Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Muchos de nosotros aprendemos muy temprano en la vida que solo tenemos dos reacciones disponibles cuando nos encontramos frente a la agresión o la opresión: luchar o huir. ¿Pero qué pasa si existe una tercera posible respuesta?
Todos aprendemos el paradigma de luchar o huir desde el patio de recreo de la escuela. Cuando un bravucón te golpea, ¿qué se supone que debes hacer? Puedes correr o devolver el golpe, ¿verdad?
Algunos padres aconsejan a sus hijos que vayan y le digan al maestro – la opción de huir – confiando así en cualquier sistema de justicia que la escuela pueda o no proporcionar. Otros padres cuentan con la vieja respuesta del ojo por ojo, que significa aconsejar a sus hijos que se defiendan, devolviendo la violencia por la violencia.
Sin embargo, como sugieren las enseñanzas bahá’ís, el ojo por ojo deja ciego a todo el mundo. La venganza solo repite el crimen original. ‘Abdu’l-Bahá, en el libro Contestación a unas preguntas, abordó directamente esta importante cuestión humana:
Ahora bien, la venganza, a la luz de la razón, también es censurable, pues con ella el vengador no consigue nada bueno. Si un hombre golpea a otro, y el agraviado se venga devolviendo el golpe ¿qué ventaja obtiene? ¿hará ello las veces de un bálsamo para su lesión?, ¿aliviará su dolor? ¡No, Dios lo prohíba! En verdad, los dos actos son iguales: ambos constituyen injurias; la única diferencia es que uno ocurrió antes y el otro después. Por consiguiente, si quien fue golpeado perdona, o más aún, si procede de una manera contraria a la que fue empleada contra él, tal proceder es loable.
Hace más de cien años, en 1915, un fisiólogo de Harvard llamado Walter Bradford Cannon etiquetó una respuesta límbica en el cerebro como «reacción de lucha o huida». Su investigación original se centró, sin embargo, únicamente en los encuentros antagónicos entre animales, y midió solo una variable biológica, la cantidad de adrenalina excretada por las glándulas suprarrenales durante esos encuentros. Cannon propuso entonces una teoría, que también llamó la reacción de lucha o huida, y la aplicó a todos los seres sensibles, incluidos los humanos.
Esa teoría, que rápidamente se hizo tan popular que se convirtió en sabiduría convencional, ha sido desde entonces fuertemente alterada y modificada a medida que ha aumentado la comprensión científica del cuerpo humano. Los científicos ahora suelen llamarla «respuesta de estrés» – que define mejor y más ampliamente todo un conjunto de cambios físicos y emocionales que el cuerpo humano hace en respuesta a cualquier amenaza o estrés. Hoy en día sabemos, gracias a los numerosos estudios controlados realizados tanto en animales como en humanos, que el estrés no solo significa una confrontación agresiva, sino que también puede incluir cosas como la respuesta del cuerpo a factores ambientales como las bajas temperaturas, la alteración de la ingesta de sal o incluso la inmersión en el agua. Sin embargo, aunque la relación entre la respuesta al estrés y la reacción biológica del cuerpo ha sido objeto de una gran cantidad de estudios, todavía quedan muchos misterios.
Pero desafortunadamente, la idea del síndrome de lucha o huida parece haberse extendido mucho más allá de la teoría e intención original de Cannon. Hoy en día ha llegado a describir, para muchas personas, las dos únicas respuestas posibles a una amenaza. Si un agresor o un opresor se acerca, como postula el antiguo entendimiento, solo tienes una opción binaria, la menor de dos males: huir o luchar. En ambas opciones se crea por lo menos una víctima: la huida implica cobardía y mayor victimización; y el uso de la violencia siempre crea por lo menos dos víctimas, la víctima lesionada y el agresor.
La tercera opción, la resiliencia constructiva, nos pide que tratemos a los enemigos como amigos, lo cual, si tenemos éxito, no deja víctimas.
El enfoque de la resiliencia constructiva bahá’í no significa que debamos ignorar nuestro dolor o invalidar los flagelos sociales como el racismo, pero sí nos pide que seamos amorosamente constructivos en lugar de destructivos en todas nuestras relaciones. Nos pide que perdonemos inmediatamente a nuestros opresores y que reconozcamos, al mismo tiempo, que podemos ser resistentes frente a la opresión si tomamos un camino espiritual. Sustituye la ira y la violencia por la comprensión y la paz, que los bahá’ís creen que siempre prevalecerá a largo plazo.
Este tercer camino requiere de coraje – tanto el coraje de enfrentarse a un opresor sin miedo, y el coraje de devolver el amor por el odio:
Actuad de acuerdo con los consejos del Señor; es decir, empeñaos de tal manera y con tales cualidades como para dotar de alma viviente el cuerpo de este mundo y conducir a su edad adulta a este pequeño niño que es la humanidad. Mientras os sea posible, encended un cirio de amor en cada reunión y regocijad y animad con ternura a todo corazón. Cuidad de los extraños como si fuera de los vuestros; demostrad a las almas de otros la misma bondad que dispensáis a vuestros fieles amigos. Si alguien llega a golpearos, tratad de ganar su amistad; si alguien os apuñala el corazón, sed un ungüento curativo para sus llagas; si alguien os insulta o se ríe de vosotros, recibidle con amor. Si alguno os inculpa, alabadle; si os ofrece un veneno mortal, dadle a cambio la más selecta miel; y si amenaza vuestra vida, concededle un remedio que le sane para siempre. Si él es el dolor mismo, sed su medicina; si es espinas, sed sus rosas y hierbas fragantes. Acaso tales modales y palabras de parte vuestra hagan que este oscuro mundo se ilumine al fin y hagan que esta polvorienta tierra se vuelva celestial, y este diabólico lugar de encarcelamiento se convierta en un palacio real del Señor, de modo que la guerra y la lucha queden atrás y ya no existan más, y el amor y la confianza levanten sus tiendas en las cumbres del mundo. – ‘Abdu’l-Bahá, Selección de los escritos de ‘Abdu’l-Bahá.
«Recibidle con amor», escribió ‘Abdu’l-Bahá, dándonos esa tercera opción bahá’í para responder a un opresor, no solo con la no violencia, sino con una resiliencia constructiva.
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