Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Hoy, al ver inesperadamente a una amiga en una cafetería, la invité a sentarse conmigo un rato. Me alegro de haberlo hecho, porque le he dado la oportunidad de hablarme de sus recientes vacaciones.
Parecía un viaje excelente, y ya está pensando en dónde podría viajar el año que viene o quizá el siguiente. Cuando terminó de contarme su viaje, me preguntó dónde me gustaría ir. Me animó a dar rienda suelta a mi imaginación, eliminar las barreras prácticas y simplemente describirle un lugar. Hmmmm.
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Me encontré utilizando palabras que describían un lugar y una gente, pero ninguno de los dos podía pensar en ningún lugar que se ajustara literalmente a mi descripción. La razón es sencilla: el lugar al que más me gustaría ir no existe, al menos de momento.
Me gustaría visitar un lugar donde la gente sea feliz y goce de buena salud. Donde se sientan seguros y confiados. Donde estén bien alimentados y descansados. Donde sean alegres, vean el humor en la vida cotidiana y tengan un sentido de propósito. Cuando surja una necesidad, la gente se una para ofrecer voluntariamente su tiempo y sus habilidades. Su jornada laboral sea típicamente de sólo seis horas o menos, y la semana laboral sea de tres o tal vez cuatro días de duración. Esto deja más tiempo para actividades espirituales, aficiones, proyectos personales, ocio, entretenimiento y socialización.
El entretenimiento en este lugar que aún no existe abarca una amplia gama de eventos artísticos y culturales y celebra la diversidad humana. La socialización incluye a todas las edades, una gran variedad de música y comida, y una conversación edificante.
Niños de todos los orígenes esperan con ilusión ir a la escuela. Se les trata con respeto y saben que allí están seguros y son apreciados. Aprenden no sólo de los libros, sino también de las experiencias del mundo real, y tienen un equilibrio entre el desarrollo de su mente y el de su carácter. Con amor por el aprendizaje, se convierten en aprendices curiosos e inquisitivos para toda la vida.
El lugar en sí es hermoso, tanto por su entorno natural como por la limpieza del entorno construido. La mayoría de la gente vive a poca distancia del agua –un mar, un río, un estanque o un lago–, los bosques, los prados y las montañas. La gente suele utilizar el transporte público, aunque para sus recados diarios también puede ir a pie o en bicicleta. Los coches privados siguen existiendo, pero a menudo son propiedad conjunta de vecinos o familiares, y el transporte público da servicio a muchos. Así, la calidad del aire no es un problema, y las calles están libres de atascos.
Además de la excelente calidad del aire, el agua potable y la electricidad son abundantes. Nadie se preocupa por las caras facturas de los servicios públicos, ya que todo se produce con gran eficiencia. Los extremos de pobreza y riqueza han desaparecido, aunque existe una amplia gama de estilos de vida que se adaptan a los gustos y medios económicos individuales.
Como visitante, la población local me da la bienvenida. Me ofrecen hospitalidad, lo que me divierte porque disfruto de la comida y las costumbres de los diversos residentes. También puedo alojarme en cómodos hoteles y posadas si lo deseo.
Podría seguir, añadiendo más detalles… pero en lugar de eso, me pregunto cómo será el futuro real. ¿Nos atrevemos a imaginar un mundo como el que he descrito, construido sobre la paz, la belleza y la unidad?
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Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe Bahá’í, ha prometido a la humanidad que ese tiempo –una Edad de Oro– se desarrollará en un estado futuro de la sociedad más allá de nuestra imaginación actual. Entre entonces y ahora, estamos avanzando hacia ella.
En una declaración sobre conservación y desarrollo sostenible, la Comunidad Internacional Bahá’í pronosticó algunas de las características de tal futuro:
Por encima de todo, el mundo bahá’í seguirá fomentando la esperanza por el futuro. Compartirá con confianza su convicción de que, siguiendo la voluntad de Dios para hoy, la humanidad se transformará, se alcanzarán la unidad y la paz, y surgirá una civilización mundial próspera y sostenible –cuyos frutos disfrutará toda la familia humana– que se extenderá hasta un futuro lejano. [Traducción provisional de Oriana Vento]
Puede que el futuro no sea como lo he descrito, pero eso no importa. Lo que importa es que yo viva cada día como si mis acciones pudieran contribuir a hacer realidad esa Edad de Oro de la humanidad. Puedo imaginar ese mundo pacífico y unificado y trabajar para conseguirlo cada día, aunque no pueda comprar un boleto para visitarlo durante mis próximas vacaciones.
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