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Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í. El sitio web oficial de la Fe Bahá’í es Bahai.org y el sitio web oficial de los bahá’ís de los Estados Unidos es Bahai.us.
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Religión

El Arca de Noé y el valor del simbolismo espiritual

Ken McNamara | Feb 2, 2022

PARTE 1 IN SERIES El Arca en la historia religiosa: ¿real o metáfora espiritual?

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Ken McNamara | Feb 2, 2022

PARTE 1 IN SERIES El Arca en la historia religiosa: ¿real o metáfora espiritual?

Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í.

En la tradición de la fe judeocristiana hay dos historias muy conocidas en las que aparece un arca: la de Noé y el diluvio, y la del arca de la alianza en tiempos de Moisés. ¿Cuál es el significado de un arca?

Para algunas personas, cada detalle de estas historias bíblicas es una verdad literal. Para otros, el arca sirve como símbolo de verdades espirituales que pueden beneficiar a la humanidad todavía hoy. Examinemos esta cuestión desde la perspectiva bahá’í y veamos a dónde nos lleva.

En primer lugar, debemos reconocer uno de los grandes dones de la revelación bahá’í: la base filosófica y los principios de la Fe se basan en un razonamiento sólido, en la ciencia y en lo que es claramente visible y universalmente conocido en el mundo moderno. Abdu’l-Bahá, el intérprete de los escritos bahá’ís, habló sobre este tema, describiendo cómo la religión dejará de ser una fuerza positiva en la vida de las personas y de la sociedad si no tiene en cuenta los conocimientos científicos modernos y se adhiere a las enseñanzas e historias literales del pasado. En una charla que dio a la sociedad unitaria de Boston en 1912, Abdu’l-Bahá dijo:

La religión es la expresión exterior de la Realidad divina. Por tanto, debe ser viviente, vital, dinámica y progresiva. Si no tuviese movimiento y no progresase, estaría sin la vida divina; estaría muerta… En vista de ello, ¿continuarán las ciegas imitaciones de formas ancestrales e interpretaciones teológicas guiando y controlando la vida religiosa y el desarrollo espiritual de la humanidad, hoy día? ¿El hombre, dotado con el poder de la razón, seguirá adhiriéndose irreflexivamente a los dogmas, credos y creencias hereditarias que no soportan el análisis del raciocinio en este siglo de esplendorosa realidad? Incuestionablemente este no satisface a los hombres de ciencia, pues cuando ellos encuentran premisas o conclusiones contrarias a las normas presentes de demostración – y por ende sin fundamento real -, rechazan lo anteriormente aceptado como norma y corrigen el razonamiento a partir de nuevas premisas.

Entonces, ¿el relato de Noé y el arca, una de las historias más conocidas del Antiguo Testamento que se encuentra en el Libro del Génesis, representa un ejemplo de estas «formas ancestrales e interpretaciones teológicas» que ya no podemos tomar como verdad literal en una época moderna?

Al igual que millones de personas, como alumno de primaria con una educación católica me enseñaron la historia de Noé. De niño aprendí que Dios le ordenó a Noé que construyera un arca porque estaba descontento con los pecados de la humanidad. En mi mente me imaginaba el enorme barco construido por Noé y sus tres hijos mientras sus vecinos se reían de él. Luego imaginé esa arca, llena de animales, a flote en un mar que cubría todo el planeta por 40 días de lluvias torrenciales. La visión de todas las demás personas y animales ahogándose desesperadamente no era tan agradable.

Durante mi adolescencia, al ir a un instituto público con clases de biología, historia, geografía, etc., y después de tener muchas discusiones con otras personas sobre temas religiosos, descubrí que ya no podía aceptar esta historia literal -junto con muchas otras historias de la Biblia- y abandoné mi creencia en la religión organizada.

Demasiados elementos del relato bíblico no tenían sentido para mí. Por ejemplo, ¿cómo podía un Dios amoroso y perdonador matar a todas las personas de la Tierra, incluso a los bebés, a las personas buenas y a otros inocentes? ¿Cómo pudo Noé reunir a un macho y una hembra de cada especie animal (incluyendo aves e insectos) de todo el planeta y meterlos en un barco? ¿Y qué pasa con los animales depredadores y de presa encerrados juntos? ¿Era el barco lo suficientemente grande para todos estos animales y su comida, que debía durar más de un año mientras estaban a flote? ¿Y la limpieza diaria de todos estos bichos? ¿Cómo pudieron Noé, sus tres hijos y sus esposas repoblar todo el planeta con todas sus diferentes razas, religiones y culturas? Bueno, ya te haces una idea de por qué no podía aceptar la historia literal del arca de Noé.

Sin embargo, cuando me convertí en bahá’í, el concepto de un arca como símbolo de protección espiritual y seguridad frente a acciones imprudentes tuvo mucho más sentido. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, utilizó el símbolo del arca en sus escritos, como en este pasaje:

Sé un ornamento del semblante de la verdad, una corona sobre la frente de la fidelidad, un pilar del templo de la rectitud, un hálito de vida para el cuerpo de la humanidad, una insignia de las huestes de la justicia, un lucero sobre el horizonte de la virtud, un rocío para la tierra del corazón humano, un arca en el océano del conocimiento, un sol en el cielo de la munificencia, una gema en la diadema de la sabiduría, una luz refulgente en el firmamento de tu generación, un fruto del árbol de la humildad.

Acepté el principio básico bahá’í de la revelación progresiva, tal y como lo describió Bahá’u’lláh. Él enseñó que la esencia del Creador está más allá del alcance del conocimiento y la comprensión de los humanos, por lo que en diferentes momentos y lugares Dios envía a la humanidad un maestro perfecto que manifiesta conocimiento, autoridad espiritual y bondad amorosa. Antes de que existiera el lenguaje escrito y de que la gente fuera pre-literaria, estos mensajeros de Dios revelaban sus enseñanzas utilizando parábolas, lenguaje metafórico e imágenes simbólicas que la gente de la época podía entender – por ejemplo, un arca como un recipiente resistente que proporciona protección contra una inundación.

Puede encontrar una descripción detallada del principio bahá’í de revelación progresiva aquí: El concepto bahá’í de revelación progresiva – BahaiTeachings.org

Para mí, la historia de Noé amplía la historia de la creación de Adán y Eva, que se encuentra anteriormente en el libro del Génesis, y se ajusta al concepto bahá’í de revelación progresiva.

Una de las lecciones que podemos aprender de la historia del Jardín del Edén es que Dios es el Creador y que estableció una ley que, si era desobedecida por las dos personas que creó, tendría consecuencias negativas para ellos y su descendencia. Sin embargo, con Noé, su mensajero elegido, Dios dialogó más, le dio instrucciones más detalladas sobre lo que debía hacer y estableció un pacto con él. El mensaje de ambas historias es que Dios es omnisciente, y que la obediencia a sus mandatos es lo mejor para la felicidad y el bienestar de la sociedad y de cada individuo. Estas historias, aunque no son literalmente ciertas, contienen lecciones y verdades espirituales fundamentales que han ayudado a guiar las acciones de la gente durante milenios.

Esto es similar a lo que hace un padre amoroso cuando educa a un niño pequeño. A veces es necesario castigarlos para corregir sus acciones, protegerlos y guiarlos de una manera que puedan entender. El padre es mucho más culto que un niño inocente y comprende mejor lo que está bien y lo que está mal y las consecuencias de los comportamientos de sus hijos. Por eso, como aman al niño, aceptan la responsabilidad de establecer y hacer cumplir las normas. Por supuesto, cualquier corrección a las acciones de un niño no debe incluir palabras duras o daño físico.

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