas y las internas es una facultad común, un sentido que media entre ellas y que transmite a las facultades internas cuanto quiera que hayan percibido las facultades externas. Se denomina facultad común porque es común a las facultadas externas e internas.

Por ejemplo, la vista, que es una de las facultades externas, ve y percibe esta flor y transmite esta percepción a la capacidad interna de la facultad común; la facultad común la transmite a la facultad de la imaginación, que a su vez concibe y forma esta imagen y la transmite a la facultad del pensamiento; la facultad del pensamiento reflexiona sobre ella y, habiendo captado su realidad, la transmite a la facultad de la comprensión; la comprensión, una vez la ha entendido, entrega la imagen del objeto perceptible a la memoria, y la memoria la guarda en su depósito.

Las facultades externas son cinco: la facultad de la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto. Las facultades internas también son cinco: la facultad común y las facultades de la imaginación, el pensamiento, la comprensión y la memoria. – Abdu’l-Bahá, Contestación a unas preguntas.

Así pues, los mecanismos por los que experimentamos los sueños, sin la intermediación de los sentidos, se producen por medio de sentidos internos definidos o poderes del interior: (1) la facultad común; (2) la imaginación; (3) el pensamiento; (4) la comprensión; y (5) la memoria.

  • Facultad común: Aquí parece que la facultad común es un mecanismo de entrada.
  • La imaginación: La imaginación es la capacidad de percibir lo importante por medio de la abstracción. En otras palabras, la imaginación «ve» (es decir, percibe) de forma abstracta lo que ha sido transmitido por la facultad común.
  • El pensamiento: El poder del pensamiento es el proceso de interpretar y dar sentido a lo que la mente percibe.
  • La comprensión: Después de esta fase de «procesamiento del pensamiento», se produce la comprensión, es decir, se alcanza un entendimiento, como resultado de los datos de la facultad común procesados por el pensamiento abstracto hasta que se entienden esos datos.
  • La memoria: Esta comprensión requiere algún tipo de codificación para ser recordada, a modo de rememoración, más adelante.

Otra forma de ver este proceso de pensamiento, mediado por los poderes internos, es considerar la siguiente secuencia: (1) entrada, es decir, datos brutos (por la «facultad común»); seguido de (2) percepción, independiente de los sentidos físicos (por el poder de la «imaginación»); en ese punto (3) estos datos son procesados (por el poder del «pensamiento»); a continuación (4) son finalmente comprendidos (por el poder de la «comprensión»); y luego (5) archivados (codificados por el poder de la «memoria»). La mejor analogía puede ser el procesamiento de datos, que tiene varias etapas similares.

¡Así que ahí lo tienen! Al morir el cuerpo físico, los cinco sentidos externos dejan de funcionar. Pero, en el mundo del más allá, que también es un mundo interior, la vida psíquica continúa eternamente, por lo que el alma experimenta otra realidad a través de la operación de sus poderes espirituales. Los sueños verdaderos demuestran la existencia del mundo del más allá al permitirnos a cada uno de nosotros experimentar el funcionamiento de nuestras facultades espirituales interiores, independientemente de las facultades materiales exteriores.

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