Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Me encanta hablar. Las frases se me escapan de la lengua y de los dedos cuando escribo. Me expreso constantemente.
A veces eso es maravilloso y apropiado: largas discusiones con mi marido cuando salimos a pasear, compartir profundamente con un amigo, explorar ideas y opciones con mis hijos en edad universitaria, compartir mis ideas con los lectores.
Pero a veces, hablo cuando nadie ha pedido mi opinión, cuando el silencio sería hermoso, cuando la historia no es mía para contarla, o el sentimiento es poco amable, cuando las frustraciones y las emociones hierven, o cuando la voz de otra persona podría ser más relevante.
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La palabra es una poderosa herramienta para educar a los demás, crear lazos de amistad y comunidad, y colaborar para resolver problemas. Todos sabemos que debemos ser amables al hablar y dejar que los demás también tengan la oportunidad de hablar. Ahora bien, hay bastantes razones para tener mayor cuidado cuando hablamos, vigilar lo que decimos y cuánto decimos.
Las enseñanzas de la Fe bahá’í ofrecen una maravillosa guía sobre el uso adecuado de nuestra palabra.
Todos podemos pensar en momentos en los que desearíamos no haber dicho algo. Una vez que las palabras salen de nuestra boca, es imposible retirarlas. Aunque no tienen sustancia física, su efecto es real y más duradero de lo que pensamos. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, sugirió que las palabras pueden tener un impacto que perdura a través de las generaciones: “El fuego material consume el cuerpo, mientras que el fuego de la lengua devora tanto corazón como alma. La fuerza de aquel dura sólo un tiempo, en tanto que los efectos de éste persisten un siglo”.
La murmuración, hablar mal de alguien cuando no está presente, está prohibida en los escritos bahá’ís, y Abdu’l-Bahá dijo: «Cuidado no sea que ofendáis los sentimientos de alguien, o entristezcáis el corazón de alguna persona, o utilicéis la lengua para reprochar y encontrar faltas en alguien”- [Traducción provisional].
Hablar también puede interferir con la verdadera escucha, un paso crucial para conectar con los demás. «El hecho de pensar que tenemos razón y que todos los demás están equivocados es el mayor de todos los obstáculos en el camino hacia la unidad», dijo Abdu’l-Bahá y a menudo nos formamos estas opiniones sin escuchar a los demás. Compartimos ansiosamente lo que sabemos y tratamos de persuadir a los demás para que cambien, pero esto puede mostrar poco respeto o humildad y generalmente no es efectivo.
Abdu’l-Bahá, en cuya vida los bahá’ís se fijan como ejemplo, a menudo decía muy poco cuando se encontraba con alguien cara a cara. Primero escuchaba, larga y profundamente, sin interrumpir. Solo cuando su acompañante lo había vertido todo, ofrecía algunas palabras de aliento cariñoso, sin decir nunca a nadie que estaba equivocado, sino llamándole siempre a su ser superior, a sus mejores cualidades. Me pregunto cómo podría ponerse en práctica esto en mis propias relaciones.
Las enseñanzas bahá’ís señalan que alguien que intenta ofrecer ayuda o visión espiritual:
La consulta debe tener como meta la investigación de la verdad. Aquel que expresa una opinión no debería decir que es correcta y justa, sino presentarla como una contribución al consenso de opiniones, pues la luz de la realidad se hace aparente cuando coinciden dos opiniones… la verdadera consulta es deliberación espiritual en una atmósfera y actitud de amor.
Así pues, la comunicación es importante, pero también pienso en la importancia de la acción. Cuando intentamos construir un mundo mejor, cuando trabajamos para mejorar cualquier cosa, las palabras son fáciles; las acciones son mucho más difíciles. Una idea o solución bien expresada es un paso, pero hasta que no la manifestamos en acción no tiene ningún resultado. Muchas veces pensamos que sabemos lo que debería ser diferente en nuestras relaciones, nuestro vecindario o nuestra nación, pero el cambio no se produce sin la puesta en práctica. Los escritos bahá’ís dicen: “El mejoramiento del mundo puede ser logrado por medio de hechos puros y hermosos, por medio de una conducta loable y correcta … ” no a través de la fuerza o el enfrentamiento polarizado de opiniones opuestas.
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En última instancia, según las enseñanzas bahá’ís, la mejor manera de guiar a los demás es a través de nuestras acciones, no de nuestro discurso:
La guía siempre la han dado las palabras pero ahora la dan las acciones. Todos deben manifestar acciones que sean puras y santas pues las palabras son propiedad de todos por igual, en tanto que acciones como éstas pertenecen sólo a Nuestros amados. Esforzaos con alma y corazón para distinguiros mediante vuestras acciones.
Por supuesto, nuestros hábitos de comunicación, ya sean de palabra o de acción, tienden a resistirse al cambio. Se requiere un esfuerzo concertado. Hay dos cosas que me resultan más difíciles: la primera, ser lo suficientemente consciente y estar presente para pensar en mis palabras antes de pronunciarlas, y preguntarme si son pertinentes, amables, veraces y necesarias. La segunda implica dejar de lado mi ego lo suficiente como para invitar a los demás a hablar y luego escuchar profundamente lo que dicen.
En mi propia vida, creo que concentrarme en estas pautas podría suponer un cambio revolucionario. Me comprometo a intentarlo.
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