Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Sabías que el libro más importante de las escrituras bahá’ís, en lo que respecta a las enseñanzas fundamentales bahá’ís, es El libro de la certeza?
Solo otro libro, el Kitab-i-Aqdas o El libro más sagrado -que establece las leyes morales, éticas y sociales bahá’ís- tiene una mayor importancia global entre las escrituras bahá’ís. El libro de la certeza o Kitab-i-Iqan -una obra revelada principalmente en persa por Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, en enero de 1861- es un libro sagrado sobre libros sagrados. No solo eso, sino que el Iqan afirma contener la esencia de la sabiduría consagrada en todos los libros sagrados de las religiones del mundo.
«En realidad, todas las Escrituras y sus misterios están condensados en este breve relato», proclamó Bahá’u’lláh. «Tanto es así, que si una persona lo ponderase en su corazón un momento, descubriría en todo lo que se ha dicho los misterios de las Palabras de Dios y comprendería el significado de cuanto ha sido manifestado por ese Rey ideal». Como se verá más adelante en este artículo, El libro de la certeza ha sido llamado, por el propio Bahá’u’lláh, como el como el «Señor de los Libros».
Los escritos bahá’ís ofrecen a la humanidad muchas afirmaciones extraordinarias y notables. La mera contemplación de esas afirmaciones puede conducir al asombro, a la maravilla y a la comprensión de una gran belleza.
Por supuesto, al igual que la belleza, la naturaleza profunda de estas revelaciones está en el ojo del espectador, en la medida en que un lector receptivo pueda percibir la profundidad y el significado de cualquier pasaje.
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En otras palabras, al igual que la apreciación de la música o el arte, los lectores deben sintonizar con la belleza y la majestuosidad de las expresiones de sabiduría y perspicacia espiritual de Bahá’u’lláh. Las afirmaciones superlativas de Bahá’u’lláh sobre la verdad se encuentran entre los pronunciamientos más profundos. He aquí una de esas afirmaciones, que Bahá’u’lláh escribió el 20 de enero de 1882, publicada posteriormente en el libro Tablas de Bahá’u’lláh:
La Lengua de la Sabiduría proclama: Aquel que no Me tiene está privado de todas las cosas. Apártate de todo lo que existe sobre la tierra y no busques a otro salvo a Mí. Yo Soy el Sol de la Sabiduría y el Océano del Conocimiento. Yo animo a los débiles y resucito a los muertos. Yo soy la Luz de guía que ilumina el camino. Yo soy el Halcón real en el brazo del Todopoderoso. Yo despliego las alas caídas de toda ave quebrantada y le hago levantar el vuelo.
En este hermoso, conmovedor y dramático pasaje, Bahá’u’lláh se identificó a sí mismo como la voz de la sabiduría personificada, como un mensajero del Creador. A su manera, esta profunda afirmación de la verdad y declaración profética de suma importancia identifica a Bahá’u’lláh como una de las fuentes supremas de sabiduría y conocimiento espiritual, un profeta y una manifestación como Cristo, Buda, Muhammad y Moisés, que aportan vida al alma y guía en el camino espiritual.
Como todas las afirmaciones de la verdad, ésta tiene que tomarse por fe en un sentido subjetivo, ya que no puede probarse ni refutarse empíricamente. Sin embargo, para verificar una afirmación tan potente, las enseñanzas bahá’ís nos aconsejan investigar de forma independiente su verdad considerando la vida y el carácter de Bahá’u’lláh, contemplando los principios de su Fe y leyendo sus escritos.
Bahá’u’lláh también ha expuesto una afirmación de verdad superlativa con respecto a uno de sus libros más célebres, conocido como El libro de la certeza (persa: Kitab-i-Iqan), en esta sorprendente declaración, revelada ese mismo año, el 1 de julio de 1882:
Respecto de su declaración: «nuestra fe y religión es superior a todas las demás», ello se refiere a los Profetas que han aparecido antes de ellos. Tomado desde cierta perspectiva, estas Almas santas son una sola: la primera de entre ellas es la misma que la última, y la última es la misma que la primera. Todas han procedido de Dios, han emplazado a todos los hombres hacia Él y a Él han vuelto. Este tema se ha expuesto en el Libro de la Certeza, el cual es realmente el punto de atracción de todos los libros, y que emanó de la Pluma de Gloria en los primeros años de esta Muy Grande Revelación. Bienaventurado quien lo ha visto y ha reflexionado sobre su contenido por el amor de Dios, Señor de la creación.
En este pasaje, El libro de la certeza es aclamado como el “punto de atracción de todos los libros” o, dicho de otro modo, el «Príncipe de los libros» (en persa, sayyid-i-kutub).
Un punto de atracción, por tanto, es algo que no solo atrae nuestra atención y provoca nuestra admiración -de hecho, impone respeto en el buen sentido-, sino que también sirve como fuente de iluminación, guiando el camino a seguir. Un punto de atracción sirve como fuente de iluminación y como algo de singular belleza. Tal es el caso de El libro de la certeza de Bahá’u’lláh.
Nótese la bendición que Bahá’u’lláh menciona en la cita anterior -lo que el erudito bahá’í Stephen Lambden denomina acertadamente una «bienaventuranza»- que promete el favor de Dios y la iluminación divina por la lectura del propio libro y la reflexión sincera sobre su contenido, recompensando así el estudio serio y la meditación comprometida sobre el contenido del propio libro.
Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í, tradujo dos pasajes de una extensa tabla del compendio, o antología, de los escritos de Bahá’u’lláh conocidos como Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh:
Si hubiera estado en mi poder, nunca habría consentido, bajo ninguna circunstancia, distinguirme entre los hombres, porque el Nombre que llevo desdeña totalmente asociarse con esta generación cuyas lenguas están sucias y cuyos corazones son falsos. Y cada vez que escogí callar y guardar silencio, he aquí, la voz del Espíritu Santo, parado a mi diestra, me despertó, y el Supremo Espíritu apareció ante mi faz, y Gabriel me cubrió con su sombra, y el Espíritu de Gloria se movió dentro de mi pecho ordenándome levantarme y romper mi silencio. Si vuestra capacidad de oír fuese depurada y vuestros oídos estuviesen atentos, seguramente comprenderíais que cada miembro de mi cuerpo, más aún, todos los átomos de mi ser, proclaman y atestiguan este llamado: «Dios, fuera de quien no hay otro Dios, y Aquel cuya belleza se manifiesta ahora, es el reflejo de su gloria para todos los que están en el cielo y en la tierra».
En esta fascinante y profunda declaración autobiográfica, Bahá’u’lláh identifica cuatro «espíritus» distintos que le inspiraron y actuaron para levantarse y proclamar los mensajes de Dios que le han sido revelados en virtud de su estación como el Profeta de Dios para este día y época:
(1) el «Espíritu Santo»;
(2) el «Supremo Espíritu»;
(3) el Arcángel «Gabriel»; y
(4) el «Espíritu de Gloria».
Basándose en este pasaje, El libro de la certeza obtuvo su inspiración del Espíritu Santo, del arcángel Gabriel, del «Espíritu Supremo» y del «Espíritu de Gloria», añadiendo así las bendiciones que Bahá’u’lláh ha prometido a quienes lo estudien y mediten sobre él. La lectura de este «Señor de los libros» es su propia recompensa.
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