Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Todos tenemos momentos de alegría en la vida, pero ¿qué te parecería vivir en un estado de alegría duradero, en lugar de experimentar esos momentos de felicidad transitoria que pasan rápidamente?
Para ello, veamos la diferencia entre felicidad y alegría.
La alegría es un estado permanente de felicidad duradera, no solo un estado de ánimo transitorio o un capricho placentero. La verdadera alegría proviene de un lugar más profundo, no de una jovialidad momentánea, sino de una capacidad interior que se siente realizada. Las cosas no materiales de la vida provocan alegría, mientras que esa sensación fugaz de felicidad proviene principalmente de la satisfacción material.
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En un discurso que pronunció en París, Abdu’l-Bahá definió la alegría como la emoción que permite a nuestros corazones volar:
¡La alegría nos da alas! Cuando estamos contentos nuestra fuerza es más vital, nuestra inteligencia más aguda y nuestro entendimiento menos nublado. Nos sentimos más capacitados para enfrentarnos con el mundo y para encontrar nuestra esfera de utilidad.
La alegría también nos da una perspectiva más profunda, menos influenciada por nuestros caprichos o nociones temporales. Entonces, ¿qué es lo que crea la alegría? Las pequeñas cosas pueden aportarte una sensación temporal de felicidad, mientras que la alegría es la única cosa grande que puede llegar a ti de forma imprevista. Esa es la diferencia entre ambos: podemos buscar la felicidad y encontrarla en nuestra vida cotidiana, mientras que la alegría simplemente aparece cuando menos lo esperamos. Puede aparecer de diferentes formas, un ejemplo son las relaciones sanas y afectuosas con las personas que amas. Las enseñanzas bahá’ís dicen que esos vínculos y emociones positivas, las cosas no materialistas que pueden ayudarnos a llegar a un estado de alegría, provienen siempre de nuestra vida espiritual interior, nunca de los aspectos materiales:
…todos los sufrimientos y las penas que existen provienen del mundo material; el mundo espiritual solo confiere alegría.
Si sufrimos, es el resultado de las cosas materiales, y todas las pruebas y desgracias provienen de este mundo de ilusión.
Todos estos ejemplos son para demostraros que las pruebas que nos surgen a cada paso, todos nuestros sufrimientos, penas, vergüenzas y dolores, nacen del mundo de la materia; mientras que el Reino Espiritual nunca nos causa tristeza. El individuo que vive con sus pensamientos puestos en ese Reino conoce la felicidad perpetua. Los males que toda carne hereda también pasan por él, pero solo tocan la superficie de su vida; en lo más profundo de su ser está en calma y sereno.
…Apartemos nuestro corazón del mundo material y vivamos en el mundo espiritual. Solo eso puede liberarnos.
Abdu’l-Bahá dio a entender que la alegría es la memorización de la felicidad:
Cuando una persona encuentra la alegría de vivir en algún lugar, vuelve al mismo sitio en busca de más alegría. Cuando alguien descubre oro en una mina, regresa a la misma mina para extraer más oro.
Ello muestra la fuerza interior y el instinto natural que Dios ha otorgado al ser humano, y el poder de la energía vital que es innato en él.
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Los seres humanos podemos entender mejor el sentimiento de la alegría pura y lo que nos da esa satisfacción si pasamos más tiempo en el mundo espiritual: el mundo de la oración, la meditación y la absorción de la palabra de Dios. Utilizando esas herramientas espirituales, la alegría no tiene que depender de nada temporal. Para lograr la alegría, estas prácticas espirituales continuas te ayudarán a ser optimista y a mirar el mundo con una mirada abierta y amorosa. Una carta de 2013 escrita en nombre de la Casa Universal de Justicia, el órgano de liderazgo democráticamente elegido de la fe bahá’í, explica:
La alegría interior que todo individuo busca, a diferencia de una emoción pasajera, no depende de influencias externas; es una condición, nacida de la certeza y el conocimiento consciente, impulsada por un corazón puro, que es capaz de distinguir entre lo que tiene permanencia y lo que es superficial. [Traducción provisional por Oriana Vento]
Con este espíritu, podemos acoger las cosas negativas de la vida y confiar en que vendrán tiempos mejores. La felicidad es circunstancial. La alegría es una elección y una mentalidad.
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