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Rodney Richards | Nov 8, 2021

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Rodney Richards | Nov 8, 2021

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Todo el mundo tiene que satisfacer un sinfín de necesidades para sobrevivir, y aún más para prosperar. Pero hay una cosa que parece que todos necesitamos y que nos impide alcanzar todo nuestro potencial.

Todos necesitamos comida, agua, ropa y refugio. Necesitamos descansar y dormir. De bebés, necesitamos una madre, y con suerte la presencia de un padre, que nos amamante, nos nutra y nos entrene hasta que podamos salir adelante por nosotros mismos. Para llegar hasta ahí necesitamos un entorno seguro y estable. Todos necesitamos una educación.

Muchos se preocupan por el dinero y por tenerlo en cantidades suficientes, y casi todos se preocupan por su salud y por tener cierta calidad de vida a cualquier edad. Nos preocupamos por la pareja, los hijos, la familia y los amigos, y nos ocupamos de su salud y bienestar. Nos importa nuestro trabajo y necesitamos ganar lo suficiente para mantenernos. Todos nosotros necesitamos también sentirnos seguros y protegidos, y vivir en un lugar pacífico, libre de opresión y tiranía. Todos necesitamos una medida de libertad.

La mayoría de las personas, ya sea por educación o por elección, se preocupan por Dios lo suficiente como para creer que existe uno, y podemos seguir las enseñanzas de aquellos que han hablado en su nombre.

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¿Qué necesita la raza humana para sobrevivir?

Todos tenemos nuestras necesidades individuales, las cosas que debemos tener para sobrevivir. Podemos estar de acuerdo en que lo básico: comida, agua, refugio, ropa, es universal, ya que no podemos sobrevivir sin ellos. Su necesidad forma parte de nuestra naturaleza humana y es la base de nuestra supervivencia física en un mundo físico, un mundo que puede ser hostil. Todas las demás necesidades humanas se basan en estas cuatro.

¿O no?

Pocos estarían en desacuerdo con que los seres humanos son únicos entre todas las creaciones en la Tierra. Tenemos manos con pulgares opuestos, lo que significa que podemos fabricar herramientas y máquinas. Tenemos cerebros inteligentes, sentidos perceptivos y emociones que pueden sentir orgullo, dolor, amor, odio y docenas de cosas más. Podemos imaginar, pensar, comprender y memorizar cantidades asombrosas de datos y sentimientos. Podemos comunicarnos con los demás a través de la escritura, el lenguaje y el discurso, y mediante nuestras acciones. En nuestro interior tenemos los poderes de la meditación y la reflexión, la capacidad de cambiar nuestras mentes, corazones y creencias.

Suponiendo que nuestras necesidades básicas están satisfechas, y que estamos dotados de tantas facultades, nos enfrentamos entonces a una elección: si preocuparnos por algo más, especialmente por alguien que no seamos nosotros mismos. Debemos decidir si vamos más allá de nuestras propias necesidades individuales para ayudar a los demás a satisfacer las suyas. Una vez satisfechas nuestras propias necesidades, debemos decidir cómo podemos hacer cada uno lo mejor posible para satisfacer las necesidades de la propia humanidad.

Este llamamiento orientado hacia el otro, este incentivo por cuidar y amar a los demás, este impulso hacia la unidad humana, impregna las profundas enseñanzas espirituales de la fe bahá’í, como en esta cita de un discurso que Abdu’l-Bahá dio en Londres:

Es mi esperanza que mediante el celo y el ardor de los puros de corazón sea erradicada la oscuridad del odio y de los disensos, y que brille la luz del amor y de la unidad. Este mundo ha de convertirse en un nuevo mundo. Las cosas materiales se trocarán en espejos de lo divino; los corazones humanos confluirán en un mutuo abrazo; el mundo entero acabará convirtiéndose en una sola tierra natal y las diferentes razas se contarán como una sola.

Nunca resolveremos nuestros problemas sociales colectivos mientras los seres humanos nos preocupemos solo de este grupo por encima de aquel, o de esta nación por encima de aquella. Nunca alcanzaremos la autorrealización, ni alcanzaremos nuestro pleno potencial como seres humanos, mientras nos preocupemos únicamente por nuestras necesidades personales, físicas o parroquiales. Nuestra mayor necesidad como raza humana -la unidad- solo puede satisfacerse cuando cada uno de nosotros trascienda sus deseos y necesidades individuales.

La eliminación del nacionalismo desenfrenado

Obstaculizamos el pleno desarrollo y el potencial de la humanidad cuando practicamos un nacionalismo desenfrenado.

Cuando la etiqueta que nos ponemos a nosotros mismos dice de dónde somos, cuando definimos todo nuestro ser como estadounidenses o etíopes o israelíes o bolivianos, esta forma de auto-identidad puede llevarnos a reclamar lealtad a un país sea «bueno o malo».

Cuando pensamos así, y no cuestionamos ni nos oponemos a las acciones injustas que nuestra nación pueda llevar a cabo contra otras, se recluta a hombres y mujeres jóvenes en ejércitos para preservar o ampliar territorios. La corrupción no se controla. Las elecciones abiertas, libres y justas solo se producen en apariencia. Miramos hacia otro lado cuando la conducta personal de nuestros líderes difiere del comportamiento moral y honorable aceptable.

La fe bahá’í defiende al mundo entero, no solo a una nación; a toda la humanidad, no solo a una raza, clase o país. Las enseñanzas bahá’ís nos piden a todos que vayamos más allá de nuestras identidades nacionales y desarrollemos una conciencia como ciudadanos del mundo. La Casa Universal de Justicia, el órgano de liderazgo democráticamente elegido de los bahá’ís del mundo, escribió en 1985:

El nacionalismo desenfrenado, que es diferente de un patriotismo sano y legítimo, debe ceder ante una lealtad más amplia: el amor a toda la humanidad. La declaración de Bahá’u’lláh es la siguiente: «La tierra es un solo país, y la humanidad sus ciudadanos». El concepto de la ciudadanía mundial es el resultado directo de la contracción del mundo en una sola vecindad por medio de los adelantos científicos y de la indiscutible dependencia entre las naciones. El amor a todos los pueblos del mundo no excluye el amor al propio país. Se beneficia más una parte determinada de la sociedad mundial cuando se fomenta el beneficio de la totalidad.

Los bahá’ís creen que ha llegado el momento de preocuparse por la unidad, la totalidad y la unicidad de la humanidad como objetivo primordial de la acción humana, lo que significa que todos debemos ver la Tierra como un solo país.

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