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Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í. El sitio web oficial de la Fe Bahá’í es Bahai.org y el sitio web oficial de los bahá’ís de los Estados Unidos es Bahai.us.
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¿Por qué las religiones creen que son la última religión?

David Langness | Abr 16, 2021

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David Langness | Abr 16, 2021

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Probablemente porque llevo casi una década editando y escribiendo aquí en BahaiTeachings.org, recibo un flujo constante de correos de lectores que quieren hablar de sus creencias.

La gran mayoría de las cartas, correos electrónicos y comentarios que recibimos aquí iluminarían una habitación: «¡Increíble!», «¡Estoy tan feliz de haber encontrado este sitio y esta Fe!», «¡Estas enseñanzas bahá’ís han cambiado mi vida!» [Todos son comentarios reales].

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Un par de cartas no tan maravillosas, sin embargo, han seguido un patrón predecible: «Mi religión es la correcta, y la tuya es incorrecta». (la verborrea tiende a variar, y puede incluso virar hacia el insulto y la hostilidad, pero se entiende la idea general)

El otro día, por ejemplo, tuve un intercambio de correos electrónicos con un lector que sostenía que su fe representaba la última palabra en materia de religión. Dijo, y cito: «Todo profeta que venga después (de mi profeta) es un falso profeta».

Esta afirmación espuria ha plagado la historia de la religión desde siempre. Ha conducido al distanciamiento, al conflicto y al sectarismo. Incluso ha provocado guerras. Ha separado a los pueblos de la Tierra unos de otros.

Los escritos bahá’ís refutan enérgica y enfáticamente la falsa afirmación de que cualquier religión tiene derecho a la finalidad.

Como ejemplo, el Guardián de la fe bahá’í, Shoghi Effendi, escribió en «El Día Prometido ha llegado»:

Rechazando la pretensión de que alguna religión sea la revelación final de Dios al hombre, y negando índole final a Su propia revelación, Bahá’u’lláh inculca el principio básico de la relatividad religiosa, la continuidad de la Revelación Divina y el carácter progresivo de la experiencia religiosa.

Así que analicemos por un minuto el origen de este tipo de reivindicación elitista de la finalidad religiosa, y veamos si podemos darle algún sentido.

En primer lugar, cada uno de los profetas y fundadores de las principales religiones del mundo han profetizado su propio regreso. Las escrituras sagradas de cada religión mundial documentan esas profecías y promesas. Moisés prometió volver como el Señor de los Ejércitos y el Mesías. Cristo prometió que volvería «en la gloria del Padre», y dijo en Juan 14:3 que «volveré y os recibiré a mí mismo…» Muhammad prometió que volvería como el Mihdi y el Mesías, y dijo a sus seguidores que Cristo también volvería. Buda dijo que habría más Budas, hasta llegar al «quinto Buda». Zoroastro predijo su regreso como el «renovador del mundo», el Shah-Bahram. Los hindúes creen en la reencarnación del propio Krishna, que prometió en el Bhagavad-Gita que reaparecería «de edad en edad».

En segundo lugar, ninguno de esos fundadores de la Fe hizo ninguna afirmación de finalidad. De hecho, dijeron exactamente lo contrario. En el Evangelio de Mateo, Cristo dijo: «Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará a toda la verdad…» En el Corán, Muhammad dijo que un nuevo profeta traería la paz y la justicia al mundo, por lo que los musulmanes esperan la aparición del Duodécimo Imán o el Mahdi.

Múltiples tradiciones indígenas de todo el mundo tienen profecías similares sobre la llegada de un redentor universal que dará paso a una era de unidad y armonía entre toda la humanidad.

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Pero en tercer lugar, y a pesar de todas esas profecías y promesas, algunos de los seguidores de las principales confesiones del mundo siguen creyendo hoy en una completa exclusividad religiosa. Las autoridades judías se han negado a reconocer el mensaje de Cristo durante dos mil años. Los hindúes han atacado a los musulmanes por creer en un profeta que llegó más tarde que el suyo. La doctrina católica dice, en el catecismo oficial de la iglesia, que después de Cristo «no habrá más Revelación». La doctrina islámica, entre la mayoría de los musulmanes del mundo, dice que Muhammad es «el sello de los profetas», lo que supuestamente significa, citando una interpretación musulmana en Internet:

Cuando un documento está sellado, está completo, y no puede haber más adiciones. El Santo Profeta Muhammad cerró la larga línea de Mensajeros. La enseñanza de Alá es y será siempre continua, pero no ha habido ni habrá ningún Profeta después de Muhammad.

El único y breve pasaje del Corán 33:40 en el que se llama a Muhammad «el sello de los profetas» se ha utilizado durante siglos para reivindicar la finalidad y la exclusividad, pero las enseñanzas bahá’ís dicen que simplemente significa que un ciclo profético terminó con Muhammad y que ahora ha comenzado otro. Obviamente, si las enseñanzas de Dios «siempre serán continuas», como señala repetidamente el Corán, entonces ningún profeta podría ser el último profeta.

Sin repasar todos los ejemplos posibles de estas pretensiones de elitismo y exclusividad religiosa -ya que hay miles, suficientes para llenar muchos volúmenes-, baste decir que a las generaciones de creyentes de cada religión, sus sacerdotes, clérigos y rabinos les han ido diciendo que sus fes son superiores a todas las demás. Esas afirmaciones de exclusividad y triunfalismo, diseñadas para mantener a los adeptos de una religión y, por tanto, proteger el poder de la clase sacerdotal, son sencillamente falsas, como reconocerá fácilmente cualquier estudiante cuidadoso de la religión.

Las enseñanzas bahá’ís señalan todo esto, principalmente en el Libro de la Certeza de Bahá’u’lláh, donde el profeta y fundador de la fe bahá’í caracterizó a todos los profetas de Dios como uno solo:

…todos ellos no son más que mensajeros de ese Rey ideal, de esa Esencia inmutable. Si todos proclamasen: «Soy el Sello de los Profetas», expresarían sólo la verdad, sin la más leve sombra de duda. Pues todos ellos no son más que una persona, un alma, un espíritu, un ser, una revelación.

Los fundadores de las grandes religiones del mundo, Bahá’u’lláh dijo en el mismo libro, «… todos participan del fruto del mismo Árbol de la Unicidad»:

…Los Portadores del depósito de Dios son manifiestos a los pueblos de la tierra como Exponentes de una nueva Causa y Reveladores de un nuevo Mensaje. Ya que esas Aves del Trono Celestial son todas enviadas del cielo de la Voluntad de Dios, y como todas surgen para proclamar su irresistible Fe, son por tanto consideradas como un alma y una misma persona. Pues todas beben del mismo Cáliz del Amor de Dios y todas participan del fruto del mismo Árbol de la Unicidad.

Los bahá’ís creen que cualquier pretensión de elitismo, triunfalismo o exclusividad en la religión no reconoce esta unidad esencial, no solo de la fe sino del propio Creador.

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